"No nos castiguen dos veces"
Turismo de Galicia afirma que ir de vacaciones a la región es otra forma de solidaridad
El domingo pasado hacía una tarde espléndida en las Rías Bajas. La carretera que va de Baiona, en la ría de Vigo, a Portugal estaba repleta de coches. Y en cada curva, en cada promontorio o salida al mar, más coches aparcados. La gente bajaba con cámaras fotográficas y envases vacíos. La atracción turística era el chapapote, su grosor, su olor a petróleo, su negrura junto al blanco de las olas. Pero ese turismo negro no es el que deja dinero. A pocos kilómetros de allí, en el parador de Baiona, una fortaleza rodeada de pinos desde donde se ve el mar abierto y la bahía del pueblo, la marea negra ya ha llegado a recepción.
Ángel M. Arribas, jefe de recepción del parador, comenta sus efectos: "Aquí teníamos una convención internacional sobre medio ambiente de unas 80 personas y se nos cayó. La suspendieron por culpa de la marea. Iban a venir biólogos y otros científicos para visitar las islas Cíes y, al final, nada. También teníamos una cena prevista para unas 300 personas. Estaba fijado que viniera Manuel Fraga. Y al final la cena se quedó en menos de la mitad".
Y en la isla de La Toja, Javier Aguilera, director de explotación de los dos hoteles La Toja, de cinco y cuatro estrellas, tampoco quiere esconder la realidad: "El fin de semana pasado hemos tenido bastante menos ocupación que el año anterior. Tampoco hay que ser alarmistas. Pero la gente debería decir: 'Pues ahora, nada más que por lo que ha pasado, voy a ir a Galicia".
"Llaman algunos clientes", comenta un empleado del parador de Baiona, "para decirnos que cancelan su alojamiento, que no quieren venir de vacaciones porque les da apuro venir a disfrutar mientras nosotros estamos en esta situación, porque dicen que es como ir a pasarlo bien a un velatorio. Pero si lo pensaran dos veces se darían cuenta de que como más daño nos hacen es no viniendo". "Que la gente no nos castigue dos veces", pide la directora general de Turismo de Galicia, María Antón. "La solidaridad no ha de mostrarse sólo para quitar el chapapote", agrega.
La Xunta ha decidido invertir en publicidad turística esta temporada 20 millones de euros, el doble de lo que estaba previsto para la promoción del sector. Se prevé instalar 12.000 vallas publicitarias, fletar dos camiones promocionales que recorran Europa, presentar campañas divulgativas en Londres, Roma y París y concertar con El Corte Inglés una quincena de Galicia para mayo o junio, entre otras actividades. "Pero tenemos que saber cuánto va a durar esta pesadilla. Y qué efectos va a tener. De momento, los viveros de la costa en las rías están bien. Pero, ¿hasta cuándo?".
Ésa es la gran pregunta que se hacen pescadores y hosteleros. Hasta cuándo. "Si la cosa se queda como está", señala el director de hoteles La Toja, Javier Aguilera, "en cuatro meses la gente se habrá olvidado de todo".
"Hoy me he reunido con gente del sector y les he dicho que tenemos que dar imagen de seguridad y confianza en nuestros productos. Tenemos que creernos nosotros las cosas para convencer a la gente. Y sin mentir a nadie. Pero los españoles han de saber que esa merluza gallega que tanto les gusta no se pesca en la Costa da Morte ni en las rías sino en el Gran Sol, que no está afectado. Y tenemos que decirle a la gente que Galicia es mucho más que el marisco: es el turismo rural, el cultural, las zonas termales".
María Antón, la directora general de Turismo, recuerda que hay otros productos gallegos, aparte del marisco, que conviene promocionar, como las patatas y la ternera. "Lo importante es que la imagen de Galicia no salga malparada de todo esto, porque como la gente asocie Galicia a la mancha negra, todo lo que tenemos en Galicia que no tiene nada que ver con la mancha saldrá perjudicado también. Pero yo espero que esto no dure mucho. Cuando la catástrofe del Mar Egeo, la playa donde yo me he bañado toda la vida estaba totalmente negra en 1992 y en el verano de 1993 ya me estaba bañando otra vez allí".
La directora general de Turismo confía en que la respuesta de los españoles a estas llamadas de ayuda sea tan clara como la de los voluntarios que limpian las playas recubiertas del recuerdo del Prestige.
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