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Columna
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Parámetros para el Peñón

Andrés Ortega

Difícil negociación la de Gibraltar, en sí y por lo que comporta. Los esfuerzos desplegados por la diplomacia española son notables, pero, llegados a este punto, requieren un desbloqueo político al máximo nivel. ¿Lo lograrán hoy Aznar y Blair? Aunque el escollo central puede ser si el acuerdo es provisional o definitivo, hay otros parámetros centrales, que van más allá del Peñón.

Vigencia del Tratado de Utrech. Es un tratado que se ha violado en repetidas ocasiones en los últimos tres siglos. Para aterrizar en la pista de Gibraltar, los aviones no pueden prácticamente evitar la violación del espacio aéreo español. Utrech prohibía las relaciones por tierra entre Gibraltar y el territorio español, pero la entrada en 1986 de España en la UE obligaba a ello, y nadie protestó entonces. Por otra parte, ¿sancionará la cosoberanía la ocupación por los británicos del istmo, no contemplada en Utrech?

Integridad territorial. Hasta ahora España no ha renunciado nunca al título que implica que la preservación de la colonia británica quebranta la unidad territorial española, reconocido por la Asamblea de Naciones Unidas en repetidas ocasiones. Sin embargo, un acuerdo de soberanía compartida, sin las matizaciones oportunas, podría suponer renunciar a ese principio. Y de ahí la importancia de que el acuerdo sea provisional, especialmente si los gibraltareños acaban echándolo atrás. La defensa de este principio puede tener consecuencias para otros problemas, como el vasco.

Autodeterminación. De nuevo, mirando al País Vasco, es ésa una de las razones por las cuales el Gobierno, sin negar a Londres el derecho a buscar el parecer de los gibraltareños -contrarios en principio, aunque, como ha indicado The Observer, 'ningún hombre es una isla aunque viva en una Roca'-, no quiere reconocer ningún derecho a la autodeterminación, y menos aún a la independencia. En todo caso, Utrech contempla la retrocesión a España de Gibraltar en caso de cambio de su estatuto. Gibraltar es, formalmente, un caso contrario: de descolonización en favor de España. Y eventualmente, la plena autonomía de los gibraltareños en España podría elevar las demandas de los techos competenciales de algunas comunidades autónomas.

Ceuta y Melilla. Aunque los orígenes de la soberanía sean distintos, cualquier solución para Gibraltar repercutirá sobre la manera en que Marruecos enfocará el contencioso -pues contencioso hay- sobre Ceuta y Melilla. Desde esa perspectiva, la cosoberanía provisional o indefinida plantea menos problemas que la retrocesión a España.

Base militar. La solución no puede implicar dejar fuera, o en un burbuja británica, la base militar en Gibraltar. Tendrá que compartirse la soberanía formal, aunque el control operativo de la base pueda recaer sobre uno u otro. La comparación con las bases de Rota y Morón es errónea. Ésas son bases españolas, no estadounidenses, aunque EE UU las utilice siempre bajo el control y la autorización de España. No se comparte soberanía en Rota.

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Campo de Gibraltar. Ante la posibilidad de un futuro en España, los llanitos miran a su alrededor. ¿Y qué ven? No el nivel de vida de Madrid, Barcelona, o Gibraltar, sino el de La Línea y su entorno. Contribuiría a cambiar su parecer un plan de desarrollo integral de una zona española atrasada.

El sino de Gibraltar importa poco a la mayoría de los españoles. Pero es conveniente eliminar esta china en el zapato de las relaciones entre Londres y Madrid, que afecta al desarrollo de la UE. La cosoberanía no definitiva es un principio razonable, aunque el acuerdo requiere un cierto encaje de bolillos diplomático e inventar un modelo. Respecto a la situación actual, implicaría que España ganaría, aunque sea de forma compartida, soberanía sobre Gibraltar. La ventana de oportunidad está abierta.

aortega@elpais.es

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