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DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Columna
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Las hojas mas que el árbol

Igual a alguno de esos iluminados estrategas del Consell se le ha ocurrido que nuestra comunidad limite al norte con Almenara, al sur con el Peñón de Ifach y al oeste con los primeros repechos de Buñol

Valencianos

¿Estará el genoma de la derecha en mejores condiciones para maniobrar con el sentimiento histórico que el de la izquierda para representarlo? En varios libros de reciente aparición que analizan la particularidad valenciana de la transición política, se insiste una y otra vez en las manipulaciones de una derecha dispuesta a toda clase de sórdidas argucias para debilitar la conjunción de izquierda y nacionalismo -tal que ahora, aunque por otros medios-, pero no se proporciona le menor pista acerca del asunto verdadero, a saber, por qué tantos miles de personas sin más posibles muchas veces que la intensidad del sentimiento se dejaron aturdir hasta el extremo de prestarse con fervor a tanto engaño. Los sociólogos hablan de cierto meninfotisme comprobado y del autoodio como hipótesis. Dos engorrosos rasgos de carácter, catálisis de una cierta psicología algo anticuada, que lejos de constituir la explicación están demandándola a gritos. Silenciosos, es cierto.

La masculinidad borde

Seguramente son muchas las Nevenkas silenciadas que ni siquiera han tenido la desdichada suerte de llevar su caso ante los tribunales, para encontrarse allí con fiscales que convierten a la víctima en acusada, y con un acosador a lo gallo de corral que demuestra una vez más estar muy alejado de la conducta que se supone a un caballero al sugerir que la víctima ha tenido mayor número de aventuras amorosas que ese pobre desgraciado. Todas las Nevenkas de este mundo tienen el derecho a disfrutar de cuantas relaciones consideren convenientes, pero ningún tipo, aunque sea el farruco alcalde de una industriosa localidad, lo tiene para sitiar con agobios de menesteroso arrogante el deseo de su Nevenka particular. Si ella, la que sea, denuncia, es muy probable que tenga razón también en el rosario minucioso de detalles de ignominia, esos que se relatan en audiencia entre sollozos contenidos y un interminable sentimiento de vergüenza.

El sociólogo obsequioso

Cuando estuvo en Valencia de catedrático, Amando de Miguel todavía tenía un prestigio algo inmotivado, y la verdad es que aquí hizo poco más que apadrinar la boda de Carmen Alborch y Damiá Mollá y escribir un curioso artículo contra la perplejidad de los intelectuales valencianos que me cabreó tanto que no pude evitar obsequiarle con una pintada en la puerta de su departamento: '¿Amando de Miguel, intelectual valenciano? ¿Amando de Miguel, intelectual? ¿Amando de Miguel?'. El sociólogo se dedicó después a embroncar de una manera telúrica cada noche en las retrecheras tertulias de la Cope, y ahora va y saca un devoto Retrato de Aznar que ha sido presentado por Pedro Jota Ramírez y, vaya, Manuel Fraga, para quien el autor no tuvo sino elogios. También la sociología bien entendida empieza por uno mismo.

Ruido ajeno

Esa ley, o lo que sea, de contaminación acústica que andan proyectando será un estruendoso error si admite excepciones permisivas con la jarana pública de bodas, bautizos, comuniones, despedidas de soltería y otras alegrías festivas. En la zona del Pont de Fusta, raro es el día que entre las diez y las once de la noche alguien -vecino, pandilla o congregación- no dispara su particular castillo de fuegos artificiales, con ese tedioso ritmo de sobresaltos que la víctima acústica detesta de memoria y del que sólo espera el glorioso estallido de clausura a fin de recuperar la calma de sus ocupaciones. Lo mismo que ocurre con tantos restaurantes de seis euros el cubierto, de los que sales totalmente aturdido por el volumen de las conversaciones, no se acaba de entender la afición de tanta gente a incluir al vecindario en una celebración a la que tal vez no desea ser invitado.

Castellanos

Esta gente es que no para de enredar. Aún no han salido de una -de una de las tantas- de las suyas y ya se meten en otra. No les bastaba con fomentar el segregacionismo en Alicante y, aunque de otra manera, también en Castellón, por más fotos que se hagan disfrazados con el blusón de cada festejo del lugar. Ahora la emprenden con amagos de segregacionismo respecto de las comarcas valencianas de expresión castellana. Lo que sorprende no es que un partido en el gobierno con mayoría absoluta se comporte como esas políticas agrupaciones locales que florecieron como hongos hace unos años en comunidades periféricas, ya que para algo los jefes del asunto son básicamente provincianos. Inquieta más esa variante del modelo Abril Martorell-Broseta aplicada a una argucia susceptible de convertirse en otro factor de riesgo. A este paso, esta maltratada comunidad acabará más invertebrada que Ortega y Gasset.

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