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Columna
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Después, ¿Alemania?

Andrés Ortega

Después de Francia, ¿va a ser Alemania el siguiente país en girar, el 22 de septiembre, a la derecha? La coalición rojiverde que encabeza el actual canciller, el socialdemócrata Gerhard Schröder, va por detrás de los democristianos de la CDU-CSU y de su candidato, el bávaro Edmund Stoiber. Sería una novedad que un líder bávaro llegara a la cancillería. Salvando las distancias, sería como si Jordi Pujol hubiese llegado a presidente del Gobierno español, lo que no hubiera estado mal. La cuestión es si los ciudadanos de los otros länder seguirán. Hoy por hoy, Stoiber le saca entre dos y ocho puntos en intenciones de voto a Schröder, al que, con el verano por medio y el paro creciendo, puede resultarle difícil acortar distancias. Pero faltan dos elementos: los escándalos de financiación oculta que pueden acabar salpicando a Stoiber y el debate televisivo entre los dos candidatos, pues ante las cámaras Schröder suele brillar mientras que el ministro-presidente de Baviera da mal.

Europa vive tiempos atormentados que se reflejan en una gran volatilidad electoral
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Stoiber se lanza a la conquista del poder en Alemania

Europa está viviendo tiempos atormentados que se reflejan en una gran volatilidad de los electorados. En Alemania, el panorama político puede cambiar el 22 de septiembre si los verdes confirman su caída -tras haber triunfado, pues todos los partidos prestan hoy una atención central a la ecología-; los liberales se han metido en una polémica antisemita que no les puede reportar ningún beneficio, salvo para atraer el voto de una extrema derecha en principio baja en este país, y los poscomunistas del PDS ven aumentar su base electoral del antiguo Este a zonas occidentales, aunque, en principio, nadie querrá entrar con ellos en un Gobierno de coalición.

En cualquier caso, hay que prestar atención a Stoiber, un político de ideas claras, a menudo duras, pero no un demagogo. Se presentó como 'el hombre de los tres 40': bajada del tipo máximo del IRPF a un 40%; reducción del gasto público a un 40% del PIB (lo que Thatcher se propuso, mas nunca logró), y reducción similar de los pagos a la Seguridad Social. Pero, mientras Schröder ha decidido salir en defensa de los servicios públicos, Stoiber ha ido moderando sus promesas a medida que abre su horizonte de victoria. Su visión de Europa, tal como la expuso en el Foro Económico de Múnich, organizado por la Fundación Herbert Quandt y el Instituto CESifo, choca con otras de la nueva derecha europea, incluida, en parte, la de Aznar o la de Chirac. Aboga por otra Europa. Considera que las reformas institucionales del Tratado de Niza son insuficientes para una Unión ampliada. Pero se opone, no sin razón, a la idea que se va a plantear, en contra de la Comisión y del Parlamento Europeo, en el cierre sevillano de la presidencia española, de crear la figura de un presidente del Consejo Europeo que, nombrado por los jefes de Estado y de Gobierno, no sería responsable más que ante ellos y se convertiría en el eje de un directorio de unos pocos en detrimento del control democrático del Consejo Europeo.

Stoiber propone reforzar la figura del presidente de la Comisión: que lo elija el Parlamento Europeo, con consentimiento de los jefes de Estado y de Gobierno, y que, a su vez, pueda formar libremente su equipo. Pide además que el Parlamento y el Consejo colegislen plenamente y se le quite a la Comisión el monopolio de la iniciativa legislativa, con lo que el Consejo y el Parlamento tendrían capacidad de propuesta. Quiere definir los intereses de Europa de una forma más restrictiva ante el aumento de heterogeneidad que representará la próxima ampliación de la UE: 'Si Europa no se centra, se perderá'. Aboga por comunitarizar la Política Exterior, de Seguridad y de Defensa Común (PESDC), pero abrir la vía a las subvenciones nacionales o regionales en diversos ámbitos, incluido el agrícola, aunque proponga crear un fondo de solidaridad para ayudar a los miembros más atrasados.

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Como ocurrió con los socialdemócratas, que la derecha acabe dominando el Consejo Europeo no significa que Europa será más fácil de gobernar. Quizás incluso más difícil si, además, otra Europa lleva a menos Europa.

aortega@elpais.es

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