11 del Séptimo
Once del Séptimo para los romanos, es decir 11 de septiembre en el gregoriano (11-S, que es como gusta llamársele de un tiempo aquí, desde que la avenida en la que se encuentra el glamoroso Tiffany o la torre en la que fue abatido King Kong se llama la Quinta, en lugar de General Custer o Sabino Arana como es costumbre en Europa). Pues bien, el once del Séptimo mes, 11 de septiembre o 11-S de 1973 el espadón Augusto Pinochet mataba a Salvador Allende, estadiaba (valga por 'encerrar en estadios', pues encarcelar le sabía a poco) a miles de chilenos. El 11-S del 73, se mataba la democracia en Chile.
Cierto que las Gemelas y su destrucción pasará a la historia como uno de los hitos que dieron paso al siglo XXI. Cierto. Pero los demócratas del mundo, aquellos que aborrecían -y aborrecen- de la violencia y la imposición, los que creían especialmente en la comunicación y la pedagogía, quienes querían una democracia más justa e igualitaria, perdieron el santo y la seña con la muerte de la democracia chilena y de su apóstol, Salvador Allende. No, aquél no era un mundo perfecto, afortunadamente, ni su programa el más sabio. No faltaba corrupción, ni injusticia, ni pobreza.
Pero, por un tiempo, las víctimas tuvieron la esperanza de serlo un poco menos, y se escucharon los sones de Violeta Parra (1917-1967), y otros, dando 'gracias a la vida, que me ha dado tanto'. O quejarse de que 'el juramento jamás cumplídico es el causántico del desconténtico' (sic) de los obreros, señor fiscal (Mazúrquica modérnica). Señor fiscal, haga usted su trabajo. Y haga usted, por Dios, cumplir el espíritu de la ley más allá de su letra.
Fe en la justicia, fe en el ordenamiento jurídico más allá de sus miserias, fe en la gente ('¡abre la muralla!'), fe en el futuro y una densa creencia en la igualdad de los hombres. Toda esa ilusión se concretó en un proceso social y político que se venía gestando en Chile desde la década de los sesenta y que culminó con el triunfo de la Unidad Popular en 1970.
Once de septiembre de 1973, el presidente Allende dirigiéndose a la nación por radio: chilenos todos, es hora de resistir. Una parte del ejército se ha sublevado, entre ellos, Augusto Pinochet, 'general rastrero' que ayer mismo juró lealtad a este gobierno. (Fe ciega en la palabra y la ley.) 'Ante estos hechos, sólo me queda decir a los trabajadores: Yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico pagaré con mi vida la lealtad del pueblo'. Sabía que moría (instantes después, los golpistas accedieran al palacio presidencial de la Moneda, donde fue asesinado). Palabras dichas en el paredón de los justos antes de ser inmolados.
Carne de gallina es lo que se le pone a toda una generación al escuchar esas palabras serenas, valientes, decididas y ¡esperanzadas! Justo cuando sabía que iba a morir con vileza. ¿Dónde quedó aquel espíritu radicalmente democrático, sinceramente socialista, digno, grande, con la grandeza de los hombres con convicciones y sin dogmatismos ni especulaciones vanidosas? ¿Dónde quedó enterrado aquel socialismo tolerante que creía en el hombre concreto? ¿Dónde aquellos hombres que habían asumido sobre sus espaldas y en sus corazones (Salvador Allende, Orlando Letelier...) el peso de la parte buena y sabia de la historia? ¿Dónde aquel proyecto de paz justa?
En 1973 fue enterrada con oprobio. Cuando avanzamos por el siglo XXI, cuando habitamos una tierra tomada -aún tomada- por la hidra vil, ¿quién recordará la grandeza democrática y socialista de Salvador Allende?
Y en el séptimo día, descansó (¿sería el mes Séptimo?). Da lo mismo. En el hemisferio sur septiembre es el mes de la primavera. Que florezcan; que florezca, sin más, y vale.
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