Israel frena la demolición del cuartel general de Arafat tras las críticas de EE UU
Miles de palestinos desafían el toque de queda en las manifestaciones de apoyo a Arafat
La Intifada popular ha renacido en las calles de Cisjordania y de Gaza. Las movilizaciones pacíficas en apoyo del presidente Yasir Arafat y contra el toque de queda impuesto por los israelíes se han saldado, sin embargo, en las ultimas horas con cinco muertos y cerca de un centenar de heridos. Pero nada de eso parece inquietar al Gobierno de Ariel Sharon, que ayer insistía en las presiones contra el presidente, le ofrecía 'un billete de avión, pero sin regreso' y ordenaba a los tanques proseguir con la demolición de su cuartel general de Ramala, donde se encuentra asediado desde hace cuatro días.
'¡Basta ya de toque de queda!', gritaban ayer al mediodía los manifestantes en la plaza Menara, en el corazón de Ramala, mientras agitaban pancartas denunciando la ocupación israelí. Los vehículos blindados y los tanques de los soldados permanecían apostados al otro lado de la calle, con los faros encendidos, como advirtiéndoles por última vez de su presencia y que estaban dispuestos a intervenir con firmeza.
Durante unos largos e interminables minutos, los dos bandos se miraron fijamente. Sopesaron sus fuerzas. A pesar de todos los pronósticos, no hubo enfrentamiento. Todos recordaban los incidentes acaecidos la noche anterior, cuando los vecinos de los campos de refugiados de Lamari y Calandia trataron de llegar a la Mokata de Arafat, y los soldados dispararon sin ninguna piedad. Hubo dos muertos.
Ayer por la tarde, la batalla de la plaza Manara, a poco menos de 200 metros de la residencia de Arafat, quedó reducida a gritos, muchos gritos, insultos, a los que siguió una retirada estratégica, dejando el terreno libre a los jóvenes más belicosos, que con el rostro tapado se dedicaron durante toda la tarde a levantar barricadas y lanzar piedras contra los soldados.
La Intifada revive así los momentos más épicos de su historia, cuando era sólo una movilización popular y el arma más peligrosa y contundente un pedazo de adoquín. Las calles de Ramala recuperaron el viejo espíritu de la revolución de las piedras.
Manifestaciones pacíficas
Lo mismo sucedió en Gaza, Tulkarem, Nablús, Jericó y Belén, donde durante todo el día se sucedieron manifestaciones pacíficas en apoyo del presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasir Arafat. Como si todos los palestinos hubieran perdido el miedo salieron a la calle, olvidándose que la autoridad militar israelí había decretado un estricto toque de queda y que los soldados tienen órdenes tajantes de disparar contra todos aquellos que salgan de sus casas.
La jornada de movilizaciones populares palestinas se han cerrado hasta ahora con un balance trágico; cinco muertos y decenas de heridos. Entre las víctimas, un periodista, Isam Mithkal Hamzeh Altilawi, de 30 años, reportero de la Voz de Palestina. Murió de un tiro en el pecho. No será el último. Los servicios de urgencia de los hospitales de Cisjordania y Gaza están en situación de máxima alerta, como hace dos años cuando se inició la segunda Intifada y los heridos se contaban a diario por decenas.
La campaña de movilizaciones en apoyo de Arafat y desobediencia civil contra los toques de queda impuestos desde hace meses por las tropas israelíes no han hecho más que empezar. De boca en boca, de mano en mano, se está difundiendo en los territorios palestinos la proclama del mando supremo del partido gubernamental Al Fatah: 'Llamo a todos palestinos a salir a la calle y romper el toque de queda impuesto por Israel para proclamar que no estamos dispuestos a coexistir con la ocupación'.
La amenaza de una revuelta popular no parece haber hecho temblar el pulso al primer ministro israelí, Ariel Sharon, que ayer daba órdenes de proseguir con toda firmeza la Operación Cuestión de Tiempo, con la que se pretende forzar el exilio del presidente palestino. Un portavoz del Gobierno aseguraba que se le ofrecía un billete de avión, 'pero sin regreso'.
La presión psicológica contra el presidente Arafat va de la mano de la presión física, mientras que trata de reducir, a golpe de maquina excavadora, el espacio vital en el que se encuentra enclaustrado el líder palestino. El cuartel general de Arafat, asediado desde hace cuatro días por las tropas israelíes, en represalia por un atentado suicida perpetrado el pasado jueves en Tel Aviv, se ha quedado reducido a una decena de habitaciones debido a los trabajos de las excavadoras y los misiles lanzados desde el aire por el Ejército israelí.
No hay agua, electricidad ni teléfono en la Mokata, a pesar de los constantes desmentidos de un portavoz del Ejército israelí, que insiste en que no hay ninguna intención de hacerle daño. 'Arafat quedará atascado en un agujero hediondo', dijo hoy un alto oficial militar israelí.
'Antes de entregarme prefiero pegarme un tiro', ha anunciado, a modo e respuesta, Arafat a los líderes de la comunidad árabe a través del último teléfono portátil que le queda en su mano, que le une con el mundo. El presidente ha cortado rápido su conversación, es consciente, que si la batería se agota, solo le quedará el silencio.
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