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Imperio neoliberal

Los logros del neoliberalismo -un Gobierno magro y barato- tienden a ser desventajas en la guerra contra el terrorismo. La precariedad de sus harapientas infraestructuras públicas hizo vulnerable a Estados Unidos en los ataques del 11 de septiembre, la amenaza del ántrax y la seguridad del tráfico aéreo. Ahora ha vuelto el gran Gobierno en forma de un enorme Departamento de Seguridad del Territorio Nacional, expansión del ejército y de los servicios de inteligencia, nuevos sistemas de vigilancia, programas de propaganda y apoyo del Gobierno federal a las industrias en situación precaria.

El giro imperial de la actual Administración estadounidense sigue los pasos de 20 años de régimen neoliberal. El neoliberalismo significa gobierno magro y unilateralismo económico; el imperio significa gran gobierno y unilateralismo político-militar. Esta discusión señala las contradicciones de este desigual mosaico de "imperio neoliberal".

Examinen el caso del nuevo Departamento de Seguridad del Territorio Nacional. Es la mayor reorganización de la burocracia federal en medio siglo, aunque se ha establecido con efectos supuestamente neutros en el presupuesto. Los temas laborales se redistribuirán entre ministerios sin restricciones sindicales. Respondiendo así a las expectativas neoliberales, el nuevo departamento ministerial debe ser barato, eficiente y flexible, aunque, respondiendo a las nuevas normas que conlleva la guerra imperial, debe constituir una enorme concentración de poder.

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Se supone que el neoliberalismo descansa en la gestión a través de principios políticos económicos (transparencia, responsabilidad, buen gobierno), y sin embargo esta Administración muestra cada vez menos transparencia (el imperio exige el secreto), responsabilidad (el imperio exige un amplio privilegio ejecutivo) y buen gobierno (las libertades civiles y los procedimientos legales dificultan el poder).

Un dicho del portavoz de la mayoría parlamentaria Dick Armey resume el modo de pensar neoliberal: "El mercado es racional, el Gobierno estúpido". Por lógica se deduce que el cambio imperial pone al frente del Estado a un "Gobierno estúpido". La fusión del neoliberalismo y el imperio produce resultados inesperados.

Las diferencias marcadas entre la globalización neoliberal y la guerra imperial se extienden por varios terrenos. Los recortes de impuestos y la expansión de los presupuestos de seguridad son medidas contradictorias. Aunque Estados Unidos ha gastado mucho en presupuestos militares también en épocas de reducción del Estado, el giro reciente supone pasar de una fuerza militar gigantesca a otra colosal. El ámbito central de la globalización neoliberal es la economía y las finanzas mientras que el imperio se desenvuelve en un escenario geopolítico. Actores clave del neoliberalismo son el complejo Wall Street-Fondo Monetario Internacional-Tesoro Público junto con el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio. La principal agencia estatal del régimen neoliberal, el Tesoro Público, está siendo superada ahora por la Casa Blanca, el Pentágono y los servicios de espionaje como agencias clave del Estado imperial. La cuota de mercado, el principal interés que impulsa la globalización neoliberal, no es territorial. La primacía geopolítica estadounidense se centra en el control político militar del territorio.

La globalización neoliberal es universalista como régimen económico (los mercados libres son el único sistema efectivo); la guerra contra el terrorismo es universalista en el sentido de dar al Ejecutivo estadounidense los papeles combinados y exclusivos, o al menos supremos, de fiscal, juez y verdugo. Combinar el unilateralismo económico y político-militar no contribuye a hacer una mezcla más fuerte. Despierta la sospecha de que el imperio es una maniobra para desviar la atención del declive de Wall Street y que las operaciones político-militares se han diseñado para compensar los fracasos del proyecto neoliberal.

El unilateralismo económico estadounidense ha estado perdiendo puntos por derecho propio; la credibilidad de la gestión de crisis por el FMI ha menguado incluso en Washington. El consenso de Washington, el otrora conjunto unificado de recetas para países en desarrollo y en transición, se ha reducido a un conjunto dispar de programas ad hoc de Washington, lo que es atestiguado por las respuestas zigzagueantes a las crisis de Argentina y Brasil. Enron y la cascada de escándalos empresariales insinúan un deslizamiento desde el capitalismo de casino hasta el capitalismo de estafa. La política nacional (aranceles del acero, subsidios agrícolas) marcha en dirección contraria a la política de no intervención. La Organización Mundial del Comercio (OMC) ya no es simplemente una herramienta del poder estadounidense, sino que controla al propio EE UU (reducción de impuestos, aranceles).

La evolución hacia una economía de guerra rompe con la estrategia estadounidense, forjada durante muchos años, de lograr la primacía mediante la promoción de las políticas de libre mercado a medida que el oportunismo estadounidense se hace más ostensible que nunca. Ello cortocircuita la evolución mundial gradual desde un capitalismo de intereses privados hacia un capitalismo de accionistas, conducida por el ejemplo estadounidense.

El régimen internacional mixto de unipolaridad y multipolaridad se reduce al unilateralismo y la "seguridad colectiva" cede al superpolicía estadounidense. La contención de los conflictos a través de la "intervención humanitaria" y las sanciones bajo los auspicios de Naciones Unidas dejan paso a la polarización mundial (con nosotros o contra nosotros) y a los ataques preventivos sin límite en el uso de la fuerza (tal como sugiere la Revisión de la Postura Nuclear del Congreso).

La globalización neoliberal implica la construcción de instituciones internacionales y la envoltura institucional que reivindica su legitimidad, aunque descanse sobre las bases ideológicas del fundamentalismo de mercado (no hay alternativa). Podría alardear de su poder de atracción en vista del éxito del capitalismo angloamericano (aunque la desigualdad social estuviera creciendo notablemente) y su fuerza en los mercados financieros internacionales, dando así a los países una participación en el proyecto, aunque les dejara poco margen para la elección.

El actual proyecto imperial tiene carencias en todos estos aspectos: legitimidad, poder de atracción y cercanía. Con Estados Unidos situándose a sí mismo fuera del derecho internacional y renunciando incluso a la pretensión de legitimidad, lo que queda es el gobierno por la fuerza. Esto no es sólo imperio, sino imperio desnudo y autoritarismo a escala mundial, que desmantela de paso el marco institucional internacional que Estados Unidos ha ayudado a construirdurante décadas. El capitalismo de accionistas estadounidense tiene ahora tanto poder de atracción como Enron. No hay atractivo en las políticas de línea dura estadounidenses ni en su nula voluntad de revisarlas, particularmente en Oriente Próximo. Al ignorar a sus aliados y a las instituciones internacionales, Estados Unidos da a los países una opción de salida. No podrán salirse voluntariamente de los mercados financieros internacionales y las clasificaciones crediticias, pero pueden elegir no tomar parte en un ejercicio del poder que no los incluye.

Teniendo 380.000 millones de dólares de presupuesto militar, emprenderemos el viaje. El objetivo del cambio de régimen en Irak desplaza la atención desde las tribulaciones económicas internas hacia un horizonte de política petrolera. Desvía la atención desde una guerra contra el terrorismo que no está yendo a ninguna parte y transforma un incómodo conflicto asimétrico contra actores no estatales en el terreno familiar de un conflicto simétrico contra otro Estado. Cambio de régimen en Afganistán, Palestina (y Kosovo, Serbia); ¿quién es el siguiente?

Durante décadas, Estados Unidos se ha concentrado en la construcción del régimen de libre mercado del consenso de Washington -que ahora se está desmoronando- y el poderío militar, mientras se negaba a cooperar con otros acuerdos internacionales a los que bloqueaba, especialmente aquellos que introducirían restricciones en su ejercicio del poder o en su sistema legal. ¿De qué modo pueden la excepcionalidad estadounidense y su distanciamiento del mundo exterior ir parejas con el liderazgo mundial? A la vez que se ve a sí mismo como un líder mundial, Estados Unidos se ha ido convirtiendo progresivamente en un cuello de botella global. Limitar las relaciones humanas en el mundo a relaciones de poder en el siglo XXI es ser poco oportuno.

Tanto el neoliberalismo como el imperio se apoyan en la desigualdad de poder pero sus fines e instrumentos son bastante diferentes. La mutación del neoliberalismo en imperio es un gran cambio que lleva a Estados Unidos a un territorio inexplorado plagado de contradicciones.

Jan Nederveen Pieterse es profesor de Sociología en la Universidad de Illinois.

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