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El abandono del medio rural origina una significativa disminución del caudal de los ríos

Los científicos sostienen que el río perderá 70 hectómetros cúbicos anuales

Que el ganado siga paciendo en el monte puede ser la mejor manera de garantizar que los ríos continúen transportando agua. A esta sorprendente conclusión han llegado varios estudios científicos tras comprobar que el aumento del bosque originado por la despoblación rural está amenazando los recursos hídricos en Cataluña y en España. Las consecuencias pueden ser importantes en Cataluña, donde la superficie ocupada por el bosque ha aumentado mucho en algunas zonas como resultado de la despoblación del medio rural, ya que los árboles recolonizan los prados y cultivos abandonados.

El caudal que llega ahora al delta se puede reducir a poco más de la mitad en 2015
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Sólo en el conjunto de la cuenca del Ebro la superficie arbolada ha aumentado en 221.000 hectáreas entre 1970 y 1990. Además, el bosque es cada vez más denso. Paralelamente, el caudal del Ebro ha disminuido más del 30% en los últimos 50 años. Francesc Gallart y Pilar Llorens, investigadores del Instituto Jaume Almera del CSIC, explican que una tercera parte de esta reducción es atribuible al aumento de los bosques; el resto cabe atribuirlo a los regadíos y al descenso de las lluvias.

Los árboles y los ríos están unidos por una relación ecológica de suma importancia, aunque poco conocida, y que se podría enunciar de la siguiente manera: cuanto más crece el bosque en un territorio, menor es la cantidad de agua que circula por sus cursos fluviales. Algunos expertos sostienen que en España ya se están apreciando los efectos de esta interacción en varias cuencas, como en el menguante caudal del Ebro, afectado por la reforestación espontánea de su cabecera.

La razón por la que los árboles disminuyen el caudal de los ríos se halla en el efecto denominado interceptación: parte de la lluvia que cae sobre la copa de un árbol nunca llega al suelo porque se evapora desde las ramas y se reincorpora a la atmósfera.

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El efecto interceptación supone que entre el 10% y el 20% de toda la lluvia que cae en un año sobre un bosque no llega a mojar el terreno. Como resultado, el río deja de ingresar anualmente entre uno y cuatro millones de litros de agua por cada hectárea arbolada, según datos obtenidos en experimentos efectuados en distintos lugares del mundo.

Por si esto fuera poco, se da otra circunstancia que agrava el fenómeno: los árboles pueden consumir cantidades importantes de agua. En el bosque mediterráneo, entre el 80% y el 90% de toda la lluvia que cae en un año es transpirada por los árboles, y por consiguiente retirada del suelo, explica Carles Gracia, investigador del Centre de Recerca en Aplicacions Forestals (Creaf), ubicado en Bellaterra. Este autor sostiene que el cambio climático puede agravar la situación ya que el aumento de las temperaturas y del CO2 originarán el incremento del gasto de agua de los árboles.

Tratándose del Ebro no podía faltar la polémica: el Plan Hidrológico Nacional (PHN) atribuye toda la disminución del caudal del Ebro, desde 1940 hasta hoy, únicamente al aumento del regadío. En opinión de Gallart, 'el PHN no tiene en cuenta el efecto de los bosques, e ignora que el Ebro transporta cada vez menos agua por causas naturales'. Los científicos citan otro caso de reducción natural de los recursos: 'El trasvase Tajo-Segura, según los estudios que se hicieron, debía poder trasvasar hasta 1.000 hectómetros cúbicos anuales, pero en 20 años de funcionamiento apenas ha podido trasvasar una media de 300'.

La reducción de caudales proseguirá, afirman Gallart y Llorens, quienes aseguran que en las partes altas de las cabeceras del Ebro 'quedan aún muchas zonas de prados abandonados o infrautilizados que serán recolonizados por el bosque de manera espontánea'. En consecuencia, los investigadores sostienen que el caudal del Ebro seguirá disminuyendo al ritmo de unos 70 hectómetros cúbicos anuales durante los próximos decenios, tal como lo ha hecho en los últimos 50 años. Como resultado final, el caudal medio que llega ahora al delta del Ebro se puede reducir a poco más de la mitad en 2015, pasando de una media de 10.200 hectómetros cúbicos anuales a 5.300. Las consecuencias sobre el delta serían muy negativas.

Todo este problema parece chocar con el sentido común, que atribuye al bosque un valor natural tan elevado como indiscutible. 'Lo que pasa es que los bosques tienen un coste', en palabras de Gallart y Llorens. 'Y en muchas zonas de montaña, como en el Pirineo y el Prepirineo, el bosque ha aumentado tanto que acaba por ser el único elemento del paisaje, cuando el mosaico humanizado de prados y bosques intercalados puede presentar mayores ventajas ambientales', señalan estos investigadores.

Si estas reflexiones chocan con la mentalidad tradicional se debe, en opinión de Francesc Gallart, a la existencia de 'un cambio de paradigma. Antes se enseñaba que el bosque atraía a la lluvia, lo cual es falso, y se consideraba la reforestación como una necesidad indiscutible. Hoy en día tenemos otra visión, pero, como decía Karl Popper, cuando hay un cambio de paradigma, durante un tiempo coexisten las viejas y las nuevas ideas, y esto es lo que nos pasa actualmente'.

Carles Gracia agrega: 'Los bosques son importantes en muchos aspectos, y más en el área mediterránea. Lo que defendemos es que, además de los bosques, tenemos que poder disponer de otros sistemas. Debemos planificar el espacio para que no todo sea bosque, también necesitamos prados y cultivos'.

Todo esto permite deducir que la mejor política hidrológica sería aquella que ayudase a mantener la agricultura y la ganadería en las zonas de montaña. Un objetivo que, dada la evolución del mundo rural, está muy lejos de hacerse realidad.

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