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Más de 500 rehenes están hospitalizados en Moscú

La inmensa mayoría de los liberados sufren envenenamiento por el gas lanzado por las fuerzas rusas

'Me han dicho en la clínica número 13 que tienen a una mujer muy parecida a la descripción de tu madre, pero está inconsciente y no nos dejan entrar. Piden que les hagamos llegar una foto mañana y ellos nos dirán si coincide'. Eduard habla por el móvil con su esposa para darle cuenta del posible paradero de su suegra Tatiana Vorobáyeva. Pasan de las tres de la tarde en Moscú. Como varios centenares de personas más que desde la madrugada peregrinan por el fango y bajo la lluvia ante las puertas cerradas de los hospitales, Eduard está tratando de saber qué ha sido de sus familiares después de su traumática liberación. 'Sveta está viva', dice refiriéndose a su cuñada.

Frente a un micrófono, un hombre iba leyendo los nombres de los vivos identificados

Estamos en el antiguo centro de formación profesional cercano al teatro de la fábrica de rodamientos. Desde allí, en una pista de baloncesto convertida para el caso en sala de asambleas, los parientes de los rehenes liberados trataban de averiguar en qué hospital estaban sus seres queridos. Los psicólogos les sonríen con amabilidad de diplomados en relaciones públicas, pero no pueden ayudarles.

Nadie habla de muertos directamente, pero cuando las listas parciales de hospitalizados (742 personas en total) se leían en voz alta, las omisiones parecían golpear físicamente a quienes, con el corazón en vilo, esperaban oír el apellido, el nombre de pila y el patronímico de un ser querido: 'Alekseieva, Oksana Vasilevna; Anojina, Olga Vasilevna; Andrópova, Svetlana Genadevna...'. La agencia gazeta.ru aseguró que 546 seguían anoche hospitalizados en Moscú. De los más de 300 que estaban en el hospital número 13, sólo cuatro o cinco tenían heridas de bala.

Frente a un micrófono, un hombre iba leyendo los nombres de los vivos identificados. Los rostros de quienes no encontraban el nombre deseado en la lista se demudaban.

'¡Dios mío!, ¡Dios mío! Es como si el suelo se hundiera bajo mis pies. Sólo puedo rezar y rezar', decía una mujer mayor a la que era imposible hacer reaccionar con palabras de consuelo. En el vestíbulo colgaban listas y más listas y las direcciones y teléfonos de 25 clínicas por lo menos, incluidas varias infantiles y un hospital militar, según pudo comprobar este periódico.

Ni teléfonos ni direcciones eran útiles para quienes se agolpaban frente a las puertas de la clínica número 13, entre ellos Nikolái Firzov, un ingeniero retirado que había ido en busca de su hijo Alexéi, de 24 años, 'un chico bueno que no fuma y al que le gustan la lectura y los ordenadores'.

Alexéi había ido con Iulia, su novia, al musical. Ella había telefoneado desde la clínica número 13, pero él no, y ninguna lista le identificaba como vivo. Nikolái se esforzaba en mantener la entereza. Alexéi había llamado cinco veces por lo menos desde el teatro. 'En las dos últimas conversaciones habló muy flojito, pero era su voz. Me preguntó si alguien se preocupaba aquí de su liberación, y yo le dije que sí, que toda Europa estaba pendiente de ellos y que las tropas de intervención especial los habían rodeado'. 'Él me respondió que iban a asesinarles en grupos si no tomábamos medidas, es decir, si no se retiraban las tropas de Chechenia. Me pareció que hablaba encañonado por una pistola, sobre todo la última conversación. Fue ayer a las tres y media de la tarde. Nosotros no le llamábamos para que no le sonara el teléfono. Esperábamos a que lo hiciera él'.

La confusión frente a la clínica número 13 era enorme. Literalmente, el establecimiento había dado con la verja en las narices a los parientes que habían sido convocados telefónicamente a primera hora de la mañana para que recogieran a los ex rehenes, y se encontraban un poco más tarde en el barro de una mala acera frente a unos funcionarios y policías que les conminaban a volver mañana y les obligaban a apartarse cada vez que entraba o salía un vehículo.

'No me han dejado entrar a darle las zapatillas. Dicen que no podremos verlos hasta mañana, que es por una orden especial', decía un hombre hablando en la calle por su móvil.

Como otros parientes afectados por tres horribles días, el hombre no quiso hablar con los periodistas. Las declaraciones de unos y otros parecían indicar que algo se había interpuesto entre la intención de enviar a los rehenes a casa y el nuevo confinamiento.

Dos miembros de los servicios de socorro trasladan un cuerpo no identificado desde el teatro a un hospital.
Dos miembros de los servicios de socorro trasladan un cuerpo no identificado desde el teatro a un hospital.AP

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