Aix consagra las nuevas estéticas

Georges Steiner afirmó hace unos años en Edimburgo que el sentido último de los festivales es la creación de nuevas obras y nuevas estéticas. Así parece haberlo comprendido el de Aix-en-Provence. Ni Monteverdi, ni Mozart, ni Janácek, compositores emblemáticos de Stéphane Lissner desde que se hizo cargo del festival en 1998, han sido distinguidos este año con los honores de la apertura. El relevo del acto inaugural del festival lírico más prestigioso de Francia ha recaído en el compositor y director de orquesta Peter Eötvös, que ha partido nada menos que de El balcón, de Jean Genet, para construir su segunda ópera. Es la primera vez que sucede algo similar en Aix. Lissner ha jugado fuerte.

Parece que nada se le ha resistido en Aix-en-Provence al que pudo ser y no fue, por razones y sinrazones ya conocidas, director artístico del Teatro Real a partir de la reinauguración. El número de espectadores aumenta en Aix año a año (más de un tercio de la edición pasada a la actual), la Academia Europea de la Música ha consolidado su prestigio, los espectáculos de Aix giran por medio mundo (65 representaciones este año de Lisboa a Tokio, de Viena a Nueva York; los beneficios derivados de ello casi igualan a la subvención del Estado) y, en fin, se va a construir un nuevo teatro en el que Simon Rattle dirigirá El anillo del Nibelungo a partir de 2005, en una coproducción con el Festival de Pascua de Salzburgo.

Todo le sale bien a Lissner. Las convulsiones políticas y económicas francesas dejan, en cualquier caso, algunos interrogantes sobre la mesa. El nuevo ministro de Cultura, Jean-Jacques Aillagon, no apareció ayer por el festival, como solía hacerlo su antecesora en las inauguraciones. Aseguran que vendrá probablemente hoy. De momento, ha sugerido un nuevo presidente del consejo de administración del festival de Aix-en-Provence, en sustitución de Jean-Marie Messier (que lo era desde 1996), sumido en aguas tormentosas estas últimas semanas con la empresa Vivendi, que patrocinaba El balcón.

La 54ª edición del Festival de Aix está dedicada íntegramente a Herbert Wernicke, fallecido hace unos meses. Falstaff y La bella Elena fueron sus últimos montajes aquí, y estaba previsto un Saúl, de Haendel, con William Christie para 2004.

'Pensamos todos en aquel que amaba tanto beber cervezas y fumar sin moderación', ha dicho Lissner en un número especial dedicado a Aix del semanario L'Express.

La dedicatoria del festival es coherente con la importancia que se otorga en Aix a la dirección de escena. Ha sido una de las bazas fuertes durante los últimos años, con Peter Brook a la cabeza, pero también con figuras de la talla de Bondy, Régy o Grüber. Este año, Aix ha apostado por los jóvenes. Stanislas Nordey, director de El balcón, tiene 36 años. Irina Brook (1962) se hace cargo de Eugenio Oneguin y Julie Brochen (1969) se las verá con La zorrita astuta. La influencia de Brook se deja notar en Lissner. Son muchos años trabajando juntos en el teatro de Bouffes du Nord de París. La teoría del espacio vacío y sus secuelas reina en Aix. Este año se repone, por tercera y última vez, Don Giovanni, en la versión de Brook. Con él empezó la nueva época de este festival. Del director inglés se representa también su Hamlet, de Shakespeare, echando un guiño teatral a Aviñón, que este mes comparte con Aix la atención cultural francesa.