Consumo
"Apadrina un niño de Argentina", reza la publicidad de una ONG, que añade: "Recibirás la fotografía y los datos del niño que apadrinas. Es nuestro compromiso". Todavía no te devuelven el dinero si el niño no te gusta, pero es una cuestión de tiempo. Una de las ventajas de ser ricos y de formar parte del Eje del Bien es que la variedad de oferta solidaria es más amplia que la de calzado deportivo. Si no te gusta apadrinar niños argentinos, dos páginas más allá hay un reclamo para luchar contra el hambre y otro más para erradicar el analfabetismo. En uno de estos anuncios aparece una niña de siete años que se llama Iliana. Asegura el anunciante que la última vez que la vieron estaba recogiendo conchas en la bahía de Jilisco. Cuando cierras el periódico, su imagen permanece porque está hecha a la medida de tus necesidades morales.
Pero si no te conmueve Iliana, no te apures: pasas de página y aparece otra ONG que necesita tu ayuda para luchar contra la lepra. Hay gente a la que le perturba más la lepra que el hambre. Cada uno tiene sus puntos débiles, de ahí la especialización de las instituciones solidarias en esto o en lo otro. Lo importante es la libertad de elegir. Cuando éramos pequeños, sólo podíamos tomar la fruta de la temporada, y a veces ni eso, porque vivíamos en un país muy pobre. Ahora puedes tomar piña o naranja o aguacate en cualquier época del año. Y entonces sólo podías socorrer al mendigo cojo de la puerta de tu parroquia. Hoy el mercado de la compasión no tiene límites geográficos ni espirituales. Vamos a más.
Y es que si te importan un pito la lepra, el hambre y el analfabetismo, aún hay otras causas que seguro que te caen al alma como un guante. Pongamos que no soportas el proceso de extinción de la tortuga laúd del Pacífico, lo que es perfectamente comprensible. Pues tenemos también un abanico de productos ecologistas a tu disposición. Lo raro es que mientras tú te debates entre la lepra, el hambre y el analfabetismo, como si no tuvieras bastante con ganarte el pan, los gobiernos democráticos, que están ahí para resolver estos asuntos, se pasan el día planificando guerras que producirán más hambre, más analfabetismo y más lepra. ¿Qué hacer?
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