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Alerta policial en Moscú ante una ola de amenazas racistas

Las embajadas occidentales reciben mensajes contra los extranjeros

Pilar Bonet

Presionada por las quejas internacionales sobre un aumento de la xenofobia en Rusia, la policía de Moscú incrementará la vigilancia en espacios públicos, embajadas y centros docentes a los que asisten estudiantes extranjeros el 20 de abril, fecha del aniversario del nacimiento de Adolfo Hitler. Tanto las representaciones diplomáticas de las repúblicas ex soviéticas como las occidentales han recibido amenazas.

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Las representaciones diplomáticas de siete países de la Comunidad de Estados Independientes (Armenia, Azerbaiyán, Georgia, Kazajistán, Kirguizistán, Uzbekistán y Tayikistán) han trasmitido esta semana al Ministerio de Exteriores ruso las quejas de sus ciudadanos ante los ataques de cabezas rapadas contra 'gente de apariencia no eslava' en mercados, discotecas y en el metro. Las embajadas occidentales, por su parte, recibieron la semana pasada un mensaje electrónico, donde un tal Iván, que se presenta como el 'presidente del grupo de skinhead de Rusia', declara la guerra a los extranjeros, pide su deportación y los amenaza de muerte. La Embajada de EE UU ha expresado su preocupación al Ministerio de Exteriores y el embajador de España, José María Robles Fraga, ha pedido que se adopten las medidas necesarias contra las amenazas, recibidas también en la sede diplomática española.

Un pogromo que se saldó con tres muertos el pasado octubre es el incidente más grave protagonizado por grupos xenófobos en Moscú. Más allá de los cabezas rapadas, el racismo en Rusia tiene amplias dimensiones que las autoridades ignoran o propician y que están relacionadas con la guerra de Chechenia y el flujo incontrolado de inmigrantes.

Deportaciones

El ejemplo más flagrante es la política de Alexandr Tkachov, el gobernador de la región de Krasnodarsk, en el norte del Cáucaso, que ha comenzado a expulsar de su territorio a los emigrantes. Los primeros deportados, dos familias de kurdos oriundos de Armenia, tenían pasaportes de la desaparecida URSS y no se habían empadronado en la región, donde residen muchos emigrantes. El uso selectivo de métodos coercitivos (como anular contratos de alquiler y cortes de electricidad) contra miembros de etnias no eslavas ha hecho que los defensores de derechos humanos hayan denunciado a las autoridades de Krasnodarsk por racismo encubierto. Por la deportación se ven amenazados ahora los turcos meshjetinos, que en época soviética tuvieron que exiliarse de Uzbekistán, al ser víctimas de un pogromo en aquella república asiática. Los ciudadanos de a pie, que viven la emigración como una amenaza, aplauden al gobernador de Krasnodarsk, ante cuyo populismo callan las instituciones.

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El racismo arraiga también en Rusia como elemento necesario para justificar la guerra de Chechenia, según denuncia Lidia Gráfova, presidenta de una agencia informativa especializada en emigración. Esto es especialmente visible en la película Voiná (La Guerra), de Aleksei Balabanov, un éxito que, en clave de western, justifica la guerra y trata a los chechenos como una etnia perversa e inferior.

Se calcula que en la actualidad hay 11 millones de inmigrantes ilegales en Rusia (seis millones de ellos de repúblicas ex soviéticas).

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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