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Tribuna:LA SEGURIDAD DE EUROPA
Tribuna
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Rusia ante la UE: entre la admiración y la decepción

El autor sostiene que la UE por cautelosa y Rusia por desconfiada no explotan el amplio campo de cooperación que tienen delante

A medida que Rusia comienza a abrirse camino en los recovecos de la Unión Europea (UE), su relación con este enmarañado organismo está cada vez más determinada por dos sentimientos distantes entre sí: la admiración y la decepción.

Los rusos sienten sincera admiración ante el camino recorrido por la parte occidental de Europa durante el pasado medio siglo. El mercado único, la divisa común, la prosperidad económica, la democracia estable, la paz y la seguridad son resultados impresionantes para un continente que ha sido escenario de continuas guerras. El Tratado de Maastricht en 1992 esbozó una ambiciosa perspectiva de futura expansión europea. Además de la introducción del euro, se planea crear una política exterior, de seguridad y de defensa común. Se ha declarado también la intención de formar un sistema europeo de colaboración en el campo de justicia e interior y establecer una ciudadanía europea única. Próximamente ingresará en la UE un amplio grupo de nuevos Estados miembros. También se prepara una reforma radical de las instituciones de la UE con el fin de hacerlas más eficaces.

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La decepción refleja los defectos de nacimiento de la UE. A los rusos les cuesta acostumbrarse al frecuente relevo de países en la presidencia de la UE. No es fácil tampoco comprender la división de competencias en las numerosas instituciones comunitarias y entender quiénes toman las decisiones y cómo. A los rusos, la UE les parece una organización pesada y lenta, con la que es difícil tratar. De forma inesperada, por ejemplo, la UE ha sido el interlocutor más difícil de Rusia en las negociaciones sobre el ingreso de este país en la Organización Mundial de Comercio.

El nivel y el rumbo de la colaboración entre la UE y Rusia están determinados por el Acuerdo de Cooperación y Colaboración (ACC) de 1994 y también por dos 'estrategias' contrarias, que fueron adoptadas en 1999 y 2000, respectivamente. Sin embargo, ambas partes violan decenas de puntos del ACC, y las estrategias no sólo no coinciden, sino que en ocasiones resultan excluyentes.

Rusia tiene una larga lista de quejas hacia la Unión Europea y, por lo tanto, de expectativas. A los rusos les irrita la complicación sistemática de las normas de expedición de visados en la zona de Schengen, lo que envenena la atmósfera de cooperación entre Rusia y Europa. En respuesta, la UE, con razón, llama la atención de Moscú sobre los problemas pendientes a la hora de controlar a sus propios ciudadanos y también sobre la desorganización en la entrega de pasaportes rusos.

Dado que el petróleo y el gas suponen el grueso de la exportación rusa a la UE, a Rusia no puede gustarle la política de Bruselas dirigida a limitar el porcentaje de los productos energéticos rusos en los mercados de los países europeos. Como resultado, la Carta Energética Europea no se ha ratificado hasta hoy en Rusia. Por otra parte, los europeos no tienen una alternativa real a los productos energéticos rusos. Por eso, el diálogo energético entre la UE y Rusia, que ha iniciado Romano Prodi, promete tener éxito, aunque los procedimientos antidumping contra ciertos productores rusos contribuyen a mantener la tensión.

La ampliación de la UE amenaza con causar bastantes quebraderos de cabeza a Rusia en Kaliningrado, un enclave ruso situado entre Polonia y Lituania. Por el momento, las complicadas conversaciones entre Moscú y Bruselas sobre las condiciones de tránsito de viajeros y mercancías a través del territorio de Lituania, la suavización del régimen de visados y las inversiones europeas en infraestructuras en esta región transcurren sin progreso aparente. Su eventual fracaso repercutiría negativamente en la situación de millones de rusos, polacos y lituanos.

Los países de la UE son los principales acreedores de Rusia. A ellos les corresponde el 80% de la deuda exterior rusa, cuyo servicio supone una pesada carga para nuestro presupuesto (llegando hasta el 30% de sus gastos). Sin embargo, la propuesta del primer ministro Mijaíl Kasiánov de canjear nuestra deuda por inversiones no encuentra comprensión de momento en los países de la UE. Con excepción, tal vez, de España, país con el cual Rusia tiene una deuda relativamente pequeña.

Desde el punto de vista histórico, Rusia es muy sensible en temas de su seguridad. Por eso, tiene un exacerbado sentimiento de soledad sobre el telón de fondo de la ampliación de la OTAN hacia el Este, el creciente desprecio por parte de Estados Unidos de las opiniones de sus aliados y de Rusia y el papel cada vez más decorativo de la OSCE y la ONU. La no inclusión de Rusia en el sistema de seguridad europeo contrasta con el gran papel que desempeñamos en los Balcanes y en todo el espacio de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) y también en las operaciones antiterroristas internacionales. Por otra parte, Rusia misma manifiesta a menudo su falta de deseo de llenar con contenido real los intentos de cooperación emprendidos. Así, está hoy sobre el tapete el problema del destino del grupo de los 20 Rusia-OTAN, que se está gestando por iniciativa del primer ministro británico, Tony Blair. La pesada y excesivamente cautelosa UE y la Rusia desorientada, cada una por su parte, se muestran vagas sobre el futuro de su cooperación. La UE no acaba de dar pasos decididos para contribuir de una forma más activa en la no trivial resolución de los problemas existentes. Rusia, por su parte, emite señales de reforzamiento de las tendencias autoritarias en su política interior, abre su economía a regañadientes y muestra una suspicacia hacia sus socios occidentales, que tiene su origen en la época de la guerra fría.

Al mismo tiempo, se pueden destacar un par de campos en los que la cooperación entre Rusia y la Unión Europea pueden dar abundantes frutos. En primer lugar, las ciencias fundamentales, la exploración conjunta del espacio, las telecomunicaciones y las comunicaciones, la construcción aeronáutica, inclusive en el campo militar, la infraestructura de transportes, la energía, la vigilancia del medio ambiente desde el cosmos y otros temas. Un campo básico de una variada colaboración debe ser el sistema de seguridad europeo, que no es posible crear sin una participación plena de Rusia. Se trata, en definitiva, de dar pasos y adoptar decisiones concretas. Guiados por esta idea, un grupo de influyentes políticos rusos se ha unido para crear Rusia en la Europa Unida, un comité cuyo fin es impulsar nuevas iniciativas para el acercamiento ruso-europeo y promoverlas en las estructuras de poder de Rusia y la Unión Europea.

¿Podrán Moscú y Bruselas superar la rigidez burocrática y el miedo al cambio? La respuesta también depende de España, que hasta el verano dirige la UE.

Vladímir Rizhkov es coordinador del Comité Rusia en la Europa Unida y diputado de la Duma Estatal de Rusia.

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