Un prócer se apaga
Andreu Ribera Rovira, fallecido a los 83 años, fue uno de los empresarios catalanes más influyentes en el franquismo
Barcelona despidió ayer al empresario Andreu Ribera Rovira, fallecido el jueves a los 83 años. Su fuerza se había ido extinguiendo en la última década, pero Andreu Ribera era uno de los próceres más destacados de la burguesía catalana. Sin ser ministro, llegó a despachar casi a diario con ellos en los últimos años del franquismo y a él se debe la unificación de las cámaras de comercio y de industria, en 1967. 'Fue el hombre más importante de la economía catalana entre 1967 y 1977, mientras fue presidente de la cámara', afirma a este diario Francesc Cabana, uno de los principales historiadores de la burguesía catalana.
La división entre las dos cámaras era una anomalía que se arrastraba desde 1912 y que en pleno franquismo, con la patronal Fomento del Trabajo Nacional casi desactivada, dejaba a los empresarios catalanes sin ningún órgano unitario para actuar. La llegada de Andreu Ribera a la presidencia de la Cámara de Industria, en 1965, despejó las reticencias hacia la unificación y fue recibida como agua de mayo por los jóvenes liberales del Círculo de Economía -Carlos Ferrer Salat, Joan Mas Cantí, Carlos Güell-, que llevaban tiempo ejerciendo de lobby para poner fin a la división.
'Hoy sería una 'rara avis': tenía hilo directo con Madrid y se 'mojaba', según Cabana
'La fusión hubiera sido mucho más difícil sin Andreu Ribera porque sólo él reunía las condiciones necesarias para dirigir la nueva cámara', recuerda Carlos Güell, ex presidente del Círculo de Economía, quien enumera las cualidades que a su juicio le convertían en el hombre adecuado en aquel momento: 'Tenía la confianza del empresariado catalán, honestidad, dedicación, entrega y buenas relaciones con el Gobierno'.
Pese a que el primer presidente de la Cámara fue Pepe Valls Taberner -el otro gran artífice de la fusión-, Andreu Ribera tomó el control de la entidad desde el principio y fue elegido presidente en 1967, sólo unos meses después de su constitución. Durante su gestión fue 'un líder empresarial de primera categoría', asegura Cabana, quien añade: 'De los que ahora escasean'. A su juicio, tenía dos características que hoy lo convertirían en una rara avis: 'Tenía teléfono directo con Madrid y se mojaba siempre en todos los debates y asuntos que afectaban a la economía catalana; lo hacía con astucia, sin molestar al régimen'.
La conexión con Madrid le venía especialmente del entonces poderoso ministro Laureano López Rodó. Y también de su implicación a fondo con las estructuras del régimen franquista: fue concejal del Ayuntamiento de Barcelona, destacado dirigente patronal en los sindicatos verticales y presidente del Consejo Económico y Social de Cataluña.
Pero nunca fue 'un franquista de brazo en alto, sino un empresario posibilista, que servía a Cataluña tratando de mejorar la economía', en opinión de Cabana, que subraya la 'gran amistad' que el empresario tuvo con el abad de Montserrat Aureli Maria Escarré, incluso después de que éste se exiliara. Andreu Ribera, de hecho, siempre fue una persona de profundas convicciones cristianas y específicamente un montserratino, hasta el punto de que ayer, en su funeral, se eligió el Virolai para despedirle.
Antoni Negre, que fue presidente de la cámara entre 1991 y 2002, lo considera 'un europeísta cuya preocupación era que Cataluña saliera adelante'. El propio Ribera se aplicó para sí una de sus máximas: 'En Cataluña lo podemos aguantar todo, menos dejar de trabajar'.
En 1977, tras abandonar la presidencia de la cámara, fue designado senador por el rey Juan Carlos, cuyos estudios había contribuido a financiar, aunque poco a poco fue abandonando la primera línea para concentrarse en sus propios negocios, que acabaron resintiéndose de su entusiasmo por la actividad pública y gremial.
El prócer se iba apagando. El Banco Industrial de Cataluña, que presidía desde 1968, fue arrastrado por la crisis de Banca Catalana, a la que se había vinculado en 1980, y acabó integrado en el Banco de Vizcaya. Y la empresa familiar de toda la vida, Metalls i Plateria Ribera, Can Culleres, que su padre había fundado en 1912, tuvo que suspender pagos. Por eso el economista Fabià Estapé, en sus memorias, Sin acuse de recibo, se refiere a él como 'el antiaprovechado de aquella generación de burgueses porque lo sacrificó todo por su actuación pública'.
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