En medio de un círculo vicioso
Miembros de la comunidad universitaria analizan el trabajo de los becarios en la UPV
Los hechos son incontestables, aunque sus interpretaciones pueden ser discutidas y divergentes. Así sucede en el siguiente caso. La Universidad del País Vasco (UPV) ofrece becas de colaboración y formación a sus alumnos de segundo ciclo (hecho 1). Estas becas se disfrutan en diferentes servicios universitarios, que abarcan desde el de mantenimiento de los servicios informáticos hasta el de orientación universitaria (hecho 2). En estas áreas, el número de becarios es mayor que el número de personal contratado (hecho 3). A cambio de estas becas, de 20 horas semanales, el alumno percibe 400 euros mensuales (hecho 4).
Hasta aquí, una realidad clara e incontestable. Las valoraciones que genera, sin embargo, entre la comunidad universitaria no son tan evidentes ni mucho menos uniformes. Para unos, es simple y llanamente explotación, con poco de formación y mucho de ahorro para las arcas de la institución, de freno para la contratación de personal y de indefensión para el becario. A juicio de otros, es necesario, útil y beneficioso para el alumno. No obstante, las opiniones de la mayoría están teñidas de matices y la imagen del círculo vicioso se repite en todas las reflexiones.
'Estos becarios son mano de obra barata', se queja el sindicato CC OO
La postura de Marisa Celaá, representante de Comisiones Obreras, sindicato mayoritario en la UPV, es un ejemplo. 'Las becas de colaboración se dan porque la plantilla es escasa y benefician mucho más a la universidad que a los alumnos. Aunque sí que se podría decir que estos becarios son mano de obra barata, su eliminación no es la opción. Sería bueno que se estableciera un sistema que transforme las becas en la posibilidad de obtener un puesto de trabajo, lo que haría que estos becarios se formaran realmente', explica.
En términos similares se expresa Teresa Olivera, de la central STEE-EILAS. 'De sobra es conocido que el trabajo que realizan muchos becarios se corresponde con tareas que deberían ser realizadas por personal contratado. Si bien es cierto que los alumnos y alumnas necesitan una formación que vaya más allá de lo puramente teórico, la necesidad de esta formación no pasa por la realización de un trabajo para el que no han sido contratados. Para evitar estas situaciones habría que revisar y modificar una normativa obsoleta', afirma.
En este sentido, la UPV está trabajando en el diseño de un nuevo reglamento para esta figura. En este proceso participa Fernando Cossío, vicerrector de Investigación y Relaciones Internacionales, quien insiste en las bondades de esta figura, aunque admite la debilidad de la posición de los becarios en el seno de la comunidad universitaria. 'Es posible que exista una indefensión para el becario, pero estamos en la mejor disposición para mejorar sus condiciones. Hemos planteado la posibilidad de crear una figura del Defensor del Universitario, aunque todavía tenemos que ver cuál podría ser su soporte jurídico y no hay nada decidido', anuncia.
Itziar Pérez, de ELA-Universidad, se muestra tajante sobre esta situación: 'Con las becas de colaboración la Universidad oculta el déficit de plantilla del Personal de Administración y Servicios (PAS), se aprovecha de unos becarios que, indefensos, están entre la espada y la pared y los utiliza como mano de obra barata'.
Distinta es la percepción que tiene Juan Aréchaga, presidente de la Asociación de Catedráticos de la UPV. 'Me parecen muy positivas, porque los estudiantes pueden obtener una remuneración económica, es una etapa formativa para ellos, les permite ser más responsables, ver cómo es la Universidad, y la institución universitaria funciona mejor. De hecho, si no tuviera estos alumnos, la Universidad no podría dar abasto. Lo que me parecería excesivo es que a estas personas se les exigiera lo mismo que a un trabajador normal', señala.
El vicerrector del campus de Álava, Antonio Rivera, comparte con Aréchaga la experiencia de haber sido en su época de estudiante becario de colaboración y su visión positiva de esta figura, aunque reconoce también que hay espacio para la crítica. 'Para mí, que fui en mi tiempo becario de biblioteca, tiene muchos beneficios, pero es verdad que la frontera entre la beca como experiencia formativa del alumno y como trabajo encubierto es muy tenue. Es verdad también que muchas plazas deberían estar ocupadas por personal contratado, pero el problema es de dónde se puede lograr el dinero para eso. No hay que olvidar que la precariedad del becario es un reflejo de la precariedad de la universidad', reflexiona Rivera.
Más dinero que formación
Igor, estudiante de Ingeniería, de 22 años, y Susana, alumna de la Escuela de Náutica, de 23, son dos de los 600 alumnos de la UPV que, según el Consejo de Estudiantes, cuentan con una beca de colaboración. Encuadrados en el Servicio de Orientación Universitaria (SOU), ambos reciben por cuatro horas de labor diaria 400 euros al mes, principal reclamo que les atrajo para solicitar una de estas plazas. 'Es el dinero lo que nos empujó a pedir la beca, porque la formación relacionada con nuestra carrera que podemos obtener, a excepción de conocer mejor nuestro plan de estudios, es nula', explican los dos. 'De hecho, añadir esta experiencia a mi currículo es como si incluyera que he estado trabajando en un McDonald's', apuntilla Igor.
Ambos señalan de forma contundente que en las becas para este tipo de servicios, incluidas las bibliotecas o el mantenimiento del sistema informático, es la Universidad y no los alumnos quien sale mejor parada. 'Con estas becas quien gana es la Universidad, porque desahoga la administración. Aunque nos gusta lo que hacemos y obtenemos el beneficio que queremos, que es sacar un dinero extra, sí que nos sentimos mano de obra barata. Nuestra beca, la del SOU, no es de formación, es trabajo administrativo', resaltan.
Por ello, Igor reclama que las becas no desaparezcan, pero sí que estén mejor dirigidas. 'Me gustaría que se asignaran mejor y se dedicaran a cosas más relacionadas con las carreras que estudiamos, que tuvieran un valor añadido', asegura.
Igual reclamación plantea el presidente del Consejo de Estudiantes de la UPV, Pablo Gómez Salazar, quien pide una mayor protección para estos becarios. 'En este caso no hay ninguna regulación. Debería haber un estatuto del becario, se debería actualizar el salario y no hacer trabajar a destajo a los becarios ni usarlos como obra de mano barata, lo que hace que sucedan cosas sorprendentes, como que la estructura del servicio informático de la Universidad se base en becarios, y no en técnicos', reclama.
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