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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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América Latina: ¿qué ha fallado?

Joaquín Estefanía

EL CUADRO DE EL BOSCO El jardín de las delicias, con sus tres paneles sobre el infierno, el purgatorio y el cielo, puede servir de analogía con América Latina: el infierno sería Argentina; el purgatorio, Brasil, y el cielo, seguramente considerado de forma exagerada, México. A esas imágenes religiosas hay que añadir otra: la del milagro, que representaría Chile. Con estos cuatro iconos se podría resumir el contenido del curso Iberoamérica: el futuro, organizado por la Escuela de Periodismo de la Universidad Autónoma de Madrid/EL PAÍS y la Fundación BBVA, que se ha celebrado la pasada semana.

¿Qué es lo que ha fallado en América Latina para que la segunda parte de los noventa haya devenido en otra media década perdida, a pesar de que los países del área cumpliesen como pocos las recomendaciones más ortodoxas de los organismos internacionales? América Latina fue sinónimo del consenso de Washington (la ideología del mundo, según Williamson), caracterizado por disciplina presupuestaria, cambios en la prioridad del gasto público, liberalización financiera y comercial, privatizaciones, desregulación, derechos de propiedad, etcétera. Las respuestas de los técnicos son múltiples, aunque la mayor parte se pronuncia por una descompensación de las tres D: poco desarrollo (los ciudadanos se han enterado poco en su bienestar de los cambios de las políticas económicas); poca democracia (fallan los organismos reguladores institucionales y aumenta la corrupción) y mucha desigualdad (ha crecido exponencialmente en la última década).

Ahora es evidente que uno de los principales problemas de la región es la falta de Estado. Manuel Azaña decía para España que en el momento en que desaparece el Estado reaparece la tribu

Los analistas abordaron con diferente sensibilidad la coyuntura de los principales países: Argentina proporciona una receta por cada uno de los economistas que opinan, aunque ninguna de ellas es tan engolada como para avanzar la solución para una economía que decrece por encima del 15% y que tiene una inflación de más del 30%. Sobre Brasil denuncian de modo unánime la interferencia espuria de las agencias de calificación y los bancos de inversión con el objeto de impedir que Lula gane las elecciones de octubre; el mercado se equivocaría si lee como inexorable esta victoria, la cual no explica más que una parte minoritaria de los problemas brasileños, que son mucho más los de un país emergente que los de un epígono de Argentina. Las elecciones brasileñas siempre coinciden con los años en que hay Mundial de Fútbol, y sólo cuando finaliza ese campeonato, los ciudadanos brasileños se ponen a pensar de verdad en sus favoritos electorales.

México da alguna muestra de contagio, pero pocas. Cuando el secretario de Hacienda parece cometer la imprudencia de afirmar públicamente que su país puede contagiarse de la crisis argentina, no lo hace ingenuamente: está diciendo a sus colegas de Gobierno y a los diputados mexicanos que hay que hacer reformas estructurales (la reforma fiscal varada, la modernización del sector energético y, sobre todo, la del aparato del Estado) si no se quiere que un día les alcance el efecto tango. Mientras tanto, México es mucho más dependiente de la coyuntura de EE UU que de la de Argentina o Brasil. Entre estos tres países superan el 75% del PIB total de la región.

Un último país llama la atención, por comparación: Chile. Tiene modelo económico (crecimiento con equidad, que ha sido la política económica de la concertación) y tiene Estado; sus ciudadanos pagan impuestos, por lo que cuenta con recursos genuinos para gastos sociales y educativos; pese a los tópicos, es hoy un país más instruido que Argentina y, sobre todo, es el país de los ensayos triunfantes, mientras que su vecino es el de los ensayos frustrados.

El peligro de esta mala coyuntura es un cambio ideológico en la región que suponga el apagón indiscriminado de cualquier tipo de reformas (atención a la revuelta contra las privatizaciones en Perú) y la vuelta a un proteccionismo reactivo al de los países desarrollados y, sobre todo, al de EE UU. América Latina puede hacer suyas aquellas palabras de Azaña para nuestro país: 'Cuando desaparece el Estado, reaparece la tribu'.

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