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Una aventura silenciosa

Fernando Vallespín

Con la muerte de John Rawls, a los 81 años de edad, acaba la aventura intelectual del que seguramente fuera el más grande de los filósofos morales y políticos de la segunda mitad del siglo XX. Fue una aventura callada, siempre guiada por una modestia extrema y una dedicación exclusiva al mundo académico, que tuvo la enorme fuerza de recomponer y rehabilitar la gran tradición del pensamiento moral y político. De hecho, era ya un lugar común referirse a dicha tradición como la que va "de Platón a Rawls". La publicación de su inmenso y complejo libro Una teoría de la justicia (1971), del que se han vendido ya más de 220.000 ejemplares en lengua inglesa y ha sido traducido a todas las lenguas cultas del mundo, marca un hito en la discusión filosófica sobre los problemas centrales de la política contemporánea. Su disciplina y economía conceptual, su "gramática moral", enseguida comenzó a constituir el trasfondo obligado de cualquier argumentación sobre cuestiones tales como el problema de la legitimidad del Estado, los criterios de la justicia distributiva, la personalidad moral, la fundamentación de los derechos humanos, la difícil relación y delimitación entre individualidad y comunidad, etcétera.

Además de arrogarse el privilegio de aportar la más sólida defensa filosófica de un liberalismo igualitario, que se da la mano con los contenidos básicos del proyecto socialdemócrata, dicha obra tuvo la inmensa virtud de hacerlo recomponiendo el inmenso puzzle de la filosofía moral en torno a una limitada serie de conceptos básicos. Consiguió ofrecer un mapa en el que pudieron reconocerse las inquietudes teóricas de filósofos morales, juristas, politólogos y economistas; su obra tuvo siempre un marcado carácter interdisciplinar. Gracias a ese referente ya imprescindible es como cabe explicar el renacimiento de las propuestas neoliberales, comunitaristas y republicanas, y, en general, el gran auge de la filosofía política durante las últimas décadas del pasado siglo. Sus últimos trabajos, entre los que cabe destacar El liberalismo político (1993), pueden leerse como un intento por ir refinando su teoría y contestar a las críticas, así como por desarrollar algunos temas que consideraba insuficientemente tratados, como el concepto de "razón pública" o la integración normativa en sociedades plurales y complejas.

Como reconoció en la única entrevista personal que concediera a lo largo de toda su vida, su obra intelectual había estado siempre marcada por un dramático episodio biográfico: la muerte de sus dos hermanos menores por sendas enfermedades que él les había contagiado. Eso le hizo tomar conciencia del importante papel del azar en la vida de las personas y de la necesidad de que la lotería genética u otras contingencias no interfirieran en la igualdad intrínseca de los seres humanos. El intento por definir y eliminar las desigualdades estructurales que nos impiden acceder a una plena igualdad ciudadana y lesionan nuestra autoestima, se convirtió así en su proyecto vital. En la concepción kantiana de la personalidad moral y en la acción redistributiva de un Estado intervencionista encontró las dos palancas sobre las que sustentar dicho proyecto, la más potente teoría de la justicia aparecida en las últimas décadas.

Fernando Vallespín es catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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