De base pacífica
Vecinos de Morón de la Frontera (Sevilla) se oponen a la guerra que prepara Bush contra Irak
En la cafetería donde Óscar Cabrera trabaja desde hace siete años los temas cotidianos de conversación no han sido desplazados por referencias al empeño belicista de George Bush hacia Irak. Ni en la papelería de Mercedes Abril han aumentado las ventas diarias de periódicos, que siguen rondando el centenar y medio de ejemplares. La policía local tampoco ha observado una especial fiebre grafitera en los muros de Morón de la Frontera (Sevilla), a excepción de una gigantesca pintada de color verde que dice No a la guerra desde la pared de un viejo molino.
A pesar de que los pasos de la Administración estadounidense parecen caminar sin titubeos hacia la guerra, bendecida o no por la comunidad internacional, en Morón de la Frontera no se palpaba agitación ni nerviosismo el pasado viernes, pero en el pueblo, a pocos kilómetros de una de las dos bases estadounidenses en territorio andaluz, nadie parece querer una guerra.
Ni el camarero Óscar, de 27 años, ni la empresaria Mercedes, de 53, ven con buenos ojos la obstinación de Bush en bombardear Irak. "¿Cómo voy a estar a favor de la guerra? Yo soy de los de OTAN no", dice Óscar sin parar su trajín tras la barra. El camarero reconoce que la base aérea ha generado empleo en su pueblo -alrededor de 150 personas, según el alcalde José Párrega-, pero que eso no oculta sus inconvenientes. "Y claro los contras son peores que los pros", concluye. La opinión de su compañera María José Ramón, de 25, es más contemporizadora: "De momento estoy en contra de la guerra, pero creo que deberían controlar más a Sadam Hussein. Y si no hay más remedio, vale".
En el último número de la publicación local La Voz de Morón, correspondiente a enero, no hay aún artículos sobre la amenaza de guerra y sus efectos en el pueblo, aunque Mercedes Abril, la propietaria de la papelería, sufre los preparativos desde hace semanas: "Vivo cerca de la base, en un sitio donde se escuchan todos los aviones volando bajo, y es horroroso". En los últimos tiempos planean casi todas las noches. "No deberíamos consentir el uso de las bases", asegura. Su oposición a la guerra es "total" y también su tirón de orejas al presidente del Gobierno, José María Aznar: "Debería de consultar al pueblo, no puede decidir por él mismo".
Con las respuestas de Salvador Moreno, de 43 años, no hay lugar para la incertidumbre. Moreno, un empleado municipal, fue uno de los integrantes del Colectivo Pacifista de Morón -ahora inactivo- y uno de los organizadores de algunas marchas de protesta hasta la base estadounidense.
Condena sin paliativos los planes bélicos de Estados Unidos y el hermetismo que rodea el aeródromo que utilizan en territorio sevillano. "No hay control español sobre el material bélico que meten y sacan de la base, podrían utilizar material nuclear incluso", censura. Moreno se queja de que usen las instalaciones "no para defender la paz, si no como base para agresiones".
En los aledaños del Ayuntamiento se apostan jubilados que buscan el sol. Saben, como José Bermúdez, de 80 años, lo que significa una guerra como nadie. "Yo conocí la guerra de España, que fue la peor porque era una guerra civil", expone mientras su compañero Rafael, también octogenario, corrobora: "Nadie que tenga sentido común puede quererlas, la guerra es la destrucción". "No soy adicto a la guerra", resume con una graciosa confusión José Bermúdez. En la localidad sevillana, a tenor de los entrevistados, parecen escasear tales adictos.
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