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CRÓNICAS DEL SITIO
Columna
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Desde Chiclana, con amor

Antes el Gobierno Vasco administraba y el Partido se ocupaba de mantener viva la llama de la esencial pureza. Esas distinciones pertenecen al pasado. El Lehendakari es ahora un representante del Estado-Comunidad que se declara en rebeldía cada viernes. Y a quien se atreva a decir que su conducta es institucionalmente impropia, se le tacha de nostálgico franquista y santas pascuas.

Claro que los nacionalistas mientan el franquismo como alegoría. Con sus menosprecios no corren el menor riesgo de que se reabra la losa en Cuelgamuros. Cuando en Ajuria Enea suena un timbre de madrugada, nadie tiembla pensando: 'ya está aquí el motorista de Aznar con el cese para el señorito'. La libertad de expresión puede desbocarse cada viernes, sin respetar siquiera los límites del ridículo literario. Ni a mi alumno más aficionado al retruécano se le hubiera ocurrido una inversión de términos tan salvaje como la que perpetraron los ediles de Batasuna el pasado fin de semana. Ellos, que agredieron e insultaron a la Alcaldesa Urchueguia, se sienten ahora puestos por su víctima 'en el punto de mira' de la represión franquista. Pobrecitos míos. Me dan tanta pena como esos otros amiguitos suyos, reprimidos y enchironados sólo 'por haber optado por la lucha armada'.

'¿Son ustedes vascos? -Vascos... ¡qué canso! Y ¡qué seguido!'

Así que yo también me pregunto, mirando con fiereza a mi propia calavera: -'¿Ser o Zer?'- Pero mi calavera se niega a responder. En vista de lo cual, me he confabulado con Clara y juntas hemos puesto rumbo al sur. Dejando atrás la lluvia y esa maraña vasca que crece y se te enrosca cada vez más pegajosa.

Pronto en la autopista hemos visto un cielo azul. -Esto debe ser España. Ya que no se ven por todas partes ikurriñas.

Aprovechamos cualquier excusa para salir de la autopista y perdernos por carreteras secundarias. Apagamos el climatizador y abrimos las ventanillas para que el aire nos dé en la cara.

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Hemos atravesado España de punta a punta, hasta llegar al mar perejilero. Chiclana de la Frontera. Buen sitio donde parar.

Berza chiclanera, chicharrones y langostinos pequeños muy sabrosos. Tortas de almendra de las Agustinas Recoletas Y ¡a paseo con la dieta!

De noche, en una tabernita perdida, reflexionamos sobre la actualidad:

-A Rociíto le han dado la custodia de sus hijos y se la han quitado a Antonio David.

-Y ¿has oído que la casa del Príncipe no tiene estilo? -Pues haberla hecho como el Guggenheim -Pero en una casa sin alfombras, a ver cómo recibiría a los embajadores, por ejemplo, de Marruecos. -Lo más gordo es que, al parecer, se ha vuelto a ver con Eva Sannum. -Pues me da pena de él. Porque eso quiere decir que sigue enamorado.

En esas, desde el televisor una voz ha dicho no sé qué del parlamento vasco y el soberanismo. Las dos nos hemos mirado como si un frío fantasma hubiese atravesado entre las mesas: -Oh no, por favor; hasta aquí, no.

Clara ha dicho: -¿Te acuerdas de Luciano Rincón?

Cómo no voy a acordarme, y más en una taberna de Chiclana. Luciano estaba con su amigo -como nosotras ahora- en una taberna como ésta. O ¿era esta misma taberna de azulejos blancos y esta misma mesa de madera oscura al fondo? La televisión dio la noticia de un atentado y a ellos se les demudó el rostro y se quedaron con el vaso estremecido entre las manos. Entonces un paisano se les acercó y les lanzó la pregunta: -¿Son ustedes vascos?

Luciano asintió con la cabeza. Y el paisano, contemplándoles un tiempo. Hasta que finalmente dijo: -Vascos... ¡qué canso! Y ¡qué seguido!

-¿Cuántos años han pasado? Luciano entonces ya sabía -y escribía- lo que ahora algunas estamos descubriendo.

-La pregunta no es cuánto ha pasado, sino cuánto queda todavía.

-¿Cuánto queda? Miro los vasos casi vacíos y tomo una decisión: -¡Otros dos moscateles!

Luego hemos brindado por Luciano y por el cariño verdadero.

De vuelta ya en el hotel, y desde una encantadora terraza de la habitación, escuchamos la música de Falla, Noches en los jardines de España. Su vitalidad, sensualidad y magia nos llegan a Clara y a mí hasta lo más hondo del alma. Y nos quedamos así, en silencio, mirándonos, sonriendo y disfrutando de cada segundo, porque éste es el mejor de los regalos, porque aquí y así no nos preguntamos cuánto queda, sólo sentimos y nos emocionamos con la bondad de la belleza.

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