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Reportaje:Dos meses de lucha contra el chapapote | CATÁSTROFE ECOLÓGICA

"La gente votará pensando en el mar"

Pescadores y mariscadores de O Grove participan en la limpieza de las playas a pesar de recibir ayudas oficiales

Ramón Lobo

Nueve y media de la mañana. En la lonja de O Grove (Pontevedra), al lado de un mercado de pescado semidesierto, bulle agitación. Una mujer vocea nombres y apellidos y aguarda la respuesta. Asigna las tareas del día: unos, a las playas; otros, a limpiar botas y aperos. "Recibimos los informes de los militares y de nuestros vigilantes y diseñamos el plan de la jornada", dice Francisco Iglesias, patrón mayor de la cofradía, el primero que se declaró en huelga de hambre en protesta por la desidia de las autoridades. Él, como los de Cangas do Morrazo y A Pobra do Caramiñal, no cuenta con la simpatía de la consejera de Asuntos Sociales de la Xunta, Corina Porro. "Es por nuestra tozudez en exigir medios", se defiende Iglesias.

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A Amelia y Delfina les tocó San Vicente. Embutidas en monos blancos pelean con las botas guardando equilibrios. "Hay galletas en la playa", explica Amelia. Ambas cobran las ayudas pero no escatiman esfuerzo en la recogida de fuel. "Es un dinero que no lo ganamos en un mes", dice Delfina en referencia a los 1.200 euros recibidos. "El dinero está funcionando, porque la gente se encuentra más tranquila", añade Amelia. ¿Influirá en las municipales de mayo? El marinero Manuel Castuelo responde: "No creo; la gente votará pensando en el mar". Jonatan, de Salamanca, explica el sistema de participación en O GrOve: "En los primeros días trabajaron todos, marineros, mejilloneros y mariscadores, después llegaron los voluntarios; ahora, intentamos poner las pilas de nuevo a esta gente".

Rosario participa en la cadena que reparte guantes, gafas, palas, rastrillos y capachos y echa de menos a los chicos de Cádiz, que se marcharon el día anterior. Ahora aguarda otro grupo de Valencia. "Donde quitaron la estatua de Franco había que poner una de los voluntarios", dice. Entre los venidos de fuera destaca Arturo Martínez, de 46 años. Es chileno. Se ha erigido por carisma y capacidad en gobernante del almacén. Ordena y ayuda. Arturo tiene gracejo andaluz. "Llevo viviendo 15 años en España, de ellos cinco en Chiclana y se ha pegado el habla". Llegó a O Grove hace un mes, en un scooter. Tardó seis días en hacer el viaje. "Aprovechaba el calor", dice junto a tres militares de Sevilla que son los transportistas que llevan cada día a los trabajadores a las playas asignadas. "No sé cuándo regresaré. Soy anticuario aunque trabajaba de pintor de casas nuevas. Iré a donde me lleve el instinto", dice.

Junto a él, tres extranjeros se explican en inglés: Hjalmar, Werner y Mariusz. El primero es noruego de Oslo, pintor y escultor. Se acaba de divorciar y viajó a España atraído por un amor burgalés. El segundo es alemán de Múnich y está en O Grove a cuenta de las vacaciones del año. El tercero, polaco de Poznan, es director de teatro. "Veíamos la televisión en Alemania y decíamos: 'Es horrible', pero yo quería hacer algo más", dice Werner. Ha logrado que su empresa, Loctite, done material y tiene a varios compañeros dispuestos a viajar a Galicia. "Soy sociólogo y trabajo en una oficina delante de un ordenador; es muy aburrido. Aquí ayudo y aprendo de los gallegos".

En la cofradía, envuelta en pancartas de Nunca Máis, Francisco Iglesias sigue dando vueltas a la falta de medios: "Sólo pedíamos barreras anticontaminación, bombas succionadoras y un plan de emergencia para la ría. Han pasado un mes y siguen sin dar una respuesta; todo son dilaciones. Aquí vino una semana antes de la llegada del chapapote el consejero de pesca y dijo: 'Hay una posibilidad entre mil' y nos acusó de alarmismo. Esta ría produce 1.300 millones de euros al año, entre pesca, turismo y actividades derivadas. Fue un milagro que nos salváramos".

El almacén de O Grove está surtido. "La respuesta de las empresas de toda España ha sido magnífica gracias a la Cámara de Comercio. Ahora estamos en contacto con las cofradías de Carnota y Muxía y enviamos lo que necesitan", dice Iglesias. Se queja de la empresa Tragsa, contratada por la Xunta para manejar el voluntariado. "Se colocaban a la entrada del pueblo y echaban atrás autobuses diciéndoles que no necesitábamos más gente". A sus espaldas, un organigrama de trabajo dividido por casillas: almacenes; alimentos y material; vigilancia del mar; vigilancia de playas; recursos humanos; prensa; fauna y aves... Cada una tiene un responsable y un teléfono. Parece un estado mayor.

Iglesias, denostado por la Xunta, se rebela contra la filosofía oficial: "Ellos venden que no se puede hacer nada, que no se puede recoger el fuel en el mar, que hay que esperar que llegue a costa. Y eso no es cierto. Basta con tener voluntad".

De izquierda a derecha, HjalmarJerkskog (Noruega), Arturo Martínez (Chile) y Werner Raschbacher (Alemania), trabajadores voluntarios en la limpieza del chapapote.
De izquierda a derecha, HjalmarJerkskog (Noruega), Arturo Martínez (Chile) y Werner Raschbacher (Alemania), trabajadores voluntarios en la limpieza del chapapote.LALO R. VILLAR

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