La opción de Uribe

Los colombianos votan hoy en primera vuelta para elegir presidente en unos comicios que casi se han convertido en un referéndum para optar entre negociación o guerra a la insurrección. El conservador Andrés Pastrana termina su mandato el próximo 7 de agosto, tras cuatro años de frustración en los que ha bregado, sin el más mínimo resultado, por una negociación con la guerrilla marxista de las FARC. El Gobierno ofrecía la reinserción a unos bandoleros que ingresan más de un millón de dólares diarios por el comercio de la droga, el secuestro y la extorsión, y la guerrilla pedía poco menos que el reparto de Colombia para decir adiós a las armas.

El gran favorito es Álvaro Uribe Vélez, tanto que muchos sólo apuestan por si hará falta o no segunda vuelta para sellar su victoria; es decir, si hoy logrará o no más del 50% de los votos. Disidente liberal, se considera capacitado para poner en pie a la nación contra el insurrecto, reforzar al Ejército y despegar económicamente, y todo ello sin tocar el gasto social. El candidato oficial del liberalismo, Horacio Serpa, sostiene que la guerra no es solución a los problemas del país, fiándose de que aún es posible reanudar las negociaciones, muy justificadamente rotas por Pastrana. El sindicalista Lucho Garzón será, en el mejor de los casos, un tercero muy distante, pero representa a una izquierda moderada y moderna que un día pudiera romper un bipartidismo con olor a naftalina.

El Ejército, aun con la ayuda que le llega de Washington, lo tiene muy cuesta arriba, por falta de efectivos y medios, para combatir con éxito el fenómeno de la guerrilla y también a los paramilitares, porque los mercenarios de la antiguerrilla son tan mortales asesinos del país como las propias FARC. Después de la desesperanza que ha seguido al fracaso de la negociación, si gana Uribe -a quien sus enemigos acusan de conexión con los paras- y fracasa su opción militarizada, asusta pensar en lo que ello significaría para tan bello, generoso y trágico país como es Colombia.