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CATÁSTROFE ECOLÓGICA EN GALICIA | Movilización cívica en Santiago de Compostela

Más de 150.000 gallegos exigen dimisiones

La mayor manifestación que recuerda Galicia pide responsabilidades por la catástrofe del 'Prestige'

Xosé Hermida

En el país de la lluvia, nadie recuerda una multitud de paraguas como la que ayer colapsó el casco histórico de Santiago de Compostela. El temporal que partió el Prestige también conspiró contra los que habían convocado a la ciudadanía para proferir un grito de rabia: "Nunca máis". Pero la lluvia no impidió que la tragedia reuniese la mayor manifestación que se recuerda en Galicia. Desde estudiantes de bachillerato de las tierras agrícolas de Melide, en A Coruña, hasta los percebeiros de la Costa da Morte; desde jóvenes anarquistas a mejilloneros de las Rías Bajas que se confesaban militantes del PP, se unieron en una "marea cívica" de más de 150.000 personas, según la policía municipal, que elevó un clamor para exigir responsabilidades políticas por la catástrofe.

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No fue un simple conjuro contra la desgracia o un lamento más contra los seis buques que en los últimos 30 años han sembrado la destrucción en la costa gallega y cuyos nombres fueron recitados como si fueran los personajes de un bestiario. Los manifestantes exigían algo más, y lo dejó bien claro el escritor Manuel Rivas, que leyó el manifiesto final. "Se lo vamos a decir en el código del mar: 'Delta', 'India', 'Mike', 'India', 'Óscar', 'November'... ¡D-i-m-i-s-i-ó-n!".

La "marea cívica", en expresión del propio Rivas, había avanzado sobre Santiago desde primera hora de la mañana como contrapunto a aquella otra marea negra que en esos momentos castigaba de nuevo la Costa da Morte. Las entradas de la ciudad se colapsaron en las dos direcciones, la del norte, por donde venían los de A Coruña, y la del sur, el camino para los de Vigo. Los empleados de los puestos de peaje de la autopista no daban abasto para cobrar, y se formaron colas tan largas que, ante las protestas de los automovilistas, tuvieron que acabar levantando las barreras y permitir que la gente pasase sin pagar.

A las 12, cuando partía la marcha, el centro de Santiago era intransitable a pie. La manifestación tenía un recorrido de unos 1.500 metros, en buena parte por las estrechas callejuelas del casco histórico, lo que impidió observarla desde una perspectiva general. Cuando los últimos manifestantes entraron en el Obradoiro eran casi las 15.30. Rivas se vio obligado a leer dos veces el manifiesto. La policía municipal calculó que la plaza se llenó y se vació en seis ocasiones, de lo que deduce que por allí desfilaron entre 150.000 y 200.000 personas.

La marcha fue pacífica y paradójicamente alegre, aunque abundasen los símbolos fúnebres: pancartas con las letras "RIP", jóvenes vestidos con túnicas de plástico negras, el humorista Farruco -uno de los más populares de Galicia- ataviado como un vendedor de ataúdes, una figura de un cormorán crucificado... Pero también se vivieron algunos momentos de tensión antes del inicio, cuando grupos de nacionalistas radicales increparon a dirigentes del PSOE y lanzaron huevos contra el secretario general del partido, José Luis Rodríguez Zapatero. Para evitar incidentes, Zapatero se retiró a un segundo plano y se fue discretamente después de que se leyera el manifiesto final. Miembros del BNG -que promovió la Plataforma Nunca Máis, a cuya convocatoria se adhirió posteriormente el PSOE- trataron de contener al grupo que arremetió contra Zapatero. Pero destacados cargos socialistas aseguran que algunos dirigentes del Bloque participaron también de los gritos de "PSOE, PP, a mesma merda é" que se escucharon brevemente al inicio de la marcha.

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La pancarta de la cabecera, con el "Nunca máis", la portaban representantes de los sindicatos y de colectivos de pescadores. En segunda fila, los líderes del BNG, Xosé Manuel Beiras, y el PSdeG, Emilio Pérez Touriño, y cerca de ellos, el coordinador general de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, y el candidato de Los Verdes a la alcaldía de Madrid, José María Mendiluce. Antes de perderse entre la multitud, Zapatero hizo para los periodistas un alegato contra el "autoritarismo" y el ejercicio de la "censura" que, según él, practica el Gobierno de Aznar atentando "contra la dignidad del pueblo gallego". "Decían que todo estaba controlado y no lo estaba, que no había marea negra y sí la hay", añadió Zapatero. También Llamazares arremetió contra "el desbarajuste y la mentira" que, según él, han caracterizado la actuación del Ejecutivo. Beiras reclamó a Fraga y a Aznar que asuman "la máxima responsabilidad política", pero no olvidó advertir a los socialistas contra la tentación de "pescar en río revuelto".

Por detrás de los líderes políticos, se estiraba la multitud de paraguas y pancartas, muchas portadas por niños. Chema, un mariscador de A Coruña, comentaba como si fuese un veterano de guerra: "Ya voy por mi tercera marea negra. El corredor del Atlántico sí que es el eje del mal". Bajo un gran plástico negro, se mezclaban, hombro con hombro, militantes anarquistas de piercing y pañuelo palestino con señoras en la cincuentena perfectamente endomingadas. De todos los cánticos, uno salió triunfante: "El chapapote que lo limpie el del bigote".

Ya en el Obradoiro, el actor Carlos Blanco propuso a la multitud una letanía. Él daba el nombre de algún lugar de la Costa da Morte -el cabo de O Roncudo, por ejemplo- y la gente gritaba: "¡Chapapote sobre nosotros!". Luego Rivas fue desgranando las reivindicaciones: que dimitan los responsables, que se legisle el tráfico de mercancías peligrosas, que se salde con Galicia la "deuda histórica de catástrofes"... "Hoy somos toda la humanidad que grita 'Nunca más", agregó antes de finalizar: "Que no se desprecie más este SOS de un pueblo cansado de aguantar y sufrir".

Miles de ciudadanos colapsaron las calles del centro histórico de Santiago de Compostela a pesar de la intensa lluvia.
Miles de ciudadanos colapsaron las calles del centro histórico de Santiago de Compostela a pesar de la intensa lluvia.LUIS MAGÁN

"Nos han dejado una estela de ruina"

Sólo dice que se llama José, que es de Boiro, en la margen coruñesa de la Ría de Arousa, y que vive del mar. Ya ha debido de rebasar los 60 años y, recién terminada la manifestación, se protege de la lluvia con un impermeable amarillo de marinero mientras pliega su pancarta, en la que ha escrito: "No nos jodáis más". "Hemos venido de Boiro y de Pobra do Caramiñal", explica, "somos mejilloneros, mariscadores, comerciantes... Estamos aquí para que saquen de nuestras costas esas latas cargadas de veneno. Y porque en Arousa todo el mundo tiene mucho miedo a que lleguen las manchas".

Cuando se le pregunta si está de acuerdo con las peticiones de dimisión que se han oído en la marcha, José se decide a hacer una confesión: "Se lo voy a decir... Yo soy militante del PP. Aún tengo en casa el carné, para mi desgracia. Porque en los años que me quedan de vida no les vuelvo a votar más. Lo único que nos va a dejar Fraga tras de sí es una estela de ruina".

Pese a la insistencia, José no quiere dar su nombre completo. Pero otros militantes del PP no se han ocultado. Por ejemplo, los alcaldes de Arteixo y Sada, dos localidades cercanas a A Coruña, que pagaron autobuses para que los vecinos fuesen a Santiago. O los concejales populares de Cambre, otro municipio coruñés, que votaron a favor de una moción en apoyo de la convocatoria.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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