20 años de 'Missing', de Costa Gavras
El aniversario del filme coincide con la revisión de los hechos por el juez Guzmán
El estampido de las balas contra prisioneros indefensos tronó de nuevo el pasado martes en el estadio Nacional de Chile, como hace 29 años, durante los primeros días de la dictadura del general Augusto Pinochet. Bajo la batuta del juez Juan Guzmán, que ordenó reconstruir el crimen del periodista y escritor estadounidense Charles Horman, ejecutado por militares en septiembre de 1973, el pasado volvió abruptamente al presente en Chile. La reconstrucción coincide con el aniversario de Missing (Desaparecido, basado en el libro homónimo de Thomas Hausser), dirigida por Costa Gavras y protagonizada por Jack Lemon y Sissy Spacek. En la diligencia judicial participaron tres norteamericanos y tres chilenos que estuvieron detenidos en este recinto, el principal escenario deportivo del país, y medio centenar de alumnos de la policía civil, interpretando a los represores. La reconstrucción del asesinato coincidió con el acto cultural y artístico realizado ayer en el Studio 54, en Nueva York, en conmemoración del vigésimo aniversario del estreno de Missing, informa Isabel Piquer.
Al que señalaba el 'encapuchado' se lo llevaban los militares y desaparecía
Metódico, el juez ordenó simular una ejecución junto a la pista de atletismo
Horman y su compatriota Frank Teruggi, también ejecutado por los militares chilenos, integraban el grupo de prensa Fuente de Investigación Norteamericana (FIN). Una patrulla del Ejército detuvo a Horman en su domicilio el 17 de septiembre de 1973, se llevó los documentos que había recogido el FIN y lo trasladó al estadio Nacional. Igual suerte corrió Teruggi. Ambos fueron asesinados poco después a balazos. El cuerpo de Horman fue sepultado sin identificar y sólo en 1974 fue entregado a sus parientes.
Por una querella contra Pinochet interpuesta por Joyce Horman, viuda del periodista, el juez que procesó a Pinochet por los crímenes de la Caravana de la muerte, tiene ahora el caso en sus manos. Durante la diligencia en el estadio Nacional, Guzmán intentó reconstruir cómo era el trato que recibieron los más de 20.000 prisioneros que estuvieron durante meses en este recinto deportivo, usado como campo de concentración.
Metódico, el juez ordenó simular una ejecución junto a la pista atlética que rodea la cancha de fútbol, para comprobar si, como afirman los prisioneros, oían los disparos cuando estaban en los vestuarios. Un detective se cubrió el rostro y simuló ser el encapuchado, un personaje siniestro que provocaba espanto al recorrer las filas de detenidos, pues al que señalaba se lo llevaban los militares y desaparecía. Era un ex izquierdista que años después, arrepentido, confesó su participación en las torturas y represión de la DINA, poco antes de que él mismo fuera asesinado. Indagaciones posteriores han revelado que hubo más de un encapuchado. Hace pocos meses, un académico derechista fue identificado por un colega como uno de los torturadores del estadio.
El estadounidense Adam Schesch, que estuvo junto con su esposa Patricia Garret detenido allí ocho días, contó a Guzmán cómo el encapuchado seleccionaba a los que iban a ser ejecutados y como después se enchufaban los ventiladores o se ponía música fuerte en los vestuarios para que no se oyeran los balazos. No compartió reclusión con Horman, a quien, tal como a Teruggi, mantuvieron apartado de otros prisioneros. El periodista Steve Volk, que también viajó a Chile para la reconstrucción, afirmó que la Embajada y el Consulado de EE UU no se interesaron por los norteamericanos detenidos 'porque éramos estudiantes y, además, de izquierda, a los que no había que ayudar. Por eso hicieron sólo lo mínimo posible'.
El cónsul general de EE UU en Chile en el momento del golpe, Frederick Durban, responsabilizado de no brindar ayuda a sus compatriotas detenidos por la dictadura, fue citado por el juez. Molesto, acusó a los testigos norteamericanos de mentir y dijo que de Horman no supo nada hasta después de muerto, porque éste 'odiaba tanto al Gobierno de Estados Unidos y a nuestra Embajada que nunca se registró ni quería dar sus datos'.
Otro de los testigos, el actual presidente del Colegio de Periodistas de Chile, Guillermo Torres, detenido en 1973 con el asesinado cantautor Víctor Jara y otras 600 personas en una universidad en la capital, trasladado al estadio Chile y después al estadio Nacional por los militares, tampoco vio a Horman, pero sí supo de la búsqueda angustiada por parte de los parientes del norteamericano. 'Al terminar septiembre, los familiares llamaron varias veces por los altavoces del estadio para que se presentara'.
Todavía no está claro si a Horman lo asesinaron dentro del recinto, o junto a algún muro en las calles de la ciudad, durante el toque de queda, como a muchos otros detenidos. Guzmán, un juez paciente y que no deja cabos sueltos, ha pedido infructuosamente interrogar por este caso al ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger y a Pinochet.
Al terminar la diligencia en el estadio, el juez Guzmán planteó el sentido histórico de su pesquisa: 'Los pueblos cometen errores y es necesario corregirlos, para que después no se vuelvan a repetir'.
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