Los defensores de los animales logran suspender una investigación sobre el sida
El director científico del proyecto ha recibido 10 amenazas de muerte
Varias semanas de piquetes, pintadas y concentraciones de protesta ante la Universidad de Ohio (Estados Unidos) han logrado su objetivo: cerrar una investigación sobre el sida que experimentaba con gatos. Los grupos de defensa de los animales niegan estar detrás de las 10 amenazas de muerte que ha recibido el científico a cargo de la investigación, que estaba financiada con dinero público y era altamente esperanzadora en la lucha contra el sida.
Según The New York Times, el grado de presión que ha sufrido el científico Michael Podell le ha obligado no sólo a cancelar su trabajo sobre el sida, sino también a mudarse a otro Estado y a suspender su carrera como investigador para dedicarse a ejercer como veterinario, su primera profesión. Las cartas de amenaza que todavía recibe le llaman 'torturador de gatos' y 'asesino de animales'.
Podell trataba de investigar por qué el sida parece extenderse con mayor facilidad en pacientes que sufren también algún tipo de drogadicción. Para analizar los mecanismos de difusión del virus por el organismo, Podell trasladaba el experimento a un grupo de gatos de laboratorio. Inyectaba en ellos el 'virus felino de inmunodeficiencia', muy similar al virus humano, y administraba a los animales varias dosis de anfetaminas o de drogas similares a las que circulan para el consumo humano.
El trabajo de Podell había permitido comprobar que las drogadicciones aceleraban la extensión del virus por el organismo de los gatos. El investigador, experto en neurología animal, analizaba los cambios en el cerebro de los animales, a los que siempre mantenía anestesiados. La investigación se realizaba con una beca pública de 1,7 millones de dólares aportados por el Instituto Nacional de la Salud, con sede en las afueras de Washington.
'No podía seguir'
En declaraciones al diario neoyorquino, Podell ha lamentado tener que dejar a mitad de camino un estudio que, de seguir adelante, podría haber mejorado la calidad de vida de miles de personas afectadas por el virus del sida: 'Tuve que tomar una decisión sobre qué era lo mejor para mi familia. No podía seguir', asegura el científico acosado por las amenazas.
La cancelación de estas investigaciones ha abierto un debate sobre la necesidad de proteger los trabajos científicos que requieren experimentar con animales de laboratorio. Para la comunidad científica, el caso del doctor Podell es, simplemente, una derrota lamentable frente a los grupos de protección de los animales.
Según datos del FBI, sólo dos grupos de activistas (llamados Frente de Liberación Animal y Frente de Liberación Terrestre) han provocado destrozos en laboratorios e instalaciones por un valor que supera los 43 millones de dólares. Desde 1996, ha habido en torno a 600 ataques contra centros que experimentan con animales para avanzar en investigaciones médicas. Según el presidente de la Asociación de Universidades Médicas de EE UU, Jordan Cohen, la agresividad de estos grupos hacia la comunidad científica ha llegado hasta tal punto que la filosofía entre los investigadores es ahora: 'Hagámoslo, pero sin que nadie se dé cuenta'.
Sin embargo, es difícil mantener la discreción. Al mismo tiempo, muchas universidades privadas no quieren auspiciar investigaciones que generan polémica por miedo a perder parte de las donaciones voluntarias que ayudan a su financiación. Sólo algunas universidades, como la de Minnesota, mantienen una posición firme contra los grupos que presionan y amenazan en contra de algunos experimentos: consiguen órdenes judiciales para evitar concentraciones y logran protección policial para los médicos implicados.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.