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CATÁSTROFE ECOLÓGICA EN GALICIA | Miles de toneladas de fuel amenazan las costas gallegas

Galicia aguarda el segundo desastre en 10 días

El Gobierno de la Xunta espera "lo peor" ante la inminente llegada de 9.000 toneladas de fuel

Xosé Hermida

La suerte está echada: once días después del hundimiento del Prestige, un velo de luto con olor a gasolina volverá a abrazar de un momento a otro las playas y acantilados de la Costa da Morte (A Coruña). Las 9.000 toneladas de fuel que han derivado hacia Galicia desde el lugar del hundimiento del petrolero, a 250 kilómetros de Finisterre, se encontraban anoche a unas 12 millas náuticas (22 kilómetros) de tierra y avanzaban velozmente, con la complicidad de los vientos del noroeste, en dirección a la zona ya batida por la primera marea negra, hace dos semanas. "Nos esperan días difíciles", confesó ayer el consejero de Pesca de la Xunta de Galicia, Enrique López Veiga, tras anunciar el estado de emergencia ante una catástrofe inminente, la segunda que sufriría la zona en sólo 10 días.

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Las autoridades temen que esta marea negra tenga consecuencias más devastadoras que la primera, porque la cantidad de fuel arrojada a la costa puede ser mayor.

"Aquí ya está todo el mundo en zafarrancho de combate", comentaba a última hora de la tarde la diputada autonómica socialista Marisol Soneira, vecina de Camariñas, una de las localidades más directamente amenazadas. Los marineros de la comarca consultaban las predicciones meteorológicas y buscaban información donde podían: llamando a las instituciones y a las radios costeras o contactando a través de sus emisoras con los barcos que navegaban por la zona. Nadie encontró noticias optimistas. Los ayuntamientos de la comarca estaban colapsados por las constantes llamadas de los voluntarios, que llegaban hasta de Australia, dispuestos a empezar de inmediato la lucha contra la nueva marea negra.

El Gobierno, a través de su vicepresidente primero, Mariano Rajoy -que llegó anoche a Galicia acompañado del ministro de Medio Ambiente, Jaume Matas-, intentó hasta última hora alimentar la esperanza de que la costa gallega se librase del avance de la gran mancha de fuel. Más realista, el consejero de Pesca, López Veiga, despertó ayer a los gallegos con el anuncio de que el nuevo desastre era inevitable. "Hay que estar preparados para lo peor", advirtió en el informativo de la mañana de la emisora autonómica Radio Galega. La noche anterior, con las predicciones meteorológicas y los cálculos de los científicos sobre la mesa, ya había llamado a las cofradías de pescadores de la Costa da Morte para avisarles de que el destino estaba en manos del viento y la orientación de éste parecía inamovible.

Frente al avance del fuel, nada se podía hacer, sólo mitigar ligeramente sus nocivos efectos en la costa. A pesar del viento y de la noche, los siete barcos anticontaminación llegados de diversos países se hicieron al mar a última hora del jueves en un último intento por borrar parte de la mancha. Pero sólo pudieron succionar unas 1.000 toneladas. Entre el domingo y el martes, cuando hizo buen tiempo, sólo estaban disponibles dos buques de ese tipo, que en tres días lograron achicar, según las autoridades, 2.000 toneladas de combustible. Los refuerzos, esperados desde la semana pasada, llegaron entre el martes y el miércoles, cuando el mal tiempo ya no les permitía salir al encuentro de la masa contaminante.

Uno de esos barcos antipolución se situó ayer en la entrada de la Ría de Arousa, en el límite entre las provincias de A Coruña y Pontevedra, el tesoro que las autoridades gallegas intentan salvar por encima de todo, una vez que la Costa da Morte está irrevocablemente condenada. "Si librásemos las Rías Bajas, ya sería una buena cosa", declaró López Veiga. Una vez que la avanzadilla de la marea negra bata contra la zona de Finisterre y la mancha principal se disgregue en múltiples retazos, su comportamiento resulta difícil de predecir. La corriente principal frente a la costa gallega es de sur a norte, un factor que favorece a Arousa y al resto de las Rías Bajas. Pero los vientos pueden alterar la combinación. De hecho, algunos restos de la primera marea negra se detuvieron a las puertas mismas de las Rías Bajas, aunque la mayor parte se escurriese hacia el norte. Una hipotética invasión del fuel en Arousa elevaría la magnitud de la catástrofe a unas dimensiones ecológicas, económicas y sociales desconocidas hasta ahora.

De ahí que la Xunta, aunque considere improbable que Arousa se contamine, haya incluido esa ría en su plan de emergencia. En la medida que se pueda, tratarán de cubrirse las bateas mejilloneras con lonas anticontaminación. Los propietarios de las bateas también tienen dispuestos sus barcos para ayudar a achicar fuel si fuese necesario. En la Costa da Morte, ya poco se puede hacer. Las barreras anticontaminación están apiladas en los puertos a la espera de conocer los últimos movimientos de la mancha antes de que llegue a tierra. No hay otro modo de actuar, dicen las autoridades. "Nos esperan días muy duros", subrayó ayer el consejero de Pesca de la Xunta.

López Veiga tampoco negó que las consecuencias de esta marea negra pueden ser peores que las de la anterior por la gran cantidad de fuel que arrastra el mar. Y hasta es posible que éste no sea el último torrente de contaminación que alcance Galicia. De la mancha principal se disgregó otro charco de fuel que se quedó rezagado y ayer se encontraba a 30 millas de la costa. Y sigue latente la amenaza de filtraciones en los tanques hundidos del Prestige. Los restos del petrolero están lejos, a 250 kilómetros de Finisterre, pero la gran mancha que dejó antes de hundirse sólo ha tardado 11 días en alcanzar Galicia.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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