Físico universitario
Rolf Tarrach, de 54 años, llegó a la presidencia del CSIC en septiembre de 2000. Es catedrático de Física Teórica en la Universidad de Barcelona, y había sido decano de su facultad, además de asesor de política científica de la Generalitat de Cataluña.
Investigador en el campo de la física de partículas, Tarrach aceptó el cargo de presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) -asimilado al de director general- en el nuevo ministerio de Ciencia y Tecnología que gestionaba Anna Birulés, con la esperanza de lograr para el sistema español de ciencia y tecnología, del que el CSIC es pieza importante, algunas de las cosas cuya falta había criticado reiteradamente. "Desde hace años he sido crítico diciendo que aquí se habla mucho y se hace poco y cuando a una persona que ha sido crítica se le da la oportunidad de actuar (espero tenerla) no debe negarse", declaró a EL PAIS en octubre de 2000.
Ya entonces consideraba lo más urgente incrementar los recursos humanos dedicados a la investigación así como el presupuesto para llevarla a cabo, incluyendo el aumento de las retribuciones de los científicos.
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