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La osadía de la juventud

Los responsables de Bodegas Pujanza, menores de 30 años, han conseguido en un lustro situarse en la vanguardia

En tiempos en que la juventud simboliza el éxito, hay campos donde aún la veteranía es un grado, como se encargan de difundir las campañas publicitarias de las grandes bodegas de Rioja. Por eso, sorprende encontrarse con Carlos San Pedro, responsable de Pujanza, una firma que comenzó su andadura hace menos de un lustro, en Laguardia.

San Pedro tiene 29 años, lo que le convierte en el bodeguero más joven de toda la denominación de origen. No había nacido cuando su padre plantó buena parte de las 35 hectáreas de las que se suministra Pujanza. Quizás esta juventud, caracterizada siempre por la osadía y la determinación, sea la que le haya llevado no sólo a montar su propio negocio en un sector de dinosaurios, sino a apostar por una vitivinicultura que planta cara a las tradiciones.

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Véanse sin ir más lejos sus trabajos en la vendimia: en esta bodega no hay mesa de selección de las uvas, ahora tan en boga. La cercanía entre viñedos y bodega permite el corte de los mejores racimos en el momento de maduración idóneo, lo que supone varias vendimias. Los siguientes pasos mantienen esa atención al detalle. Así, por ejemplo, los racimos se introducen en los depósitos con el menor tránsito posible desde la viña. Se intenta evitar la oxidación del mosto. También se trata con sumo cuidado el hollejo de la uva (la fuente principal de los colores del vino), lo que lleva a una maceración más trabajosa, que supone la atención de los 14 depósitos de 2.000 litros las 24 horas del día.

En el trabajo en la barrica, se mantiene la misma obsesión por la atención continua: cada 21 días se catan las 306 barricas de roble francés que no cuentan con más de tres años. Están dispuestas en una sola altura en una zona climatizada donde se mantiene una temperatura y humedad constantes. De aquí han surgido las 34.425 botellas numeradas de Pujanza de 1998 y las 50.000 de Pujanza de 1999. La producción del año 2000 se vendió a granel porque no alcanzó la calidad deseada, mientras que la de 2001 es, con seguridad, la confirmación de Pujanza como bodega de referencia.

Pero Carlos San Pedro no se ha olvidado de las costumbres de sus antepasados. Como hicieron tanto su abuelo como su padre, también elabora un vino de año de maceración carbónica, de nombre Quertos. Lo hace en los viejos depósitos de cemento familiares, con las mejores uvas de sus fincas y un proceso selecto que lleva a un vino joven sorprendente. Está claro que son estas producciones pequeñas las que permiten ese seguimiento tan minucioso, pero también es cierto que sin la fortaleza que da la juventud no se podría mantener el ritmo. Carlos San Pedro se levanta a las cinco de la mañana y no abandona la bodega muchos días hasta la medianoche.

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Y es que además de llevar las viñas, otra de sus responsabilidades es el mercado español. Para acompañarle en este empeño no podía sino contar con la colaboración de dos jóvenes licenciadas: Marta Apellániz, encargada de bodega, y Natalia Solanas, responsable de las relaciones internacionales, que reflejan que la juventud en Pujanza no es una mera anécdota.

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