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Reportaje:

Un mal atómico que 'sólo' dure mil años

La UE investiga cómo recortar la duración de la radiactividad de los residuos nucleares antes de confinarlos bajo tierra

Gabriela Cañas

Hay males que duran mucho más de cien años. Los expertos creen que los residuos nucleares de alta intensidad que el mundo produce por toneladas mantienen su peligrosa radiactividad durante dos millones de años. Mientras los políticos de la UE deshojan la margarita de qué hacer con ellos, un centro belga de investigación asociado a la Comisión Europea intenta ensayar un sistema de transmutación del átomo que se convierta en un prototipo para la UE y logre reducir tan pesada carga temporal de dos millones a un máximo de mil años y, paralelamente, probar si enterrar los residuos en terreno arcilloso sería buena solución.

Sólo los 15 países de la UE generan cada año 40.000 metros cúbicos de residuos nucleares; 2.000 de ellos son de alta intensidad, los más longevos y peligrosos, responsables del 95% de las radiaciones de todos los desechos, y para los cuales no hay todavía ninguna solución plausible. Hay consenso, sin embargo, en que el sistema menos malo es enterrarlos en capas geológicas estables y profundas a la espera de que su vida radiactiva se extinga por sí sola unos cuantos miles de años después.

En la UE, sólo Finlandia y Suecia tienen proyectos avanzados para enterrar estos residuos. Para los demás, Bruselas ya ha propuesto una directiva que les obligue a tomar una decisión antes de 2010 y a que sea operativa para 2018. Pero, mientras tanto, a pesar de moratorias y de cierres programados de centrales, el 35% de la electricidad que se consume proviene de la energía atómica y su funesto legado sigue aumentando sin que nadie tome una decisión.

Myrrha es un proyecto que podría aliviar tan terrible carga radiactiva. Iniciado en 1997, y todavía en fase de prediseño, estudia la construcción de un acelerador de protones prototipo para la transmutación de los residuos de alta radiactividad. "Se conseguiría disminuir la amplitud del problema", dice Hamid Aït Abderrahim, jefe de departamento del proyecto. "Sobre todo, reducir el tiempo de actividad hasta un mínimo de 300 años y un máximo de mil". El acelerador empezará a construirse en 2007 y a probarse en 2010.

El Centro de Estudios de la Energía Nuclear (CEN), situado en el norteño pueblo belga de Mol, dependiente del Gobierno y en el que participa la Comisión Europea, acoge tres reactores y varios proyectos. Uno incluye, además del acelerador de protones, un laboratorio subterráneo (Hades), a 200 metros de profundidad, donde probar los materiales y la respuesta del terreno a las perturbaciones de los residuos almacenados, además de entrenar a investigadores.

El CEN está situado en una zona minera de Bélgica. Sólo una vez dentro, cuando se desciende en un viejo ascensor, se percibe que el lugar acoge proyectos novedosos de investigación. Seiscientas personas y 80 millones de euros anuales mantienen la actividad de este lugar que, creado en los años cincuenta, fue pionero en la investigación nuclear.

El proyecto Myrrha es su principal desafío, pero los responsables del CEN dicen que su mayor dificultad no es técnica. "Es más un problema social", dice su director general Paul Govaerts. "Nos hemos comprometido a formar a técnicos de otras disciplinas para trabajar en la percepción del riesgo y de los aspectos jurídicos de la energía nuclear". Los que trabajan en este sector saben del miedo y el rechazo que genera este tipo de energía. Ellos abogan por la transparencia y una mayor seguridad.

El catálogo que distribuye el centro incluye una amplia relación de los estudios epidemiológicos acometidos en la zona desde los años cincuenta y que vienen a demostrar que el índice de casos de cáncer no es superior a la media del resto de los ciudadanos.

Los comisarios europeos de Investigación, Philippe Busquin, y de Transportes y Energía, Loyola de Palacio, visitaron el CEN esta semana. "Es absurdo ocultar el tema nuclear", dijo De Palacio. "Ya sé que no me hago muy popular encarando el asunto, pero es de responsabilidad política afrontarlo. Mientras necesitemos la energía nuclear hay que aumentar la seguridad". Los Verdes siguen opinando que el argumento es tramposo y que invertir en este asunto es hacerlo en la energía nuclear cuando ésta debería desaparecer.

Los comisarios europeos Philippe Busquin y Loyola de Palacio, durante su visita el martes al CEN.
Los comisarios europeos Philippe Busquin y Loyola de Palacio, durante su visita el martes al CEN.EL PAÍS

Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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