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ELECCIONES EN BRASIL

50.000 policías protegieron el voto en Río

El Ejército desplegó 11.000 soldados frente a la violencia del narcotráfico

Juan Arias

El Estado de Río de Janeiro, el segundo más importante de Brasil después del de São Paulo, acaparaba ayer la atención de la jornada electoral. Y más concretamente en su capital, donde el lunes de terror (el 30 de septiembre pasado) los capos del narcotráfico paralizaron la ciudad y sembraron el pánico en la ciudad. La gobernadora Benedita da Silva había pedido entonces al presidente Fernando Henrique Cardoso la ayuda del Ejército. Más de 50.000 hombres -27.649 policías militares, 12.000 policías civiles, 550 policías federales y 11.000 militares- protegieron ayer la votación en Río.

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Fue un gesto inédito en las elecciones brasileñas. La policía había recibido noticias de que los narcotraficantes que dominan las principales favelas de la ciudad querían aprovechar el domingo de las elecciones para paralizar de nuevo la ciudad. Pretendían, en una palabra, enturbiar la fiesta de la votación democrática de los cariocas. Pero no lo consiguieron.

Las autoridades organizaron un espectacular despliegue policial y militar con más de 50.000 hombres. Estuvieron también bajo alerta tanto la Marina como la Fuerza Aérea. Según el coronel del Ejército Iván Cosme, desde el primer momento se excluyó la presencia de carros de combate en la ciudad, donde fueron desplazados 1.740 vehículos de la policía militar y 600 de la policía civil. Estuvieron en alerta también 350 soldados del batallón especial de choque. Varios helicópteros sobrevolaron la ciudad antes de que se abrieran las urnas para detectar posibles movimientos de los narcotraficantes en las favelas más violentas como la del Morro do Alemão.

Sólo en ciertos lugares las amenazas de algunos narcotraficantes obligaron a cambiar el lugar de las votaciones, como en la Universidad Estácio de Sá, cercana a la favela de Turano. Pero no hubo acciones espectaculares. Los militares en alerta pudieron votar también, ya que no tuvieron que ser movilizados ante la ausencia de disturbios. El clima de calma y de fiesta democrática dominó en todo el país, y apenas hubo accidentes de importancia.

La única incógnita en Río es la de saber cuántos ciudadanos dejaron de votar, tanto por los problemas de las colas que tuvieron que soportar por problemas en las urnas de varios colegios electorales (en algunos casos se pidió a los electores que volvieran a votar por la tarde) como por el miedo de salir a la calle a pesar del gran despliegue militar.

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Por la mañana, el psiquiatra Luiz Alberto Py, catedrático de la Universidad Federal de Río, había alertado, a través del diario Jornal do Brasil, contra la psicosis del miedo y de la paranoia, advirtiendo de que ése era el mayor regalo que se podía hacer a la violencia. Según relata, el lunes de terror quiso llevar personalmente a su hijo de cinco años a la escuela. Para Py, el miedo irracional puede crear mayores problemas y peligros que la misma violencia física.

Una de las víctimas del mal funcionamiento de algunas urnas electrónicas fue la gobernadora del Estado de Rio, Benedita da Silva, que tuvo, que tuvo que esperar una hora y media para poder votar, ya que las dos urnas de su colegio electoral se rompieron y no había modo de hacerlas funcionar. Con calma, la gobernadora aprovechó para hacer campaña electoral entre los presentes pidiéndoles el voto para su reelección.

Seguidores de José Serra pasan frente a varios soldados en Río de Janeiro. PLANO GENERAL - ESCENA
Seguidores de José Serra pasan frente a varios soldados en Río de Janeiro. PLANO GENERAL - ESCENAASSOCIATED PRESS

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