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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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El mundo al revés: Bush, Alemania y Lula

Joaquín Estefanía

LOS ORGANISMOS MULTILATERALES más afamados (por ejemplo, el FMI o la OCDE) suelen llamar la atención, informe tras informe, de que uno de los problemas más profundos de la economía mundial es su falta de flexibilidad: laboral, empresarial, macroeconómica, etcétera. Pero nunca hacen el mismo hincapié en la dureza de su ortodoxia, que muchas veces ha servido para agravar los problemas más que para solucionarlos.

Una de las más clamorosas pruebas de ese mundo al revés en que a veces devienen las recetas económicas teóricamente universales la tenemos ahora en el tratamiento del déficit público, y las distintas varas de medirlo en la práctica. Veamos tres ejemplos clamorosos: Estados Unidos tiene un déficit público creciente (al final del año fiscal superará el 2% del PIB), que se puede multiplicar en la hipótesis de una guerra contra Irak; sus autoridades no manifiestan preocupación alguna. Alemania va a estar muy cerca del 4% de déficit al acabar 2002; su Gobierno derrama lágrimas de cocodrilo por las críticas de la Comisión Europea, pero no aplica medidas quirúrgicas para detenerlo.

EE UU y Alemania, dos de los países más ricos del mundo, utilizan el déficit para salir de la crisis. Al tiempo, el FMI exige a Lula un superávit público, sin tener en cuenta las enormes necesidades sociales de Brasil

En el otro extremo, a Brasil se le exige un superávit primario de sus cuentas públicas (excluyendo los intereses de la deuda) ¡del 3,8%! si quiere seguir recibiendo las ayudas del FMI por valor de 30.000 millones de dólares. Es decir, dos de las principales economías del planeta, EE UU y Alemania, transitan por la crisis con déficit públicos crecientes y reconocidos, y una de las sociedades del mundo con mayores necesidades, la brasileña, tiene que poner entre sus prioridades un nivel de ingresos públicos por encima de los gastos.

Las dos mejores cosas que ha hecho Lula hasta ahora han sido cambiar la agenda de los agentes económicos y amortiguar sus relaciones con el FMI y los bancos de negocios (que han encontrado un chollo con la rigidez del Fondo, lo cual les permite criticarlo y pasar a un segundo plano sus responsabilidades políticas en la campaña electoral de Brasil). Lula -que tomará posesión, casi con seguridad, el 6 de enero y no el primero de enero como se consideraba hasta ahora, para dar solemnidad a ese momento- ha dicho: el problema es el hambre, no los equilibrios macroeconómicos. 'Acabar con el hambre es la misión de mi vida': que todos los ciudadanos brasileños coman tres veces al día. ¿Quién se opone? La sobrerreacción de los mercados financieros a la presencia de Lula en el palacio de Planalto se ha contenido en las últimas dos semanas.

¿Cómo puede tener superávit público una sociedad que no ha hecho la reforma fiscal pendiente, que tiene un 53% de su población por debajo del umbral de la pobreza y un 14,5% de la misma en niveles de indigencia? ¿Cómo puede conseguir ese equilibrio que se exige a Lula -pero no en el mismo grado a Bush o a Schröeder- entre la austeridad fiscal y presupuestaria, y la corrección de unas desigualdades que ponen a Brasil en la cola del mundo junto a Sierra Leona? El 42% de los hogares brasileños todavía no posee alcantarillado; el salario mínimo asciende a 55 dólares mensuales. Poner en marcha el plan Hambre cero supone invertir al menos 20.000 millones de dólares anuales, dos terceras partes de las ayudas prometidas por el FMI, que tienen que servir para asegurar el pago de la deuda externa brasileña.

El pragmatismo de que hace gala EE UU para salir de su crisis (crecimiento del déficit público y constantes bajadas del precio del dinero) se contradice con la rigidez europea (Plan de Estabilidad y Crecimiento en un contexto de debilidad económica manifiesta, y tancredismo del Banco Central Europeo, más temeroso de ser acusado de seguidismo de la Reserva Federal que de llegar a tiempo para inyectar liquidez al sistema) y, sobre todo, con las exigencias disparatadas a países como Brasil. Por ejemplo.

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