'Cuadernos de todo' reúne escritos y dibujos de Martín Gaite

Cuadernos de todo es el título de la obra póstuma de la escritora Carmen Martín Gaite (Salamanca, 1925-Madrid, 2000) que se presentó ayer en el Círculo de Lectores de Madrid. El libro surgió a partir de la exposición Lo raro es vivir, que organizó hace tiempo el Círculo de Lectores dedicada a quien fuera socia de honor y estrecha colaboradora del club. Su hermana, Ana, decidió rendirle 'su último homenaje' a la escritora con este libro -editado por Areté-, que reúne una selección de 35 cuadernos de trabajo que la autora salmantina llevaba a todas partes.

Marta, la hija de Carmen Martín Gaite, a la que cariñosamente llamaban La Torci y que falleció antes que su madre, le regaló un cuaderno el día que la escritora cumplió 36 años. A partir de ese momento, la autora de Nubosidad variable fue llenándolo de anotaciones, collages y dibujos que plasmaban su manera de entender la creación literaria, el papel de la mujer, la prensa, Nueva York, la soledad, el amor, los hijos, el vacío, las ilusiones, la vejez, la muerte y la vida.

'Es todo jamón, no hay nada de tocino', le dijo Marta a su tía Ana sobre lo que guardaba su madre en el cuaderno. A la hora de inventariar ese abundante material que la autora atesoraba en su casa de El Boalo (Madrid), Ana reparó en los cuadernos que Carmen había acumulado a lo largo de los años, desde 1960 hasta 1997.

'Tenía una casa pequeña repleta de cosas. Se podían encontrar papeles hasta en las zapateras, bien ordenados, pero estaban en todas partes', contó ayer Ana con visible emoción. Para ella, su hermana tenía dos facetas esenciales: 'Fue una excelente narradora y también una gran estudiosa hasta el final de su vida'. Este libro, 'de enorme fuerza poética', contiene por una parte 'lo que sugieren las lecturas y la reflexión', y por otra, 'los viajes y la vida', según las declaraciones de Ana.

A pesar de las numerosas ofertas recibidas -sobre todo de entidades norteamericanas- para recopilar toda la obra de la escritora, Ana, que es la única heredera de su legado, manifestó ayer su deseo de que fuese una universidad española la que se haga cargo de estos documentos.