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Barenboim dice que la solución militar no acabará con el conflicto palestino

El pianista argentino-israelí dirige cuatro obras en el Festival de Verano del Teatro Real

Locuaz y divertido, comprometido y sensible, Daniel Barenboim volvió ayer a Madrid para presentar sus cuatro actuaciones en el Festival de Verano del Teatro Real. La cita arranca el domingo, con la ópera de Wagner Tannhäuser, y sigue el lunes 24 con la Novena de Beethoven; el 27, con Elektra (ópera de Richard Strauss), y el 29, con el Réquiem alemán, de Brahms. Barenboim dictó una lección de música, pero habló de todo: se mostró irónico consigo mismo, pidió más educación musical, se declaró encantado de compartir cartel con el flamenco, apoyó a Brasil en el Mundial y se mojó, como siempre, por la paz: 'Estoy convencido de que no hay solución militar. El único camino para Israel es ser aceptado por sus vecinos'.

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Barenboim reunirá en Sevilla una orquesta de músicos árabes e israelíes

Autor de más de 30 discos, intérprete genial y hombre hiperactivo (tanto que, dijo, lo único que no le gusta del flamenco es 'no poder bailar ni cantar, tener que permanecer pasivo'), Daniel Barenboim (Buenos Aires, 1942) hizo ayer en Madrid una apasionada defensa de la música, la cultura y la paz.

El pianista y director de orquesta compareció ante la prensa junto a la gerente del Teatro Real, Inés Argüelles; el director artístico, Emilio Sagi, y Andrés Ruiz Tarazona, en representación de la Comunidad de Madrid, que financia el festival. Y lo primero que dijo es que está 'contentísimo' de volver a Madrid. 'Aquí me siento como en casa', afirmó, para explicar que el teatro y él están buscando la forma de seguir viniendo tras estos tres años de colaboración veraniega que definió como 'un intercambio de tarjetas de visita'.

Su debú será finalmente el día 23. Estaba previsto para el 22, pero la imposibilidad de ensayar el día de la huelga general aconsejó retrasarlo, explicó Sagi. Entre el 23 y la despedida, el 5 de julio, Barenboim actuará 10 tardes, cuatro en cada ópera y dos en los conciertos, todas al frente de la Deutsche Staatsoper de Berlín, cuya dirección compagina con la Sinfónica de Chicago.

En agosto, llevará a Sevilla, con la Fundación Tres Culturas, el Taller creado hace cuatro años con Edward Said: una orquesta formada por jóvenes músicos árabes e israelíes. 'La paradoja que demuestra la verdadera cara de los problemas es que, cuanto peor es la situación, más necesaria se hace una idea como ésta', explicó Barenboim. 'Si hubiera paz en Oriente Próximo, no habría necesidad. Por eso es muy importante seguir. No veo por qué gente como nosotros tenemos que esperar a que los políticos decidan sentarse a negociar. Y, por cierto, espero que algunos países que pueden impedir a los jóvenes venir no lo hagan. No es un taller político: la pasión y el entendimiento unen a gente que en teoría son enemigos. Said y yo estamos convencidos de que no hay solución militar a este conflicto. Ni estratégica ni moralmente'.

El concierto de Ramala

En el día de una nueva matanza de inocentes en Jerusalén, Barenboim quiso hacer oír la voz de la razón. 'Atentar contra vidas inocentes va contra los intereses de los palestinos y de los israelíes, así como las incursiones israelíes en Palestina van también contra los dos. El único camino para la seguridad de Israel es ser aceptado por sus vecinos. Y todo lo demás es temporal'.

Barenboim afirmó, además, que dará su prometido concierto en Ramala, que se canceló en marzo porque los israelíes no le dejaron entrar aduciendo razones de seguridad. 'En cuanto sea posible, lo haré. Cuando las cosas parecen imposibles, siempre pasa algo que las hace posibles'.

Volviendo a Madrid, la función que más expectación ha despertado (con la afición haciendo cola de noche, como en el fútbol) es Tannhäuser, ópera romántica (compuesta en 1845, 1847 y 1861) de Wagner (1813-1883), con dirección escénica de Harry Kupfer (1999). Barenboim explicó que hará la versión 'Dresde pura', la primera: 'No contiene las bellísimas páginas que el compositor añadió después, cuando se tristanizó, pero tiene más unidad y se aprecia mejor el que yo creo que es su tema principipal: el choque entre lo erótico y lo divino, que la cantante, y gran actriz, Angela Denoke encarna en los personajes de Venus y Elisabeth'.

Barenboim habla con admiración contagiosa de Wagner, 'seguramente, el compositor que ha levantado más opiniones extremas, a favor y en contra'. 'Ha sido mi punto central de interés en los últimos 20 años, y he aprendido mucho para otras músicas y otros estilos', dijo. 'Hay compositores geniales, capaces de escribir obras maestras. Otros que tienen una gran influencia histórica. Y unos pocos que cumplen ambas premisas. Wagner es uno de ellos. No sólo escribió obras maestras, sino que influyó para siempre en la música que vino después y en nuestra forma de entender la que se hizo antes. Y eso es un privilegio de muy pocos, quizá de seis o siete. Beethoven, Bach... A favor o en contra, Wagner es imprescindible'.

En cuanto a Elektra, de Strauss, Barenboim la considera una de las óperas más influyentes 'para el ímpetu del teatro del siglo XX'.

Alguien preguntó al maestro por la falta de audacia de los programadores de ópera, y Barenboim, que aparte de todo lo demás encuentra tiempo para programar ('espero que alguien encuentre la hora 25, el octavo día semanal y el mes 13'), explicó que se debe buscar un equilibrio entre lo consagrado y lo nuevo, aunque no sea fácil. 'Para distinguir una obra maestra hace falta tiempo. Cada vez que viene un idioma nuevo, trae dificultades a los cantantes y los músicos. Lo primero que falta es transparencia. La familiaridad ayuda mucho a dar claridad. En principio, muchas obras son un bosque donde no se ven los senderos. Ése fue el problema de la Segunda Escuela Vienesa: no sólo no se entendía, sino que se ejecutaba mal. Hasta que llegó Boulez y supo hacerlos transparentes. Hace falta tiempo, curiosidad y coraje para afrontar obras nuevas y dejar que el público se pronuncie. Por otro lado, como el sonido es efímero, desaparece y no vive físicamente; cada vez que se toca una obra conocida se toca por primera vez. Lo ideal es la transparencia para tocar obras nuevas y la frescura para las clásicas'.

Daniel Barenboim, ayer, en el Teatro Real.
Daniel Barenboim, ayer, en el Teatro Real.MIGUEL GENER

Educación y equilibrio

¿Puede la música promocionar la paz?, le preguntaron a Barenboim. Lo que no se puede, contestó, es 'utilizar la música'. 'La música es el equilibrio del estómago, el corazón y el cerebro, pero sólo tiene dos armas: el escape y el entendimiento. Si te quieres olvidar de tus problemas, nada mejor que la música. Si quieres entender las angustias del hombre, la música te lo da. La orquesta es un gran ejemplo de democracia y vida civilizada. Pero los griegos prohibieron la música porque conducía a excesos inaceptables. Lo que sí hace la música es dar sentimiento de comunidad. Pero, como es abstracta, siempre se le puede dar la vuelta, como hicieron los nazis y otros regímenes totalitarios'. Hablando como padre de dos hijos, Barenboim achacó a la nula educación musical el aislamiento de la música clásica. 'No despiertan la curiosidad de los niños por aprender, que es el sendero sin fin. Y eso lleva a que la clásica sea minoritaria y parezca elitista. ¿Pero qué puede pensar alguien que no se ha interesado por la música si cae en un concierto mío de la Quinta de Bruckner?'.

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