'Colombia necesita buenos gerentes'
En Colombia los optimistas dicen que el país lo que necesita es un líder, quizás incluso un caudillo; y los realistas, que un milagro; pero Martha Lucía Ramírez, ministra de Defensa designada, toca una nota tan inteligente como inesperada: 'Lo que necesitamos son buenos gerentes'.
La señora ministra desempeñará todavía unas semanas más la Embajada en París, para la que la nombró el presidente conservador Andrés Pastrana, y el 7 de agosto tomará posesión en el gabinete del presidente, ex liberal, Álvaro Uribe Vélez, a sabiendas de que su tarea ante la inacabable insurgencia colombiana equivale a alcanzar la luna con la mano. 'Yo sabía que iba a tener un puesto en el Gobierno, pero me veía en la parte económica, y cuando Álvaro me ofreció Defensa fue una gran sorpresa'. No en vano, la ministra, de 47 años, un marido y un matrimonio que ya dura 26 años, más una hija de 18, a punto de entrar en la universidad, fue la penúltima ministra de Comercio Exterior de Pastrana. Allí dejó la cartera a su discípula Ángela María Orozco, su segunda en la casa, y toda su ejecutoria anterior en la iniciativa privada ha sido como empresaria.
'El Estado ha de combatir por igual a la guerrilla y a los paramilitares'
La nueva jefa de los militares dice con reposado orgullo que comenzó a trabajar a los 17 años, y no porque tuviera que mantener a su anciana madre o alguna otra historia edificante del corte de yo-me-hice-a-mí-misma, sino porque quería aunar teoría y práctica, 'estar en un equipo, crear equipos, como hice en el Gobierno'. La ministra Ramírez es liberal como casi todos los políticos nacionales, pero se declara durmiente, 'sin actividad partidista desde hace años'.
Forma parte de una generación que construye un país moderno, porque Colombia no es únicamente un problema casi indescriptible, el país del narco, allí donde la vida no vale lo que las puestas de sol en el Magdalena medio, sino una nación con una clase empresarial, un mundo académico, una biodiversidad muy de primer nivel, todo ello como Martha Lucía Ramírez, que, además, encontró tiempo para casarse a los 20 años y tiene el valor -¿arrogancia?- de decir que sigue siendo hoy tan feliz como el primer día.
Madame Ramírez, que en unos meses se ha echado alguna capa de francés encima, no podía saber que en los años setenta Fernando Colomo se preguntó en una hermosa película ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste? Pero la idea de lo que hace ella en el ministerio está muy clara. Sin que ello implique devaluación alguna de titular ni cartera, Uribe Vélez, que quiere o cree que no tiene más remedio que hacer la guerra a una insurgencia de casi 40 años, sobre todo llamada FARC, que revienta de éxitos, va a ser el ministro de la ministra, y Martha Lucía Ramírez una eficaz gerente para planificar medios, logística, tropa, necesidades, recursos. 'Lo primero que hay que hacer es averiguar cuál es el número óptimo de hombres que necesitamos, qué podemos poner sobre el terreno y con qué misiones'.
Pastrana deja 55.000 troperos -colombiano contemporáneo por combatiente- y la Administración entrante quiere doblar en el menor tiempo posible su número, así como el de policías, que son unos 100.000, 'pero que no tienen entrenamiento adecuado, cuando una parte de ellos deberían completar las funciones del Ejército en cuestiones de vigilancia y apoyo en proximidad. Hay que pasar de una actitud reactiva, que es la actual, a proactiva, persecución en lugar de reacción. Además, con cada reemplazo entran unos 150.000 jóvenes a filas, que no reciben una formación adecuada, pero que, sin embargo, cuando dejan el Ejército muchos entran en la guerrilla o en los paras, como medio para ganarse la vida, no por ideología. Así, lo que formamos muchas veces aprovecha a los fuera de la ley. Y lo que hay que hacer, en cambio, es que cada año una selección de los conscriptos pase al Ejército profesional con salarios correctos -un guerrillero o un para, que es como decir pistolero, puede cobrar unos 600 euros, además de ropa y armamento- de forma que el Ejército sea una especie de escalera de competencias'. Muy gerencial, sí señora.
Pero, ¿y la plata?
'Los grandes cacaos me ofrecen dinero, me han dicho tantas veces que están dispuestos a pagar para que este país cambie, pero hay que proponerles objetivos concretos, que sepan en qué se va a emplear su dinero'. ¿Y en qué?
'No le engañaré, todo esto ha sido muy repentino, y estoy estudiando muchos libros sobre seguridad, que no sólo es un concepto militar, sino que abarca ciudadanía, solidaridad social, en fin, me estoy preparando como para un examen'. ¿Y no tiene miedo de que a los militares les dé un poco de risa todo eso? 'Al contrario. El Ejército es la institución más respetada del país y así lo amerita, y todos han comprendido perfectamente mi nombramiento'. Especialmente si, como gerente, llega con un cáñón, en vez de un pan, debajo del brazo.
Martha Lucía Ramírez sabe, ella que está de vecina de Jacques Chirac, porque desde el piso de la Embajada, con lo alta que es, casi debe ver pasear al presidente por los jardines del Elíseo, que Europa juzgará a Uribe por cómo enfoque el problema de los paramilitares. Y diríase que la ministra designada es especialmente tajante sobre el particular. 'El Estado ha de combatir por un igual a la insurrección de la guerrilla como a los paramilitares; son igual de destructivos para Colombia, son igual de enemigos de Colombia'.
Sus adversarios en el partido liberal atacaron, sin embargo, a Uribe en la campaña, calificándole del 'candidato de los paras'. Nada hay que pruebe semejante afirmación, pero tampoco cabe duda de que los paras votaron en masa a Uribe. Y el propio jefe aparente de esa tropa, el escurridizo e inteligente Carlos Castaño, ha tenido la desenvoltura de escribirle recientemente a la señora ministra, prometiéndole, al parecer sin pedir nada a cambio, que sus 10 o 12.000 empleados, tan envueltos en el tráfico del narco y la masacre de civiles como las FARC, dejarán como obsequio a la presidencia de secuestrar y de despacharse con la matanza indiscriminada. Guerra humanitaria la llaman, en ese gran país del eufemismo que es Colombia.
La señora Ramírez no quiere, sin embargo, ni acusar recibo a semejante interlocutor. Pero no puede evitar que corra la imaginación. '¿Cómo se vería que los paras se desmovilizaran, entregaran las armas y los cabecillas tuvieran que responder ante la justicia?'. !Hombre!, es decir, mujer, la amnistía seguro que era lo mínimo que exigían. Pero la embajadora-ministra vuelve súbitamente a la tierra. '!Y yo no creo, además, que Castaño pueda hablar en nombre de todos los paras, que controle a todos sus hombres. Con lo que no hay nada que decir'.
Martha Lucía Ramírez no habla con eslóganes, lo hace mirando a los ojos, con una energía persistente y respetuosa. Pero tiene uno muy bueno para cerrar la entrevista. 'Hemos convocado al país a reanudar el futuro'.
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