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Reportaje:

El asilo de las ideas

Unos 1.200 extranjeros se han alojado en el Centro de Acogida de Refugiados de Sevilla desde 1994

Tereixa Constenla

El hermano de Estela Aguirre huyó de Colombia cuando la guerrilla le reclamó 'para la causa' a uno de sus hijos. 'Quieren muchachitos de hasta 16 años porque los pueden engañar', aclara Estela Aguirre. Ella no tardó en pisar los talones de su hermano, después de que el cerco de amenazas se estrechase sobre la familia a partir del mes de agosto de 2001, cuando la guerrilla les dio cinco días para abandonar su finca en la provincia de Risaralda.

Las tierras, que ocupan unas 750 hectáreas donde antes coexistían café, plátano y zonas selváticas, están ahora en manos del frente 47 de las FAR. Cuando Estela pidió ayuda a la policía colombiana, la respuesta fue desoladora: 'Si el presidente se sienta a conversar con la guerrilla y tiene que hacer lo que le dicen, ¿qué puede hacer una señora corriente?'. El mando policial agregó, por si sobrevivía alguna duda: 'No voy a mandar a 30 agentes a que me los embosquen'.

La tramitación burocrática es lenta, y en ocasiones supera los 12 meses

Así que la finca que cultivaron durante generaciones los Aguirre pertenece ahora a los guerrilleros. Y la familia -después del asesinato de tres integrantes- está esparcida por Gran Bretaña y España.

Hace 10 meses que Estela Aguirre, acompañada de sus dos hijos y su yerno, pidió asilo político en España. Desde entonces vive en el Centro de Acogida de Refugiados (CAR) de Sevilla, mientras espera una respuesta a su solicitud y trata de reacomodar su vida como puede. 'No sé qué voy hacer, porque una no puede acceder al trabajo si no es en una casa y la remuneración es muy mala', lamenta. La incertidumbre laboral acecha a los demandantes de asilo casi sin distinción, fuere cual fuere su formación original. En su búsqueda de empleo cuentan con el padrinazgo del propio CAR que, en sustancia, es 'lo que nos diferencia de un hotel', aclara la directora del CAR, María Fuencisla Rodríguez Martín.

En el centro de Sevilla, que tiene capacidad para 120 plazas, residen en la actualidad medio centenar de extranjeros, que están pendientes de que la Administración española decida si les otorga la condición de refugiados.

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La tramitación burocrática es lenta -se examinan los casos individualmente para comprobar si el solicitante es víctima de una persecución por razones ideológicas, religiosas o étnicas que justifiquen el asilo- y, en ocasiones, supera los 12 meses, el tiempo máximo que los solicitantes pueden permanecer en el centro público, salvo excepciones.

Dejar el centro de refugiados sin medios para sobrevivir atemoriza a los residentes, que se ven obligados a olvidar su historial profesional para optar a empleos poco cualificados pero accesibles. Ni siquiera con esa disposición es fácil hallar algo. 'Con sólo abrir la boca, te cierran la puerta, da igual tu preparación', explica una colombiana que abandonó el país con sus cinco hijos después de que un grupo de paramilitares asesinase a su marido, un prestigioso científico.

A pesar de su formación, aceptó un trabajo como limpiadora en una residencia de ancianos: 'Lo hacía con mucho amor porque todo trabajo es digno'. No le hicieron contrato y tampoco le concedieron vacaciones: 'El jefe me decía que yo no tenía derecho a nada'. Enfermó tres días, avisó, el jefe la tranquilizó. Cuando se reincorporó ya la habían sustituido. 'Hay días que una se cansa de pensar y llorar', concluye.

Termómetro internacional

El edificio de Sevilla, sito en la plaza La Acogida, fue inaugurado por Cristina Alberdi, a la sazón ministra de Asuntos Sociales, en mayo de 1994. Con 120 plazas, es el más grande de la red de centros de acogida de refugiados que gestiona directamente el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, que se completa con un edificio en Valencia y dos en Madrid. Diversas ONG, además, gestionan centros con plazas concertadas con la Administración estatal para alojar a los solicitantes de asilo. El perfil de los ocupantes del CAR depende del rumbo de la política internacional. 'Somos como un termómetro', compara el coordinador del equipo técnico, Sebastián Madrid. En 1994, tras la crisis de los balseros, los cubanos se convirtieron en una de las nacionalidades mayoritarias, pero la hegemonía se desplaza de unos países a otros conforme lo hacen las guerras, el hambre y las persecuciones. En los últimos años los colombianos han sido el grupo más numeroso hasta que recientemente entró en vigor la exigencia del visado para entrar en España a los procedentes de Colombia y Cuba. Ésta es una de las razones por las que el CAR está en sus mínimos históricos de ocupación (50 personas). 'Somos como los bomberos, que ojalá que no haya que utilizarlos pero no puedes prescindir del servicio', precisa la directora. Desde su apertura ha alojado a más de 1.200 extranjeros de cerca de medio centenar de nacionalidades. Las vicisitudes no han sido menores. 'Hemos tenido matrimonios, embarazos, nacimientos y muertes, pero si tuviera que destacar algo sería la capacidad de salir adelante del ser humano', señala María Fuencisla Rodríguez. Después de ocho años al frente del centro ha extraído también una lección clara: 'Tengo el convencimiento de que soy una privilegiada, vivo en mi país, tengo un trabajo, una familia, amigos, y no he tenido que salir'.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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