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Columna
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Películas

Primero era la historia, la novela, y después la película, aunque a veces se podían cocer al mismo tiempo, dentro de la misma olla. Ahí está el rudo cinemascope del cantar de gesta y ahí está el cine bélico clásico y ahí estará este otoño, si Dios no lo remedia, la versión cinematográfica norteamericana del gran safari afgano del invierno pasado.

Primero alguien escribe el argumento y luego alguien lo filma. A veces, pocas veces, los dioses se conjuran y el encargado de filmar la historia es alguien apellidado Ford, Coppolla o Kubrick. Claro que lo de Perejil no dará para tanto. Una novela de Fernando Lalana, Morirás en Chafarinas, dio para una modosa película en la que Jorge Sanz hacía de soldado regular. Perejil, además de para jubilar anticipadamente a las serpientes de verano que empezaban a asomar sus cabezas en las aguas del mar de papel prensa, ha servido para que el presidente de Gobierno José María Aznar tenga su vídeo-clip.

Como episodio, la toma del islote no daba para más. Ni siquiera permitía el rodaje de uno de esos esforzados cortometrajes con los que los cineastas en agraz tratan de abrirse paso en los festivales. Un vídeo-clip, es cierto, de lo más apañado y resultón, con su izado de bandera en el mejor estilo de Iwo Jima. Pero nada más que eso. Las superproducciones corren a cargo del Tío Sam. No ha sido, en todo caso, el clip de Aznar lo peor del evento pilotado por doña Ana Palacio.

Lo peor de todo ha sido tener que soportar el ralo ingenio hispánico a cuenta del islote Perejil. Se podría escribir un catálogo de chistes chuscos, ocurrencias de patio de colegio y juegos de palabras meningíticos. Un catálogo grueso. Es el supuesto ingenio celtibérico que crece como un hongo en el cerebro de locutores y comentaristas y escritores de prensa. Hace tiempo que España dejó, por suerte o por desgracia, de ser la musa trágica de Europa occidental. En las últimas dos décadas, sólo dos fotos de Associated Press dieron la vuelta al mundo con nuestra imagen: la del intento de golpe de Estado de Tejero y la del desembarco en Perejil. Y ni tan mal.

A quien no le interesa el vídeo-clip de Aznar en Perejil es a Ibarretxe. Dice que su película no es esa. Si Perejil fuese Izaro sería otro cantar (uno de gesta). Por ahora se conforma con la novela histórica, gran fuente de películas. Navarro Villoslada o Vicente de Arana darían mucho juego. Claro que el presidente del Gobierno Vasco se conformaría, antes de dar el paso a los largometrajes, con un sainete jebo.

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