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El Gobierno de Holanda cae por la rivalidad entre los populistas de Fortuyn

El partido ultraderechista que barrió hace seis meses se desploma en los sondeos

Isabel Ferrer

La lucha por el poder en el seno de la Lista Pim Fortuyn (LPF), el partido creado por el asesinado líder ultraderechista holandés del mismo nombre, provocó ayer la caída del Gobierno de centroderecha del que formaba parte junto con la democracia cristiana (CDA) y los liberales de derecha (VVD). Las próximas elecciones podrían convocarse el 11 o 18 de diciembre, si bien la ley prevé hasta tres meses para prepararlas.

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Poco antes de presentar su renuncia ante la reina Beatriz, el primer ministro democristiano, Jan Peter Balkenende, aseguró ante el Parlamento que la coalición se había roto por culpa de las rencillas personales entre los ministros de Sanidad y Economía, ambos del LPF, y no por diferencias políticas.

Eduard Bomhoff, viceprimer ministro y titular de Sanidad, y Herman Heinsbroek, su colega de Economía, protagonistas de la disputa que ha desbaratado el Gobierno a los 87 días de su formación, dieron su versión de los hechos por separado. 'No se puede trabajar cuando falta respeto', señaló el primero al marcharse. 'Me voy porque el LPF está sumido en el caos. Con Bomhoff puedo operar sin problemas', afirmó para sorpresa de muchos el segundo. Sumido en una crisis interna desde la muerte de Fortuyn y a falta todavía de un líder auténtico que encabezara el partido, Heinsbroek se había ofrecido para cubrir dicho puesto siempre que Bomhoff le cediera el cargo de viceprimer ministro. Si iba a ser el jefe de su grupo, es lógico que tuviese además esa responsabilidad adicional en el Gobierno, vino a decir el ministro de Economía. Muy molesto, Bomhoff llevaba semanas repitiendo que no pensaba renunciar a ninguno de sus títulos políticos.

Además de entorpecer la labor gubernamental, su enfrentamiento ha desvelado los diferentes estilos de ambos rivales. Cortés y austero en las formas, pero algo altanero en su trabajo, el responsable de Sanidad aparecía como uno de los pocos políticos con talla de su partido. Había propuesto mejorar las prestaciones sanitarias aumentando las primas de la seguridad social y, si bien el plan no había cuajado, evidenciaba su voluntad de afrontar sin dobleces los problemas del sector. Extrovertido e informal, Heinsbroek es un multimillonario que no tuvo reparos en exhibir su fortuna y aún no había dejado una huella en el Gabinete.

El Gobierno de Balkenende ha sido el más corto recordado en Holanda desde la II Guerra Mundial. La mezcla de democristianos, liberales y el grupo de novatos de difícil clasificación reclutado por Fortuyn antes de morir a manos de un ecologista radical, resultaba novedoso e imprevisible. Gerrit Zalm, líder del VVD, dijo ayer que la coalición ahora deshecha había sido el resultado de lo exigido por las urnas tras el asesinato y a la vista del desencanto de los votantes porque los políticos parecían haberlos olvidado. 'Ha quedado claro lo que daba de sí ese mandato. Convoquemos de nuevo elecciones y que hablen las urnas', afirmó. También abogó por seguir trabajando en un nuevo Gobierno con la democracia cristiana, siempre que ambos grupos salgan reforzados de la consulta como apuntan ya los analistas.

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Según los sondeos de las últimas semanas, la Lista Pim Fortuyn no sacaría más de tres o cuatro escaños si las elecciones fueran convocadas ahora. En mayo pasado obtuvo 26 de los 150 sillones parlamentarios. En cuanto a sus votantes, 4 de cada 5 dicen sentirse desilusionados por la actuación de unos políticos que han preferido reñir a ponerse al servicio del ciudadano. Para el primer ministro dimisionario Balkenende, la crisis ha convertido su bautismo político en un duro ejercicio. Sereno en todo momento, sólo se mostró más firme al asegurar que esperaría hasta ayer para anunciarle a la soberana -que el martes enterró a su esposo, el príncipe Claus-, la caída del Gobierno.

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