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Frida Kahlo y Diego Rivera llenan de color el museo latino de Nueva York

La exposición reúne los cuadros de los coleccionistas Jacques y Natasha Gelman

Hace algo más de 70 años, la familia Rockefeller ordenó destruir del centro que ahora lleva su nombre un mural de Diego Rivera porque el artista mexicano se negó a borrar un retrato de Lenin que había deslizado en su obra. Desde ayer, Rivera y Frida Kahlo han vuelto a Nueva York gracias a la pasión coleccionista de Jacques y Natasha Gelman, y han sido admirados y reverenciados. El Museo del Barrio, en el antiguo vecindario puertorriqueño de Harlem, muestra algunas de sus mejores pinturas y un poderoso resumen de otras figuras del modernismo mexicano.

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En esta muestra coinciden tres trayectorias: la historia de Frida Kahlo y Diego Rivera, la pasión coleccionista de Jacques y Natasha Gelman -que dejaron uno de los legados más completos de esta época densa y conflictiva del arte mexicano- y la ambición del Museo del Barrio por convertirse en el centro de la cultura latina en Nueva York.

En palabras del propio Rivera, Frida Kahlo 'fue la primera mujer en la historia del arte que trató con absoluta honestidad y sin compromisos, se podría decir incluso con una crueldad impasible, los problemas generales y específicos que afectan a las mujeres'. Temas como la pasión, la sumisión o el estereotipo quedan reflejados en sus autorretratos: el de 1941, con el pelo recogido en sinuosas trenzas o el de 1943, objeto erótico pasivo, rodeada de monos. 'Frida Kahlo sirvió luego de símbolo para muchas feministas norteamericanas que también reivindicaban su imagen', comenta la conservadora del museo, Fatima Bercht.

Sus obras siempre reflejan la atormentada relación con Rivera desde que lo conoció como una joven estudiante en 1928, ya marcada por las secuelas del accidente de tráfico que a los 18 años le partió la columna vertebral, hasta su muerte en noviembre de 1957. Aunque Kahlo goza ahora de mayor reconocimiento que el pintor mexicano, vivió toda su vida a la sombra del gran hombre. Diego en mi pensamiento o El abrazo de amor del universo, la tierra (México), Diego, yo y el Señor Xolotl son testimonios de su obsesión.

Sexo y surrealismo

Y mientras Kahlo se encerraba en sí misma, Rivera tomaba el camino inverso y trataba de 'reproducir las imágenes puras y básicas de mi tierra. Pintar la vida social en México tal como la vi y a través de mi visión de la verdad mostrar a las masas una idea del futuro'. Una visión que plasmó esencialmente en sus murales pero también en el retrato de una niña indígena, Modesta, en una escena de juegos infantiles, Girasoles, o en las Vendedoras de Alcatraces.

Tan sólo una obra de la exposición muestra cómo Rivera pintó, simbólicamente, su peculiar vida sentimental. Paisaje con cactus, de 1931, que es una interpretación surrealista de las relaciones sexuales, también parece reflejar el difícil momento que atravesaba con Frida Kahlo, a quien había dejado tras iniciar un romance con la hermana de ésta, Cristina.

Entre los autorretratos y las denuncias sociales, surge el rostro, amable y rubio de Natasha Gelman, que posó en numerosas ocasiones para los dos artistas. Natasha era la mujer de Jacques Gelman, un imigrante ruso que hizo fortuna distribuyendo las películas de Cantinflas. El matrimonio se instaló en México en los años cuarenta y empezó a alternar con los modernistas, creando una de las colecciones más importantes del arte mexicano del siglo XX, que luego donaría en parte al Museo Metropolitano de Nueva York en 1986.

La colección de los Gelman también incluye fotos de Manuel Álvarez Bravo, varios estudios del muralista José Clemente Orozco, pinturas de las artistas surrealistas María Izquierdo y Leonora Carrington (que se puede ver ahora en la exposición sobre el deseo surrealista en el Metropolitan), y también cuadros de otra de las grandes aunque olvidadas figuras del arte mexicano, Gunther Gerzso.

Es una suerte que la exposición haya podido celebrarse en el Museo del Barrio, una institución que lucha por convertirse en el centro del arte latino en Nueva York. El Museo nació, como su nombre indica, en la zona puertorriqueña del East Harlem, la parte menos noble de la Quinta Avenida. Se fundó en 1969 por un grupo de artistas y pintores de Puerto Rico para mantener vivas sus raíces culturales. Nació por la misma época que el Studio Museum de Harlem y la Asia Society. Con el tiempo, ha ampliado su vocación al resto del espectro latino de la ciudad, en particular los mexicanos.

Comparte ahora sus salas con una escuela, y una reciente decisión del nuevo alcalde, Michael Bloomberg, lo ha dejado sin la ampliación prometida por su predecesor, Rudolph Giuliani. 'Aún así, y gracias al creciente peso demográfico de los latinos, disponemos ahora de muchos más medios. No hay que olvidar que un tercio de Nueva York habla español', comenta su directora, Susana Torruella. 'En los más de diez años que llevo aquí nos hemos convertido en una institución con una auténtica identidad'.

<b></b><i>Retrato de la Señora Gelman</i> (1943), de Diego Rivera.
Retrato de la Señora Gelman (1943), de Diego Rivera.LUIS MAGÁN

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