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CUMBRE EUROPEA EN COPENHAGUE

La ampliación ahonda la brecha económica y social en la UE

Los 10 futuros Estados socios sólo suman el 5% del actual PIB de los Quince

La pelea entre los Quince y los 10 países candidatos sobre la factura de la ampliación llega en un pésimo momento de la economía europea, y sobre todo de Alemania, el gigante que aporta el 25% del presupuesto de la Unión y dirigido hoy por un canciller cuyo mensaje electoral siempre ha sido el de taponar el grifo de Berlín hacia Bruselas.

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Los 74,8 millones de habitantes de los diez países que entrarán en 2004 en la UE (hoy con 378,7 millones de habitantes) tienen una renta media del 44% comparada con la de los Quince. Y su producto interior bruto global el año pasado (404.000 millones de euros) sólo supone el 5% del PIB total de los actuales socios del club (8,8 billones de euros).

El PIB por habitante y el volumen del sector agrícola son los dos datos básicos que inciden en el reparto de los fondos comunitarios. Todas las regiones con una renta media per cápita inferior al 75% de la media europea (prácticamente todas en los diez candidatos) tienen derecho a recibir fondos estructurales como regiones objetivo 1, mientras acceden al Fondo de Cohesión los países con renta media inferior al 90% de la existente en la UE. Pues bien, la renta media en los diez oscila entre el 36% de Lituania y el 78% de Chipre, pasando por el 40% de Polonia, el país clave de esta magna ampliación con 38,6 millones de habitantes.

Si los fondos regionales suponen aproximadamente el 34,5% del presupuesto de la UE (98.634 millones de euros en total), el porcentaje sube hasta el 45% en el caso del presupuesto comunitario dedicado a la Política Agrícola Común (PAC). Pues bien, mientras los Quince destinan un 40,3% de su territorio a explotaciones agrícolas, en Polonia la cifra llega al 58,4% (casi 170.000 kilómetros cuadrados), en la República Checa al 54,3% y en Hungría el 61,3%. Es más, dos de cada diez polacos son agricultores, pero sólo aportan el 3,4% del PIB del país.

Son estas cifras las que hacen temblar a los Quince y por eso han rebajado notablemente los porcentajes de los fondos que en teoría les correspondería recibir a los nuevos socios a partir de 2004. Y es por eso por lo que esta ampliación será la mayor de la UE, pero también la más barata. Baste recordar que en 1999 los Quince, que entonces pensaban acoger a sólo seis países en 2002, fijaron la factura en un máximo de 42.590 millones de euros, pero ahora, pese a ser diez los candidatos, calculan que sólo gastarán alrededor de 41.000 millones.

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Otros datos estadísticos abundan más en la situación de los aspirantes, con excepción de Malta, Chipre y Eslovenia, que se mueven en cifras equiparables a la UE actual. Dos de cada diez polacos está en paro y la relación se duplica en el caso de trabajadores con menos de 25 años (el paro en la zona euro es del 8,3%). En Eslovaquia, el desempleo es del 19,4% y en Lituania, del 16,5%. Por eso, los Quince han impuesto un periodo de transición de siete años antes de que los trabajadores de esos países puedan establecerse con libertad en la UE actual. Con déficit públicos como los de Eslovaquia (5,6% del PIB) o República Checa (5,5%), no es extraño que los candidatos también hayan recibido el mensaje de que no deben precipitarse a la hora de pedir su ingreso en la eurozona, es decir, que se olviden de ingresar en 2006 pese a que en teoría podrían hacerlo a los dos años de entrar en el club.

En la balanza opuesta, los Quince ven en esta ampliación una enorme oportunidad de ampliar mercados, conseguir mano de obra más barata o incrementar la competitividad. Por eso, la ampliación también puede suponer un empuje para ese revulsivo que necesita una economía europea que sólo crecerá este año alrededor del 0,8%, cuando su potencial supera el 2,5%. No se puede olvidar que el 78,5% de las inversiones que entran en los diez aspirantes proceden de la UE (sólo el 6,1% hacen el camino opuesto). Alemania, la locomotora europea más necesitada de ese empuje, será sin duda la más beneficiada.

Jan Kulakowski y Jan Truszczynski, negociadores polacos, ayer en Varsovia.
Jan Kulakowski y Jan Truszczynski, negociadores polacos, ayer en Varsovia.AP

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