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Entrevista:MEL GREAVES | Director del Instituto de Investigación del Cáncer de Londres

"El cáncer es un depredador que aparece como resultado inevitable de la evolución"

La European Haematology Association (EHA) otorgó en 2001 el Premio Josep Carreras, uno de los galardones más prestigiosos en oncología, a Mel Greaves, director del Instituto de Investigación del Cáncer de Londres, que viajó la semana pasada a Madrid para dar una conferencia en el Museo de la Ciencia de la Fundación La Caixa. "Se está levantando la niebla", dijo, "y podemos ahondar en la comprensión de los complejos mecanismos biológicos y en los factores de riesgo de la enfermedad oncológica. El cáncer, que es un gran depredador, es el resultado de exposiciones a riesgos y modificaciones genéticas, gestado a lo largo de la evolución. Desde que se encontró el primer antecedente de un tumor maligno en un dinosaurio del Jurásico, que vivió hace 150 millones de años, hasta la enfermedad cancerosa actual hay indicios para sospechar que se trata del resultado inevitable de la evolución".

El cáncer comprende alrededor de un millar de trastornos de las funciones de las células
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Para este experto, que asegura que cada año aparecen en el mundo ocho millones de nuevos casos de cáncer, la patología neoplásica sigue siendo "un rompecabezas casi indescifrable, que constituye toda una historia sobre la evolución de la vida".

Desde la perspectiva personal de Greaves, la teoría que mejor puede penetrar en este rompecabezas es la evolutiva o darwinista: "El estudio de los genes, la evolución y la biología neodarwinista pueden iluminar la inmensa oscuridad en la que estamos sumergidos. Es precisamente la genética molecular la que ha alimentado esta nueva visión biológica de la humanidad. Los genes se encuentran en el centro de esta historia del cáncer como parte de un gran juego de azar, en el que tanto jugadores como normas son legado de la evolución".

Para Greaves, el cáncer está omnipresente en la naturaleza y, en cierto sentido, es parte natural de ella. Pero, ¿por qué es tan alta su incidencia en las sociedades industrializadas?, se pregunta. Y responde que el hombre "ha modificado las reglas del juego evolutivo y ha quedado atrapado en un desencuentro entre naturaleza y ambiente".

Pero desde una perspectiva darwinista, según apunta, es posible afrontar algunas de las preguntas que más preocupan a la humanidad: ¿por qué existe?, ¿por qué un cuerpo sano no puede acabar con él?, ¿por qué es tan común?, ¿por qué hay tantos factores de riesgo?, ¿por qué fallan los tratamientos?, ¿por qué a mí? "Es necesario arrumbar viejos espejismos de simplicidad sobre las causas y los efectos y admitir que el término cáncer es un conjunto de alrededor de un millar de trastornos de las funciones de las células", añade.

Para dar idea de la complejidad del cáncer, Greaves parafrasea con humor a su compatriota James Alfred Ewing, ingeniero y físico que en 1916 pronunció esta sentencia: "Nadie, ni siquiera bajo tortura, puede decir con exactitud qué es un tumor".

En África oriental algunos investigadores habían observado en el siglo XX las tendencias cambiantes en la incidencia del cáncer y de otras enfermedades occidentales modernas a medida que la población negra se urbanizaba e iba adoptando las costumbres europeas. Se pensaba que era un precio que había que pagar por el progreso.

"Esto refleja una perspectiva histórica y evolutiva", afirma, "de la vulnerabilidad de nuestro cuerpo ante ciertas patologías. La biología evolutiva nos muestra que algunas dolencias no sólo se explican por causas inmediatas, sino también debido a la discordancia existente entre nuestra genética y la rápida adquisición de estilos de vidas menos saludables".

El cáncer presenta dos cláusulas de penalización intrínsecas a la evolución humana, a tenor de lo que propone Greaves. La primera es la fidelidad imperfecta del mantenimiento y reparación del ADN, que implica una mutabilidad en los genes, insertos en los cromosomas y expuestos a un entorno hostil.

"Vivimos en un planeta con una geología radiactiva y la radiación ionizante puede alterar las moléculas del ADN de las células, es decir, puede tener acción mutagénica. A esta agresión externa hay que añadir la química endógena de nuestro cuerpo, susceptible también de dañar el ADN. La gran capacidad de proliferación de ciertas células y sus poderes invasores tienen en su mayoría un origen evolutivo muy antiguo. Y, como parte de nuestro acervo genético, también están expuestas a la lotería de las mutaciones. Hay, por ende, un riesgo potencial inherente de mutación y cáncer en nuestra composición genética".

También, en cierta medida, según Greaves, el ser humano se ha convertido en un animal social en discordancia con su genética y atrapado en un desajuste entre biología y cultura, por lo que la genética es incapaz de adaptarse a los cambiantes hábitos sociales. La consecuencia es un daño celular acumulativo y un creciente riesgo de cáncer en un organismo envejecido y desconcertado.

"Pienso que sólo una minoría de tumores son atribuibles a las actividades industriales y a los productos químicos de las tecnologías avanzadas. La mayoría de los cánceres no tienen ahí su origen y están ligados en general a estilos de vida no saludables", dice.

500 millones de años de historia

Como señala Mel Greaves en su libro Cáncer: el legado evolutivo, esta enfermedad es más antigua que el Homo sapiens. El primer cáncer que se conoce en humanos corresponde a la mandíbula fósil de Kanam, un Australopithecus o un Homo erectus, descubierta en Kenia en 1932. Varios papiros egipcios escritos entre 1.500 y 3.000 años antes de Cristo hacen referencias a tumores."Hay que atribuir a la Grecia clásica el honor de haber reconocido el cáncer como una enfermedad concreta y de haber acuñado los términos carcinos y carcinoma, ambos, con el significado de cangrejo, y cuya versión latinizada se usa actualmente. Fue Hipócrates quien unos 400 años antes de Cristo describió los tumores nasofaríngeos, de mama, estómago, piel, cuello de útero y recto. No obstante, se suele considerar al médico griego Galeno, que ejerció en Roma en el siglo II, el primer oncólogo de la historia de la medicina", aclara.A juicio de Greaves, los escritos chinos sugieren que el cáncer de garganta estaba muy extendido en todo el mundo oriental. "En la actualidad", advierte, "vemos que en ciertas regiones del norte de China hasta el 10% de los adultos desarrollan este tumor, frecuente en esa zona desde hace más de 2.000 años y relacionado sobre todo con el tipo de dieta".Según este especialista, en las criaturas multicelulares los tumores benignos y malignos han existido hace más de 500 millones de años, "sólo que entonces no había patólogos para identificarlos". Greaves concluye que "los humanos hemos inventado la etiqueta del cáncer, pero no la enfermedad, y debemos desechar la idea de que el cáncer es un producto de las sociedades industrializadas".

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