De la tragedia a la miseria
Centenares de muertos, ciudades arrasadas, miles de detenidos y desaparecidos, millares de familias sin hogar, depósitos de agua dinamitados, infraestructura demolida y, por cada terrorista real detenido, mil palestinos decididos a ocupar su puesto. Fuera de los territorios hay que añadir un antisemitismo rampante y un aumento de la inseguridad para los judíos dentro de Israel y en todo el mundo. Aparte de la quiebra moral de la democracia israelí y la constatación internacional de que Estados Unidos son gobernados hoy por un equipo al que es absolutamente ajeno el mero concepto de la grandeza política. Después de lo sucedido está claro ya -incluso para los admiradores de la democracia norteamericana y amigos de Israel- que la existencia de una sola megapotencia convierte el criterio del electorado norteamericano en el mayor peligro global como al del electorado israelí en una bomba. Este podría ser el balance de la operación Muro Defensivo del primer ministro israelí, Ariel Sharon.
Es el balance provisional, porque ya se adivinan mayores miserias no sólo sobre el terreno, también en las alturas diplomáticas. No de otra forma puede interpretarse 'la positiva acogida' norteamericana a la propuesta de celebrar en Washington una conferencia de paz con los países árabes moderados, sin Europa y sin Arafat. Sharon ofrece una reunión entre amigos en la que elige escenario, participantes y, por supuesto, agenda. Arafat seguiría en su celda, los europeos excluidos porque Sharon ha decidido que ya no habla con Javier Solana -así de fácil son las cosas- y a los árabes buenos se trataría de convencerlos -comprarlos- para que sancionaran definitivamente la creación de unos hometowns palestinos rodeados por muros y vallas. Para adornarlo todo, se sacrificarían un par de asentamientos cuyos colonos neoyorquinos bien pueden realojarse en algún barrio ortodoxo de Jerusalén. Confinados en estas jaulas algo mayores que la impuesta a Arafat desde hace tres semanas, el tiempo y la miseria se encargarían de forzar a la emigración a los palestinos. Hace apenas una semana, Powell buscaba en Madrid un frente común internacional para imponer una paz justa y viable. Ahora sale apoyando este bodrio. Lo único esperanzador en este baile de miserias, abusos y falta de carácter es que la propuesta no tiene posibilidad alguna de prosperar. Se quedará en alarde de falta de respeto. Al prójimo y a sí mismo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.