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Hallado el cadáver mutilado del físico ruso que reciclaba los residuos del 'Kursk'

El científico nuclear, que había desaparecido hace 10 días, conocía secretos de Estado

Parece el guión de una película de intriga o el argumento de una novela de espías. Los habitantes de Krasnoyark están consternados por el salvaje asesinato de Serguéi Bajválov, profesor de universidad de esa ciudad siberiana y autor de métodos para reciclar los materiales radiactivos. La policía, que el lunes había dado orden de búsqueda del químico nuclear después de que desapareciera hace 10 días, halló ayer el cadáver descuartizado de Bajválov. El científico, de 47 años, iba a encargarse del reciclado de los residuos nucleares del submarino atómico Kursk, hundido hace dos años.

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El domingo 18 de agosto por la tarde, un hombre llamó a la puerta del apartamento de Bajválov, que se hallaba descansando en casa con su esposa y su hijo. Abrió la mujer, quien después relató que se trataba de una persona a la que ella no conocía. Pidió hablar con Bajválov y éste, tras conversar brevemente con el visitante se fue junto con él. Al salir dijo que tenía un asunto urgente, y tanto la esposa como el hijo declararon que se fue voluntariamente y que en ningún momento les pareció que el hombre hubiera presionado a Bajválov para llevárselo.

Bajválov no regresó aquella noche ni al día siguiente. Los intentos de la familia de comunircarse con él no dieron resultados: su móvil no respondía. Entonces, el martes 20 de agosto, la esposa denunció a la policía la desaparición del científico. Después de seis días de infructuosa búsqueda, las autoridades policiales de Krasnoyarsk decidieron abrir un expediente criminal por presunto secuestro del químico nuclear y anunciar una búsqueda a nivel nacional.

Serguéi Bajválov era jefe de la cátedra de Química Física en la Universidad de Krasnoyarsk. Allí había creado un laboratorio para hacer diversos proyectos que vendía exitosamente. Esa empresa, llamada Centro de Investigación Científica de Ingieniería Kristall, ganó el año pasado el concurso para procesar los residuos radiactivos del submarino atómico Kursk, que se hundió con sus 118 tripulantes en agosto del año 2000. Además, trabaja en el procesamiento de desechos radiactivos metálicos de la flota del Pacífico.

El laboratorio, que Bajválov había fundado hace 12 años, contaba con financiación estatal y tenía el rango de instituto de investigación que se dedicaba principalmente a 'tecnologías y materiales de microelectrónica'. Naturalmente, debido al género de investigaciones que realizaba, Bajválov era una de las muchas personas rusas portadoras de secretos de Estado, lo que dio pie a diversas especulaciones.

Fuga de cerebros

Así, los colegas del científico descartaron que se tratara de un secuestro con el fin de obtener rescate en dinero, porque Bajválov no disponía de grandes sumas. Todo lo que ganaba con sus proyectos lo reinvertía en equipos modernos para las investigaciones de su laboratorio, aseguraron. Pero concedían que podía tratarse de un caso de fuga de cerebros, es decir, que Bajválov hubiera sido secretamente contratado para trabajar en otro país. Esta última versión, sin embargo, era rechazada por su esposa y su hijo, que se negaban a creer que Serguéi hubiera podido desaparecer voluntariamente e irse al extranjero sin avisarles.

Los científicos que trabajan en Kristall se negaron a revelar los métodos con los que neutralizarán el combustible nuclear utilizado en el Kursk, alegando que se trataba de un secreto. Pero se sabe que Bajválov pensaba que el método más fiable consiste en 'vitrificar' los desechos radiactivos, inmovilizándolos en cerámica o cristal.

El cuerpo encontrado ayer en la madrugada en uno de los suburbios de Krasnoyarsk llevaba la ropa de Bajválov y, según los médicos forenses, fue asesinado hace cerca de una semana. Sin embargo, la identificación definitiva del cadáver llevará tiempo, ya que fue descuartizado y sus restos estaban en alto grado de descomposición.

La policía cree que lo más probable es que la desaparición y el posterior asesinato de Bajválov estén relacionados con las actividades comerciales que realizaba el laboratorio del científico. Por ello, están investigando los últimos negocios de Kristall, entre los que figuran proyectos de procesamiento de metales no ferrosos y oro, y tecnologías para obtener cobre y aluminio extremadamente puros.

El negocio de la basura nuclear

El centro de investigación de Serguéi Bajválov era uno de los tantos institutos científicos que últimamente se concentran en desarrollar nuevas tecnologías para procesar los desechos nucleares y, ante todo, el combustible utilizado en las centrales atómicas. Y ello porque el año pasado entró en vigor una ley que permite importar residuos radiactivos de esas centrales. Rusia afirma que el negocio vale la pena, ya que en los diez primeros años podría ganar unos 20.000 millones de euros, que se invertirían principalmente en desarrollar nuevas tecnologías y construir modernísimos depósitos para los desechos nucleares.

Los ecologistas, sin embargo, desde un comienzo afirmaron que no hay garantías de que se puedan atraer tan ingentes sumas; lo que está garantizado es el peligro de tener nuevos Chernóbiles y convertir todo el país en un gran basurero nuclear.

Lo cierto es que el dinero no ha llovido después de la aprobación de esa ley, en gran parte debido a que más de los dos tercios del mercado mundial de Combustible Nuclear Utilizado (CNU) está controlado por Estados Unidos.

A pesar de ello, Alexandre Rumiántsev, ex director del Instituto Nuclear Kurchátov y actual ministro de Energía Atómica, se muestra optimista y recientemente anunció que el primer contrato para traer a Rusia CNU no procedentes de centrales construidas por Moscú será firmado el año próximo. Los primeros que han decidido recurrir a los servicios de los rusos son los británicos, que guardan el combustible usado en pequeños reactores de investigación.

El 80% del combustible nuclear lo producen los norteamericanos, que lo venden a otros países, pero conservan el derecho a disponer del ya utilizado. Por ello, sin el visto bueno de Washington, Moscú no podrá importar CNU de países como China, Japón y otros.

Para convencer a EE UU de la necesidad de permitir que parte de su CNU sea enviado a Rusia, Rumiántsev ha esgrimido un argumento que prevé será tomado con suma seriedad, especialmente después del 11 de septiembre: ha dicho que no tiene dinero para proteger como es debido las instalaciones atómicas.

La posibilidad de que un grupo terrorista pueda construir una pequeña bomba atómica con material robado en Rusia es algo con lo que se ha especulado desde que la URSS se desintegró hace ya más de 10 años. Pero los expertos y los ecologistas, incluido Greenpeace, consideran que ello es sumamente improbable.

Más peligroso para el mundo es la fuga de cerebros rusos. Así, se sabe que decenas de científicos nucleares han trabajado en Irán, país que tiene un ambicioso programa de misiles y al que esos rusos indudablemente han contribuido.

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