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Columna
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Misterios en Los Ángeles

Los Grammy latinos nacieron bajo una mala estrella. La organización responsable, LARAS (Latin Academy of Recording Arts and Sciences), se presentó avalada por Gloria y Emilio Estefan, lo que vulgarmente equivale a identificarse con la llamada 'mafia de Miami', cuyo poder y prepotencia indignan al resto de la industria de la música latina. Esa alta visibilidad de los Estefan no impidió que el evento chocara con la caverna cubana en Florida, que suele demostrar su valiente militancia anticastrista zancadilleando las actuaciones de los grupos procedentes de la Isla Grande.

La hostilidad del exilio, traducida en leyes e influencia política, todavía sigue dificultando el desarrollo de estos Grammy, como demostraron las autoridades correspondientes al negar los visados para los candidatos cubanos. Hubiera sido emocionante otro encuentro entre los pianistas Bebo y Chucho Valdés, padre e hijo, ambos premiados en esta edición, pero el hecho de que, respectivamente, vivan en Suecia y Cuba les hacía sospechosos. A pesar de su ilusión, tampoco pudo viajar el extraordinario rapper Nilo Castillo, cubano que reside en Madrid.

Nilo MC se hubiera vuelto con las manos vacías: en su categoría, rap / hip hop, el trofeo se lo llevó el veterano rimador puertorriqueño Vico C, ciertamente no en un momento creativamente brillante. Y eso da una pista del automatismo de los votantes de la Academia Latina: muchos de ellos parecen inclinarse por artistas de larga trayectoria, sin tomar en cuenta los valores intrínsecos del disco en liza (así, mientras Celia Cruz siga en activo, difícilmente otra figura ganará en el apartado de salsa). A veces, también funciona el voto póstumo: para Cassia Eller, la cantante recién desaparecida, fue la estatuilla de 'mejor disco de rock brasileño' por su Acústico MTV, tal vez lo menos rockero de su producción.

En lo positivo, algunos premios se escapan de lo previsible, como el de Bebo Valdés, cuyo El arte del sabor no hubiera existido sin la pasión del cineasta Fernando Trueba por el latin jazz. O el de la gran Susana Baca: su muy peruano Lamento negro se grabó en Nueva York durante la semana del 11-S. Igualmente sorprendente es que se considerara artista revelación a Jorge Moreno, un cubano-americano que viene apadrinado por Maverick, el sello de Madonna, lo que significa que está fuera de la industria latina; tal vez ahora su discográfica española se atreva a sacar su CD.

Babelia

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