Un agotado Juan Pablo II rinde homenaje a los indígenas mayas en Ciudad de Guatemala
Un millón de personas asisten a la canonización de un misionero español del siglo XVII
La Iglesia católica, con el Papa a la cabeza, es capaz todavía de congregar multitudes oceánicas como la que ayer se reunió en el hipódromo de Ciudad de Guatemala para asistir a la canonización del misionero español del siglo XVII Pedro de San José de Betancurt. Casi un millón de personas corearon el nombre del Pontífice, que apareció extremadamente agotado, y leyó su homilía entre continuos y angustiosos jadeos. En sus palabras, en español, el Papa rindió tributo a la población indígena.
Juan Pablo II tenía previsto aterrizar a las 2.30 de la madrugada de hoy en México, donde concluirá este viaje apostólico canonizando al indio Juan Diego.
Sentado ante el enorme altar instalado en el hipódromo, contra un fondo de miles de rosas blancas, Karol Wojtyla era ayer la imagen misma del agotamiento, tras siete días de peregrinaje en Canadá y en Guatemala, que concluirán el jueves en Ciudad de México. Leyó con enorme dificultad su homilía y en un momento dado susurró la palabra 'terribile', que se escuchó con claridad, amplificada por el potente micrófono, sin que fuera posible saber si se refería a las dificultades de pronunciar el discurso o al viento que movía los papeles. Su secretario personal, el obispo Stanislaw Dziwisz, se le aproximó solícito, y el Papa continuó la lectura hasta el final, en perfecto español. En ella expresó su proximidad y aprecio 'a los numerosos indígenas', a los que alentó 'a superar con esperanza las situaciones, a veces difíciles, que atravesáis'. 'Merecéis todo respeto y tenéis derecho a realizaros plenamente en la justicia, el desarrollo integral y la paz', dijo el Papa.
También el obispo de Guatemala, Rodolfo Quezada, se refirió a los indios en su homilía e incluso leyó algunos párrafos en lengua cackchiquel, la más utilizada por la población indígena del país, que representa el 60% de los 11 millones de guatemaltecos. Quezada citó de pasada a monseñor Juanjosé Gerardi (el obispo encargado de elaborar tras la guerra civil el informe Reconstrucción de la Memoria Histórica, asesinado un día antes de presentarlo, en 1998) y condenó como 'antievangélicos' los caminos 'de la incomprensión, de la confrontación y de la violencia que algunos han tomado en Guatemala, auspiciando para su país una convivencia en la verdad, la justicia y la solidaridad'. Entre la multitud, miles de indígenas -diminutas indias con los trajes tradicionales, campesinos oscuros y serios- escuchaban en silencio, fieles a la fe traída por los españoles, pese a la imparable corriente que ha llevado a un 30% de la población guatemalteca a engrosar alguna de las más de 10.000 iglesias o sectas evangélicas asentadas en el país.
En una sociedad devastada por la corrupción, que contamina hasta las altas instancias oficiales, y la violencia, con índices de delincuencia entre los más altos de América Central, y una miseria que golpea sobre todo a la población india y mestiza del país, la Iglesia católica no ha sido capaz de ofrecer ayuda material concreta a muchos de los más necesitados. De ahí que el ejemplo de ayuda práctica al necesitado que convirtió al hermano Pedro de San José de Betancurt, elevado ayer a los altares, sea esencial para la Iglesia guatemalteca. En la Antigua Guatemala, donde el nuevo santo abrió un hospital atendido hoy por los religiosos de la congregación que fundó (hermanos de Belén), miles de fieles velaron toda la noche del lunes al martes ante su tumba. El perfume de las flores tropicales, el humo de las velas encendidas por todas partes y el murmullo de los rezos, recreaban en el templo una atmósfera irreal, de un cristianismo antiguo, una reliquia del pasado en el mundo global.
Quinientos canarios acompañaron al obispo de Tenerife hasta Guatemala para estar presentes ayer en la ceremonia.
Pilotos de rodillas
Las visitas de Juan Pablo II a América Latina sirven, entre otras cosas, para demostrar el abismo que separa al catolicismo del Viejo Continente, más moderno y secularizado, del que se vive en América Latina, apegado a rituales y normas de respeto clásicas. El lunes, cuando el Papa abordó el avión que le trajo de Toronto a Guatemala, los dos pilotos que iban a los mandos del Airbus, bautizado con el nombre de Mensajero de la Paz, se hincaron de rodillas apenas el Papa alzó su mano.
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