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Líderes republicanos advierten a Bush de los peligros de un ataque contra Irak

El ex secretario de Estado norteamericano asegura que la guerra será 'costosa en hombres'

Una guerra contra Irak será costosa en hombres y en presupuesto, exigirá la total ocupación del país, el respaldo de Naciones Unidas, el apoyo de una fuerte coalición internacional, una perfecta sintonía en Washington y una diplomacia más efectiva en Oriente Próximo. Son los consejos de James Baker, el ex secretario de Estado de George Bush padre, que se une a otros políticos republicanos en sus reticencias hacia un ataque contra Irak. La opinión de Baker aparecía ayer en la página de opinión de The New York Times, reavivando el debate sobre las intenciones bélicas de Estados Unidos.

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Cada semana una nueva figura republicana opina sobre Irak y pide mayor organización en una aventura militar mucho más compleja y delicada que la campaña de Afganistán. El decano de la diplomacia estadounidense, Henry Kissinger; el que fuera brevemente secretario de Estado, Lawrence Eagleburger, e incluso Brent Scowcroft, consejero de Seguridad Nacional en la Administración de George Bush padre y amigo personal de la familia, parecen haber contribuido, en sendos artículos publicados recientemente en la prensa estadounidense, a rebajar los ánimos guerreros de la Casa Blanca.

En esta ocasión, y desde las páginas de The New York Times, Baker, que ayudó a articular la coalición internacional durante la guerra del Golfo, afirma que Estados Unidos no puede convertirse en el llanero solitario de la diplomacia mundial. 'Aunque EE UU, sin duda, lo conseguiría, deberíamos hacer lo posible para no actuar solos y el presidente debería descartar las opiniones que se lo aconsejan. El coste y los riesgos serían mucho mayores, tanto internos como externos, si vamos solos o con uno o dos países'.

El ex responsable diplomático asegura que si Washington se decide a atacar Bagdad, deberá prepararse para una guerra larga, costosa y sumamente complicada. 'Si queremos cambiar el régimen en Irak, habrá que ocupar militarmente el país. No es realista pensar lo contrario', enfatiza Baker, que también advierte del alto coste en vidas, civiles y militares. 'Mandamos a 500.000 soldados, más los de nuestros aliados, a la guerra del Golfo. Habrá bajas, problablemente más que entonces, puesto que los iraquíes defenderán su patria'.

Esta vez, EE UU no podrá quedarse con la asignatura pendiente de 1991. 'Será difícil encontrar a Sadam. Nos llevó semanas localizar a Manuel Noriega en Panamá, un país pequeño donde teníamos bases militares'.

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Y habrá que pagar el precio. 'A menos que lo hagamos correctamente, esto afectará a otros intereses de nuestra política exterior, incluidas nuestras relaciones con casi todos los países árabes (e incluso muchos de nuestros aliados en Europa y en el resto del mundo), y suplantará quizá nuestra prioridad en luchar contra el terrorismo'. El coste se notaría especialmente en Oriente Próximo, donde sería necesario aplicar con más firmeza una solución diplomática.

Asímismo, 'una operación de tal magnitud también afectará al bolsillo del contribuyente estadounidense. La guerra del Golfo nos costó unos 60.000 millones de dólares', añade el ex secretario de Estado. Baker aconseja recurrir a la ONU y alentar la adopción de una resolución 'clara y directa que someta a Irak a inspecciones exhaustivas, en cualquier momento y en cualquier lugar sin excepciones'. Esto otorgaría una 'ventaja moral' y un peso político a la iniciativa militar de Washington.

Hans Blix, el hombre que debería encargarse de estas inspecciones, el responsable de la agencia de Naciones Unidas encargado del desarme en Irak, declaró ayer en el programa político estrella de la televisión estadounidense, Meet the Press, que estaba listo para investigar más de 700 instalaciones iraquíes, reconstruidas desde 1998 cuando los inspectores tuvieron que evacuar el país. 'Antes de la guerra del Golfo los iraquíes mintieron y nos engañaron; ahora hemos aprendido la lección', dijo Blix.

El artículo de Baker y las opiniones muy similares de las otras personalidades republicanas parecen haber desinflado el ardor guerrero del Gobierno Bush. En sus últimas declaraciones la semana pasada, desde su rancho en Tejas, el presidente estadounidense aseguró que consultaría con sus aliados antes de tomar cualquier decisión sobre Sadam Husein. 'Soy un hombre paciente', dijo Bush.

Disensiones públicas

¿Esto indica que Washington se está planteando con más detenimiento sus ansias bélicas? Es difícil saberlo. Estas recientes disensiones públicas, sobre todo de personas tan próximas al clan Bush, han sido incluso interpretadas como un intento del presidente de compensar el peso de los halcones en la Casa Blanca. Pero son conjeturas. Otros opinan que Washington, sin un claro plan de ataque, sigue tanteando el terreno.

El número tres del partido republicano, el representante Tom DeLay, volvía a pedir ayer una guerra inmediata. 'Creo que es tiempo de mostrar un fuerte liderazgo, los otros se sumarán luego', dijo. DeLay aseguraba ayer que si EE UU lanzara un ataque contra Irak, habría una rendición masiva de las tropas iraquíes ante el avance de las fuerzas norteamericanas. DeLay aseguró, en declaraciones a la cadena de televisión Fox, que se sentía 'muy cómodo' con la idea de atacar a Irak debido al precedente de la guerra del Golfo. En aquella ocasión, recordó, 'decenas de miles de soldados iraquíes se rindieron inmediatamente'. Lo que parece claro es que EE UU no podrá entrar en ningún conflicto sin antes poner un poco de orden en sus filas. 'El presidente deberá hacer lo posible por evitar que sus asesores y sus ayudantes expresen públicamente sus diferencias', subrayó públicamente Baker.

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