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Columna
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Desnudo o derrotado

Andrés Ortega

Irak podría convertirse en un Estado desnudo. Si no hubiera guerra y funcionaran las inspecciones internacionales, tendríamos una situación sin precedentes: un Estado sometido a un estricto escrutinio internacional, con el derecho de los inspectores de armamentos de entrar en cualquier lugar e interrogar a cualquier persona, dentro o fuera del país. Un Estado bajo rayos X. Es un caso distinto de lo que supone una ocupación (como en Japón o Alemania, tras la segunda guerra mundial) o un protectorado (en Kosovo, que no es un Estado, o en Bosnia-Herzegovina, que sí lo es). O la UE, donde los Estados han decidido, a través de la integración, someterse al escrutinio constante de sus socios y de las instituciones, no para perder o coartar su soberanía, sino para compartirla. Está por ver lo que aguantaría un régimen dictatorial a tal exposición a la transparencia. Pues el sistema, pese a la eficaz organización del régimen de Sadam Husein, puede acabar generando una positiva inestabilidad interna.

Es crucial que cualquier salida en Irak sea multilateral, que EE UU no actúe solo

Suponiendo que pudiera ser viable, tal "Estado monitorizado" incluso con el concurso de organizaciones no gubernamentales, puede constituir una alternativa a la invasión. En todo caso, es una solución menos costosa en términos de vidas humanas y destrucción. Washington está en una difícil situación. La crítica al informe de 12.000 páginas presentado por Irak así lo indica. Bagdad no se declaró culpable. No deja, sin embargo, de ser curiosa la situación de un acusado que para salir libre debe aportar pruebas de su crimen. Washington pone a Bagdad de mentiroso, con alegaciones precisas. Pero si la Administración de Bush revela todo lo que sabe (o lo que dice saber, o debería saber) puede desvelar fuentes y, en caso de guerra, darle ventaja al enemigo. O tener que recordar que en el pasado EE UU, o algún otro aliado, pudo ayudar a Irak a conseguir armas biológicas.

Con la solución del Estado desnudo, Bush podría proclamar una victoria de su política, por el hecho de haber controlado el problema en teoría principal: el de las armas de destrucción masiva. Pero no le bastaría. No tanto por su opinión pública, que bien puede aguantar meses de tensión y una campaña para las presidenciales en clima de guerra, o por una economía algunos de cuyos agentes, especialmente en el mundo del petróleo, piden que se despeje cuanto antes la cuestión iraquí, sino por lo que puede venir después, que es la pesadilla de esta Administración

Pues si Bagdad cumple la dura Resolución 1.441 aprobada por unanimidad en el Consejo de Seguridad del pasado 8 de noviembre, de inmediato pedirá que se aplique la 1.284 (de 1999), por la cual el Consejo de Seguridad tendría que suspender el embargo económico a Irak y dejar que reanude su producción normal de petróleo, con lo que el dinero volvería a entrar a raudales en las arcas de Sadam Husein, convertido en un régimen vigilado, pero, de nuevo, muy rico y con capacidad de financiar todo tipo de actividades dentro y fuera. EE UU cuenta con un seguro, a saber, que la suspensión de las medidas económicas sería por 120 días, y que para tomarla, como para ratificarla cada cuatro meses, se requeriría el voto positivo del Consejo de Seguridad. Washington dispone del derecho de veto en todos los casos. Pero en EE UU empiezan a hablar halcones que temen que Bush haya caído en "la trampa de la ONU". Otras voces se elevan a favor de un containment del régimen iraquí muy distinto de aquel al que se sometió a la Unión Soviética: vigilado, rodeado y sin la posibilidad de mover un dedo, salvo contra los suyos. Pero si en la política de EE UU hacia Irak se impone el "imperativo estratégico", invasión habrá. En todo caso, es crucial para lo que venga después en Irak y en todo Oriente Próximo, que, como insiste Brian Urquhart, cualquier salida sea multilateral (que EE UU no actúe por sí solo) y legítima. Si es posible, de nuevo, con la unanimidad del Consejo de Seguridad. No es para menos.

aortega@elpais.es

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