Muere Diane Pretty dos semanas después de que la justicia le negara el suicidio asistido
La paciente británica entró en coma hace dos días debido a sus dificultades respiratorias
Tras perder la batalla legal para obtener vía verde al suicidio asistido, la inglesa Diane Pretty murió el sábado pasado, a los 43 años, después de entrar en coma, precipitado por dificultades respiratorias. Pretty intentó evitar esta penosa muerte recurriendo a los tribunales británicos y europeos. Durante los últimos nueve meses, Pretty pidió permiso infructuosamente a los jueces para que su marido le ayudara a quitarse la vida, sin miedo a acabar en prisión.
En sucesivas sentencias se desestimó la opinión de sus abogados que defendían el derecho a una muerte digna y resaltaban la creciente inhumanidad de la condición de Pretty. Aquejada de una enfermedad degenerativa terminal, esta mujer estaba condenada a una silla de rueda y requería asistencia para cualquier cometido. Incluso el suicido estaba fuera del alcance de sus posibilidades. Pero podía comunicarse con un aparato electrónico y en repetidas ocasiones hizo saber sus deseos: quería morir en una fecha y en lugar por ella escogidos.
Su familia cercana, su marido Brian y sus dos hijos apoyaron su causa, que sistemáticamente fue desestimada por los tribunales, incluido el Europeo de Derechos Humanos, hace menos de dos semanas. Pretty viajó en ambulancia hasta Estrasburgo en su primer y ultimo viaje al continente desde que le fue diagnosticada la enfermedad. Se negaba a perder la esperanza y, con su entereza, firmeza y determinación, se ganó el respeto del público. Sin embargo, a pesar del clamor popular los jueces europeos temieron abrir la peligrosa puerta de la eutanasia asistida.
'Diane ha debido sufrir lo que más temía (la muerte por asfixia) y yo nada he podido hacer para ayudarla', dijo ayer su marido. La enferma deseaba elegir el momento y lugar del ocaso, pero falleció finalmente en un sanatorio inglés, dos días después de entrar en coma a consecuencia de problemas respiratorios y con un intenso dolor.
El escenario de la muerte parece despejar cualquier duda sobre una posible intervención del marido, que siempre se había declarado dispuesto a cumplir el deseo de su esposa. 'Era una mujer extraordinaria, que sorprendía por su humanidad y coraje frente a la adversidad de un sufrimiento insoportable', apuntó Deborah Annetts, de la Sociedad por la Eutanasia Voluntaria, que respaldó su viacrucis legal.
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