¡Perejil español!
Liberadas las dos cabras de la isla del Perejil del yugo alauí en una brillante operación por tierra mar y aire, quisiéramos inquirir, modestamente, sin hacer mucho ruido, dónde se solicitan los carnés de apátridas. Porque no se trata sólo del disparate perpetrado por una monarquía feudal al invadir un islote de dudosa soberanía y la contundente respuesta, militar por supuesto, de una democracia moderna, sino de la oleada patriotera que se nos ha venido encima. ¡Como si no hubiera suficientes excesos de fervores nacionalistas! Y menos mal que no ha habido vítimas ni heridos.
Vemos con preocupación de agnósticos en dioses y patrias cómo nos vamos sumergiendo en políticas de gestos, cuando lo que se necesita es el predominio de la razón, el análisis sin prejuicios, la templanza. Y lo de la banderita en lo alto del peñasco evoca, con perdón, imágenes del más rancio cine patriotero.
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