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EL CONFLICTO DE ORIENTE PRÓXIMO

Powell admite que la conferencia de paz queda 'en suspenso'

El terrorismo pone 'en peligro' la posibilidad de avanzar

Enric González

Los planes de Estados Unidos para Oriente Próximo corren riesgo de naufragio. Los desacuerdos entre George W. Bush y el primer ministro israelí, Ariel Sharon, quedaron el martes en segundo plano por la noticia de un nuevo atentado suicida en Tel Aviv. Pero el propio secretario de Estado, Colin Powell, admitió ayer que la persistencia del terrorismo ponía 'en peligro la posibilidad de avanzar' hacia la paz.

El secretario de Estado reconoció también, de forma implícita, que sus esfuerzos por reunir una conferencia internacional sobre Oriente Próximo en junio podían ser inútiles. 'Todo queda en suspenso por un tiempo', dijo Powell.

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Después del atentado, el secretario de Estado no pidió autocontrol a las autoridades israelíes. Al contrario, asumió que se produciría un relanzamiento de las operaciones militares por un periodo indeterminado.

Sharon se mostró intransigente en su visita a la Casa Blanca. Mantuvo su negativa a negociar con Yasir Arafat, restó relevancia al plan de paz de Arabia Saudí e insistió en llamar 'posible reunión regional' a la proyectada conferencia internacional. 'No me he sentido presionado por Bush', dijo después, debilitando un poco más la posición del presidente de Estados Unidos, cuyo objetivo en la reunión del martes consistía en atraer a Ariel Sharon hacia una negociación arropada por Washington, Bruselas, Moscú, la ONU y los principales países árabes. Al término del encuentro, e informado ya de la gravedad del atentado en Tel Aviv, Sharon cargó de nuevo contra la Autoridad Palestina: 'No es posible avanzar en un proceso político con esa entidad terrorista y corrupta', manifestó.

El único resultado del encuentro entre Bush y Sharon fue la decisión de enviar a la región al director de la CIA, George Tenet, que la semana próxima iniciará una misión de asesoramiento con el fin de ayudar a la reforma y unificación de las fuerzas de seguridad palestinas. Al margen de eso, los dos dirigentes reclamaron una urgente democratización de las instituciones de Palestina.

Bush, que hace unos meses apoyaba sin reservas la política de Sharon, le exigió luego una retirada militar que no se produjo y, mientras, envió a su secretario de Estado a una misión imposible en Oriente Próximo, ha vuelto a la casilla de salida: la fuerza del voto judío en EE UU, la presión del Congreso y de su propio partido, el Republicano, y la proximidad de las elecciones de noviembre le obligan a apoyar de nuevo cualquier represalia que Ariel Sharon decida emprender contra los palestinos. Su portavoz, Ari Fleischer, volvió a cargar ayer toda la responsabilidad sobre Yasir Arafat: 'La Autoridad Palestina debe reformarse; el presidente vigilará los actos de Arafat'.

La visita a la Casa Blanca del rey Abdulá de Jordania, que debía haber servido para avanzar hacia una negociación global en Oriente Próximo tras el encuentro de Bush con Sharon, quedó eclipsada por los acontecimientos. 'La única forma de acabar con el terrorismo es negociar', dijo, pese a todo, Abdulá antes de reunirse con Bush. Su mensaje coincidió exactamente con el que lanzó Powell después de entrevistarse con el ministro británico de Exteriores, Jack Straw. 'Ni los atentados suicidas ni las operaciones militares conducirán nunca a una solución', declaró.

Straw reafirmó la posición europea, tibiamente aceptada por EE UU, de que no había otro interlocutor que Arafat. 'Tenemos que seguir negociando con él porque es el líder del pueblo palestino, sería un error marginarle', dijo el ministro británico. 'No nos corresponde a nosotros elegir a los dirigentes con los que debemos negociar'.

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