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VIOLENCIA EN AFGANISTÁN

Washington exige a los 'señores de la guerra' del norte que pongan fin a la inseguridad

La agencia norteamericana de cooperación suspende su ayuda hasta que cesen los incidentes

Ángeles Espinosa

Desde primeras horas de la mañana, miembros de las fuerzas especiales estadounidenses revisan cada rincón del hotel Mazar. Con el sigilo habitual, sin anuncio previo, el general Dan McNeal, máximo responsable de la misión militar norteamericana en Afganistán, se reúne con los jefes de las tres principales fuerzas político-militares del norte del país. A la cabeza de la agenda, la seguridad. En las últimas semanas, choques armados, manifestaciones y agresiones a personal humanitario han reavivado el espectro del caos. La ayuda internacional a la zona está en peligro.

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'USAID [la agencia estadounidense de cooperación] nos ha congelado la financiación mientras no se aclare el panorama', confirma Johana Klemm, administradora de la Organización Internacional de Migraciones (IOM) en Mazar-i-Sharif.

La medida se suma a un retraso generalizado en las contribuciones de los países donantes, lo que puede servir para paralizar de nuevo la ayuda a los cientos de miles de desplazados internos que intentan volver a sus hogares. USAID es uno de los principales donantes a Afganistán. Varias ONG han amenazado con irse. La presencia de McNeal refuerza sin duda ante los señores de la guerra el mensaje de alerta de las organizaciones humanitarias.

A las once de la mañana, el único hotel de Mazar-i-Sharif se ha convertido en un fortín. Fuera de la tapia montan guardia uniformados afganos supuestamente leales al Gobierno de Kabul. En el interior del recinto, el caqui de los uniformes de camuflaje estadounidense se mezcla con el verde de los hombres de Atta y Dostum, los dos generales afganos que compiten por el control del noroeste afgano. Mientras McNeal conversa con Atta, el líder local de Jamiat Islami (el grupo político-militar que constituyó el eje de la Alianza del Norte y se ha llevado la parte del león en el reparto de carteras ministeriales), los soldados norteamericanos se fotografían entre ellos y con los locales.

El general Atta sale sin hacer declaraciones. La víspera había acusado a su rival de provocarle. 'Mis soldados han luchado contra los soviéticos, primero, y contra los terroristas, después, y ya no quiere luchar más, aunque los hombres del general Dostum nos siguen provocando', aseguraba, antes de precisar que él había combatido durante cuatro años a los talibanes, en tanto que el líder de Jumbish había regresado al país apenas dos meses antes del 11 de septiembre. Del lado de Dostum, que, como Atta, llega a la cita con McNeal vestido de civil, se acusa a los hombres de Jamiat de actuar con la prepotencia de quien se siente respaldado por el poder central. El ministro de Defensa, el mariscal Qasem Fahim, pertenece al mismo grupo y, a decir de observadores internacionales en la zona, reparte la generosa financiación estadounidense de forma desigual.

Distribución de armas

'Tenemos constancia de que Jamiat está distribuyendo armas a su gente', afirman esas fuentes, en un momento en que la política oficial es el desarme. Las rivalidades se han traducido ya en varios incidentes.

El último de ellos, a principios de semana en la propia Mazar-i-Sharif, dejó tres muertos al enfrentarse soldados de Atta con un tercer grupo, el hazara Hezb-i-Wahdat. Tal vez por ello en la comida del pasado miércoles con McNeal sólo estuvieron presentes el líder hazara, Mohamed Sardar, y el general Dostum. Probablemente la reyerta no llegó a mayores porque hace dos meses EE UU obligó a todos los grupos a retirar los tanques de la ciudad.

'La seguridad pende de un hilo. El pasado mayo, Atta nos tenía a su merced con 80 tanques', señala un cooperante internacional que ve con preocupación los recientes estallidos de violencia. Días antes, en la vecina provincia de Sar-i-Pul fueron las fuerzas de los dos generales las que se liaron a tiros, aunque diversas fuentes apuntan a una disputa local por el acceso a unas tierras como causa. 'Los tres líderes enviamos a sendos representantes y los responsables del incidente prometieron que no se volvería a repetir', declara Saidi a este diario después de confirmar que la conversación con McNeal se centró en el tema de la seguridad.

Tras la conclusión de la Loya Jirga también hubo protestas durante varios días en las provincias de Sar-i-Pul, Faryab y Jowzjan. 'Nuestro personal local asegura que fueron animadas por los hombres de Dostum para protestar por la escasa representación obtenida en el nuevo Gobierno', relata una cooperante.

Más preocupantes para la asistencia humanitaria han sido los ataques armados, robos y palizas a miembros de ONG y agencias de la ONU. 'La violencia está afectando de forma alarmante tanto a la seguridad personal y la confianza de la población local como a la capacidad de los trabajadores humanitarios para asistirla', se quejaba a mediados de junio el enviado especial de la ONU, Lajdar Brahimi.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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