Europa reclama a Bush que trate a sus socios como aliados y no como 'satélites'
Las decisiones de EE UU en política exterior y comercial han enfriado la alianza transatlántica
La visita del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, a Europa, que incluye escalas en Alemania, Rusia, Francia e Italia, servirá a los europeos para comprobar si ha caído o no en saco roto su reclamación de ser tratados como aliados, y no como 'Estados satélites' o incluso 'vasallos', como han denunciado estas semanas pasadas diversos líderes europeos. El nuevo escenario mundial hace que la escala de hoy en Moscú se presente como la menos conflictiva, coronada por el solemne acto que el próximo día 28 tendrá lugar en Roma para crear el Consejo OTAN-Rusia.
La alianza estratégica, única en el panorama mundial actual, entre Europa y EE UU se reforzó de inmediato tras los ataques del 11 de septiembre. Pero las posteriores iniciativas unilaterales de Washington en política exterior, comercial y de defensa han deteriorado el nexo transatlántico considerado 'esencial' por ambas partes. La definición del eje del mal, la posición sobre Oriente Próximo, el posible ataque a Irak y las medidas proteccionistas para el acero son los puntos álgidos de una política estadounidense que levanta ampollas entre los europeos, que reclaman ser tratados 'como aliados, no como vasallos', en frase del ex canciller Helmut Kohl.
La reacción europea tras el 11-S fue la gran prueba de solidaridad frente al terrorismo y las 'nuevas amenazas'. Pero el discurso de George W. Bush a comienzos de año con su teoría del eje del mal (Irán, Irak y Corea del Sur, luego ampliado a Libia, Siria o Sudán) hizo saltar las alarmas en la UE. El entonces ministro francés de Exteriores, Hubert Vedrine, calificó el discurso de 'unilateral y simplista' y pidió a Bush que tratara a los europeos como 'aliados y socios' y no como 'Estados satélites', en palabras del ministro alemán Joschka Fischer. Las entrevistas de ayer con Gerhard Schröder y del próximo día 26 con Jacques Chirac constituyen la oportunidad para comprobar si los temores europeos están o no basados en hechos reales.
Bush también deberá ser prudente si alude durante su gira europea a un eventual ataque a Irak, a tenor de las reacciones que suscitó en su día. 'Nos asusta toda posible ampliación del conflicto', alertó el presidente de la Comisión, Romano Prodi, en febrero. 'Mantener vigente la alianza creada tras el 11-S es más y más difícil', añadió. Richard Pearl, consejero de Bush para Defensa, lanzó una advertencia días después tras recordar que EE UU salvó a Europa en las dos guerras mundiales: 'Hoy somos nosotros los amenazados y agradeceríamos un poco de reciprocidad a los europeos'. Bush también llevará a la memoria de los europeos la misma idea cuando el lunes visite el cementerio militar estadounidense de Normandía.
Estado palestino
La crisis de Oriente Próximo tensó aún más la cuerda. Frente al apoyo estadounidense a la 'política de pura represión de Ariel Sharon', como la describió Vedrine, la UE intentó pactar una posición común que pasaba por el rápido reconocimiento del Estado palestino. Tony Blair, el principal defensor de los intereses norteamericanos en Europa, se cargó la iniciativa española con el decidido apoyo de Alemania y Holanda una vez conocida la oposición de Washington a la propuesta.
Javier Solana, representante para la política exterior europea, ha tratado de limar asperezas. 'La relación transatlántica es crucial y no se debe jugar con ella', ha reiterado. Pero Europa, pese a sus discrepancias internas, intenta elevar sus dosis de autonomía comercial, política y militar, y el propio embajador de EE UU en Bruselas, Rockwell Schnabel, admite que 'será más difícil trabajar como socios a medida que la UE tenga más independencia al tomar decisiones'.
Un buen ejemplo es la guerra comercial entre ambas orillas del Atlántico, colateral a la negativa de Washington a firmar el Protocolo de Kioto. A los ya viejos contenciosos (exportaciones norteamericanas a través de paraísos fiscales, prohibición de importar carne hormonada a la UE o la aplicación de la ley Helms-Burton) se ha sumado este año la decisión de Washington de aplicar un arancel del 30% a las importaciones de acero. La UE, que perderá 7.500 millones de euros en tres años por esa medida, ha amenazado con aplicar aranceles de entre el 15% y el 16% a 15 productos norteamericanos fabricados en zonas de EE UU que son graneros de votos para Bush y, a la vez, se plantea denunciar el caso el próximo 18 de junio ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). Esta organización decidirá en esas fechas qué indemnización debe pagar Washington a la UE (entre 1.000 y 4.000 millones de euros) por la Foreign Sales Corporation, la ley que permite exportaciones a través de paraísos fiscales.
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